Por fin llegó el día de la inauguración. La cafetería estaba impecable, con las máquinas de café expreso listas para funcionar, las estanterías de la biblioteca repletas de libros ordenados alfabéticamente y por géneros, y el mobiliario cuidadosamente colocado. Arthur, Edward y Rebecca estaban nerviosos, pero llenos de expectativas. Los tres cortan juntos la cinta ceremonial y el café abre sus puertas al público. El aroma a café recién hecho llenaba el ambiente y los primeros clientes entraban con sonrisas de entusiasmo. El café estaba lleno de vida, con gente charlando, estudiando, leyendo y disfrutando de bebidas y aperitivos. - Me enteré de que Arthur GreenWood había dejado su negocio a su madre y había decidido abrir una cafