- Becca... ¿Podemos... hablar? - James se acercó lentamente a mí y se agachó un poco para intentar levantarme. Me limité a apartar sus manos de mí y respiré hondo, poniéndome de pie por mi cuenta e intentando recomponerme.
- ¿Cuánto tiempo ha pasado? - Se limitó a mirarme confuso mientras yo me cruzaba de brazos y le miraba fijamente. Sentía que la cabeza me iba a estallar en cualquier momento. - VAMOS, JAMES, ¡CONTÉSTAME! ¿Cuánto tiempo llevas engañándome?
- Ella me sedujo. Becca cree en mí, ¡tienes que creer en mí! Llevamos juntos doce años... - De nuevo intentó acercarse, pero me aparté, sintiendo asco por sus caricias. - Un año, pero solo unas pocas veces. ¡No olvidemos esos doce años juntos! Diez años de matrimonio, nuestro hijo. Becca...
- ¡Deja de llamarme Becca! - dije con frustración mientras gesticulaba desesperadamente. - Un año. - Me reí para mis adentros de lo mucho que había pasado. - ¡Todavía es menor de edad, James! ¡Apenas tiene dieciséis años! - El asco que sentía por él no hacía más que crecer desproporcionadamente. - Eres veintidós años mayor que ella, ¿te das cuenta? ¡Eres repugnante!
- Becca fue un error, ya te dije que fue ella quien me sedujo. - Le di una bofetada para que dejara de decir tonterías.
- ¡No existe eso de "ella me sedujo"! - Me miró con los ojos muy abiertos y empezaba a enfadarse. - Si te metiste en la cama con ella, eso también demuestra el mal carácter que tienes. Si hubieras sido un hombre de verdad, la habrías despedido y habrías contratado a otra, no te habrías rendido a un par de tetas y un culo. No eres más que un cabrón, ni siquiera puedes conseguir un puto trabajo. Apuesto a que serás despedido de ese nuevo trabajo en menos de un mes.
- ¡SÍ! ¡TE HE ENGAÑADO! - Gritó levantando los brazos y acercándose a mí. - Te has convertido en una mujer tan... poco atractiva, tanto en la cama como en todo lo demás, ¡sobre todo siendo mujer! Desde entonces nunca te he visto llevar un conjunto bonito ni pintarte los labios. Solo estoy contigo por Tom y esta casa. Después de dar a luz te convertiste en... quién sabe qué.
Una vez más le di una bofetada en toda la cara y de nuevo me esforcé por no llorar. Me sentía humillada por estar en aquella situación, pero volví a respirar hondo antes de decir nada. Tenía la mano en la cara y los ojos muy abiertos, sus ojos furiosos parecían comerme viva, pero no bajé la cabeza.
- ¡Fuera de mi casa ya! - Señalé la puerta temblando, pero manteniendo la postura. - Voy a recoger a Tom al colegio cuando vuelva, no te quiero aquí.
- ¿Y qué le vas a decir a Tom? ¿Qué me has echado de casa? "Lo siento, hijito, mamá ha echado a papá de casa". - Enarcó una ceja con una sonrisa irónica. - No será bueno para él.
- No trates a Tom como si fuera un niño tonto y estúpido. - Apreté los puños y me acerqué más. - No es como si te importara mi hijo, ni siquiera has sido nunca un padre de verdad, ¿por qué solo ahora piensas en lo que será bueno para él? - Cogí mi bolso y me dirigí a la puerta. - Cuando vuelva, te quiero fuera de aquí, si coges algo que no sea tuyo, te denunciaré por robo. Deja la llave de mi casa sobre la mesa.
En cuanto entré en el coche, golpeé el volante varias veces, irritada. Me estaba frustrando y me había hecho mucho daño. Un largo suspiro seguido de unas lágrimas. Durante unos minutos me permití derrumbarme. Sentía que a partir de ahora todo solo iba a ir a peor.
Pero sinceramente, en ese momento solo necesitaba recomponerme para enfrentarme a mi hijo, sin dejar entrever que estaba herida para no preocuparle. No había pensado en lo que le iba a decir a mi hijo, no quería hacerle daño, pero sabía que no tenía sentido mentir.
Volví a suspirar antes de arrancar el coche para recogerle por fin. Antes de salir del coche, me limpié la cara y esbocé una sonrisa forzada.
Los niños empezaron a salir por la puerta del colegio, volví a suspirar y busqué a Tom con la mirada.
Parecía tan entretenido charlando con un amiguito que ni siquiera se dio cuenta de que yo estaba detrás de él. Me agaché a su altura y le soplé ligeramente en el pelo.
En cuanto se volvió hacia mí, su primera reacción fue de confusión, luego apareció una enorme sonrisa en su rostro y sus ojos brillaron ligeramente mientras contenía las lágrimas.
Eso me estrujó aún más el corazón. Me pregunté cómo podía dolerle, que el mero hecho de ir a recogerle al colegio le hiciera feliz. Lo abracé y le besé la mejilla con una sonrisa.
- Mamá, ¿no deberías estar en el trabajo? - Tom me miró preocupado, aunque solo era un niño de seis años, su inteligencia e interpretación de las situaciones eran lo suficientemente extraordinarias como para seguir sorprendiéndome.
- Te prometo que te lo contaré todo. - Me levanté y le tendí la mano para que me acompañara. Sabía que no podía mentirle, por supuesto omitiría la parte repugnante de lo que había presenciado, pero no ocultaría nada más.
Le llevé a un merendero y le dejé elegir su tentempié mientras yo elegía el mío. No sabía cómo empezar la conversación con él, no sabía si decirle que ahora estaba en paro, o que su padre ya ni siquiera estaría a su lado.
- Sé qué estás pensando en cómo contarme las cosas, mamá. - Tom dejó su menú y me sonrió, mostrándome la ventanita de su diente que se había caído una semana antes. - No importa lo que haya pasado, puedes contármelo, no me entristeceré. Lo que importa es que tengo a mamá a mi lado para siempre.
- ¿Ha elegido ya su pedido? - Tom negó con la cabeza, sabiendo que me preguntaba cómo decírselo todo. Suspiró y señaló una hamburguesa para niños con patatas fritas.
Sonreí e hice nuestro pedido, y en cuanto la camarera le dio la espalda, me quedé mirándolo, suspirando. Tom dejó de mirar a su alrededor y me miró con una sonrisa, como dándome ánimos para continuar.
- Siento armar tanto jaleo, mi amor. - Sonreí torpemente. - Han despedido a mamá, pero tengo una pequeña cuenta de ahorros que nos mantendrá unos meses hasta que consiga otro trabajo. Pero a partir de ahora podré pasar más tiempo contigo, prometo estar más presente en tu vida, mi amor.
- ¿Así que podrás ir a buscarme todos los días? - La sonrisa del pequeño se ensanchó mientras movía alegremente los dedos de los pies.
- Sí, lo haré, mi amor, te lo prometo. - Le sonreí y luego volví a suspirar, supongo que hablar de este tipo de cosas con su hijo era una misión casi imposible. - Cariño... tu padre y yo... ya no estamos juntos. - Me mordí el labio, temiendo la reacción de Tom, pero para mi sorpresa, se limitó a relajar el cuerpo y sonreír levemente como si lo entendiera. - ¿No estarás triste conmigo?
- Sólo quiero que mamá se quede conmigo, no pasa nada si estoy sin papá. - Se me llenaron los ojos de lágrimas al darme cuenta de que, a pesar de estar tan ausente en su vida, mi presencia era más importante que la de su padre.
Llegó nuestra merienda y le miré comer antes de empezar a comer la mía. En cuanto terminamos, le llevé a casa, sabía que al día siguiente tenía colegio y que no podría quedarme hasta tarde con él.
En cuanto llegamos, le ayudé a ducharse, sintiéndome más ligera. Por fin sentía que lo que había presenciado antes era algo totalmente sencillo, que no requería tanta de mi atención ni tanto esfuerzo para intentar olvidarlo.
Antes de irme a la cama, me obligué a tirar la ropa de cama a la papelera y a poner el colchón boca abajo; el mero hecho de estar allí tumbada me hacía estremecer de asco, pero podía soportarlo.
Tom insistió en que le gustaría dormir conmigo esa noche; según él, podría sentirme triste durmiendo sola, así que quería hacerme compañía. Agradecí mentalmente a mi hijo su astucia, estaba segura de que si dormía sola pensaría en la escena de antes, y si eso ocurría podría derrumbarme.
Lo abracé para dormir y me sentí más ligera, hacía años que no me sentía tan cómoda en mi cama.
Durante doce años estuve atrapada en una relación que pensé que duraría para siempre y durante tres años me encontré atrapada en la rutina de mi agotador trabajo. Me perdí algunas, o peor aún, varias presentaciones y momentos importantes en la vida de mi propio hijo porque estaba constantemente atrapada en el trabajo haciendo agotadoras horas extras para asegurarme de que no se perdía nada. Sabía que eso le dolía, pero siempre corría a abrazarme y a decirme que todo estaba bien y que lo importante era que le quería, y eso me estrujaba el corazón cada vez que lo pensaba. Pero haría cualquier cosa por cambiar eso y devolverle a mi hijo mi ausencia de su vida durante casi cuatro años.Durante esos meses seguí una rutina con él, llevándole al colegio y luego yendo a entregar miles de currículos por la ciudad. Mis ahorros no durarían tanto, necesitaba más que nunca encontrar un buen trabajo que no me privara del tiempo de mi hijo.Al final de la tarde recogía a Tom y siempre hacía algo con
Desde entonces habían pasado dos horas, dos horas desde que me habían separado sin piedad de mi hijo. Caminaba por las calles sin un rumbo claro, estaba totalmente desorientada y conmocionada por todo aquello, no prestaba atención a nada de lo que me rodeaba. - Liv... - Empecé a llorar de nuevo cuando mi vieja amiga por fin contestó a la llamada.- ¿Becca? Siento haber tardado tanto en responderte, estaba en una videoconferencia con un cliente extranjero. ¿Cómo ha ido? ¿Por qué lloras? - Su voz estaba llena de preocupación y yo apenas podía articular palabra. - ¿Dónde está Tom?- Lo he perdido... - Me agazapé en medio de la acera, poniéndome la mano libre delante de los ojos, incapaz de contener los sollozos de un llanto doloroso. - Lo he perdido todo, mi casa, mi coche... y lo más importante, la custodia de mi hijo.- ¡¿Cómo?! - Oí caer un vaso al suelo, sacándome del estupor de la tristeza. Solo entonces caí en la cuenta: estaba sola, en un barrio que nunca había pisado, llorando m
- Es tan doloroso. - Tomé una de mis manos para secar una lágrima que se atrevía a caer. Mi garganta se cerró y de nuevo sentí que mi voz se apagaba mientras temblaba, sacudí la cabeza negando para mis adentros lo que había sucedido esa tarde. - Liv... ¡Estaba llorando, diciendo que quería estar conmigo! Nunca me perdonaré haber sido tan ingenua con James, nunca me perdonaré haber hecho llorar así a Tom, toda la situación es imperdonable. Debí haber escuchado a todos cuando me decían que James no valía nada. - Resoplé pensando en mis padres que siempre habían amado a James, al menos ellos no habían llegado a conocer el verdadero lado de James, eso les ahorró muchas decepciones. - Ese juez era amigo de James. - De nuevo cerré los ojos momentáneamente antes de volver a abrirlos. - Sé que terminé golpeando a James, pero el juez había estado de su lado desde el principio, eso era obvio para cualquiera.- Te ayudaré a que Tom vuelva en sí. - Olivia me abrazó mientras me permitía llorar de
El corazón le latía deprisa, tenía el pelo húmedo de sudor y el cuerpo le temblaba, todavía asustado por la pesadilla que había tenido hacía apenas unos minutos. Durante unos instantes su cuerpo no se movió, estaba completamente paralizado, se sentía como en una jaula dentro de su propio cuerpo, aunque quisiera, su cuerpo no respondía a sus órdenes.Con dificultad se sentó en la cama y buscó a tientas en la oscuridad su teléfono móvil, que estaba en algún lugar debajo de la almohada. Las 4.20 de la madrugada. Y una vez más había perdido el sueño, debía de ser la tercera semana consecutiva que solo dormía unas horas por culpa de los malditos recuerdos que venían en forma de pesadillas solo para atormentarlo.Suspirando, cerró los ojos y se pasó las manos por el pelo, despeinándolo con frustración. Estaba cansado mentalmente por las pesadillas cada vez más frecuentes y físicamente por la falta de sueño reparador durante días. Deseaba tanto olvidar aquellas malditas imágenes que le asfix
Fuera solo quedaba una candidata, Rebeca. La chica que acababa de salir sonrió nerviosa y se acercó a ella.- Si yo fuera tú, saldría corriendo y renunciaría a esta entrevista. - Becca frunció el ceño y preguntó por qué. - Aunque es un sueldo alto, no merece la pena. Quiere que estés disponible las veinticuatro horas del día, ¿cómo puedes tener una vida así? Nadie está tan loco como para aceptar eso y renunciar a su propia vida.- Señorita Clifford. - Rebecca se levantó con un largo suspiro y le dio las gracias cuando la mujer le dedicó una sonrisa alentadora antes de abandonar el pasillo.- Rebeca Clifford. - Dijo Edward leyendo los documentos que tenía delante sin molestarse siquiera en mirar a la mujer. - Treinta años, licenciada en arquitectura, hizo algunas prácticas hasta los veintitrés, pero luego se dedicó al diseño gráfico, pero abandonó los estudios en el tercer año y nunca trabajó en ese campo. De los 23 a los 27 no trabajó en absoluto, solo fue "ama de casa". Trabajó en RR
- ¿Cómo es? - Olivia descruzó los brazos sorprendida, soltó una pequeña carcajada pensando que era una broma para aligerar el ambiente. - He oído mal, ¿verdad? - Cuando su amiga lo negó, sus ojos se agrandaron al instante mientras su asombro se convertía en puro terror. - Tienes que estar loca. ¿Acabas de separarte y te vas a vivir con un tío? Dimite inmediatamente. Te dije que hay una manera más fácil, acepta mi oferta. Dios, te has separado y te has convertido en una completa lunática. - Liv... - Rebecca cerró los ojos durante unos segundos y cuando volvió a abrirlos, abrazó a su amiga y suspiró, luego esbozó una débil sonrisa; no hacía mal en preocuparse, pero no debía ser así. - Sé que está mal que una mujer viva en casa de un hombre y todo eso... pero... no tengo elección. - Sus ojos se llenaron de lágrimas. - Necesito la custodia de Tom, y sé que estoy insistiendo todo el tiempo, actuando como un disco rayado, repitiendo siempre lo mismo... pero Tom es todo lo que más aprecio,
- Te lo enseñaré para que te acostumbres al entorno. - Elizabeth sonrió entusiasmada, mientras Edward se limitaba a poner cara de aburrimiento y asco mientras los seguía en completo silencio unos pasos por detrás. - Edward tiene alergia al polen, así que evitad las flores en casa, y no le gustan los dulces desde que era pequeño, así que excluidlos de cualquiera de sus comidas. - Rebecca pudo oír el suspiro ligeramente molesto del joven que venía detrás de ella, pero no sabía si adoptaba esa actitud porque su madre hablaba todo el rato de él, o si no quería tener a alguien viviendo con él y cuidándolo las veinticuatro horas del día. - Más tarde, les pedí que le dieran un menú con las cosas que debía comer cada día. - Rebeca anotaba todo en su móvil y prestaba atención a todo lo que le decían.- Tienes prohibido entrar en mi habitación bajo ningún concepto. Nunca. Entra. Mi. Habitación. - dijo Edward lentamente. Rebecca giró la cara para mirar a su jefe y frunció el ceño, solo asintió.
Sentado frente a su ventana, Arthur contemplaba con nostalgia el sol que ardía en el exterior, pensando en los últimos cinco años, en los que había pasado la mayor parte del tiempo solo en aquella habitación, a excepción de su madre, que a menudo entraba en la habitación para ver cómo estaba, ni siquiera los criados se atrevían a entrar.Echaba de menos la relación que tenía con su hermano y sobre todo con ella. Suspiró al recordar todos los recuerdos que había tenido con Victoria. Podían pasar siglos, pero era inevitable olvidar; la pelirroja había formado parte de su pasado y tenía un lugar más que especial en su corazón para el resto de su vida.Su sonrisa se tornó triste y llena de añoranza al recordar a su ex prometida y todos los momentos que habían pasado juntos hasta aquella fatídica tarde en la que ella le dio la espalda y jamás volvió ni envió palabra alguna.- No puedo seguir más contigo... No puedo, Arthur, he llegado a mi límite. - Sus ojos vagaban por la habitación, evit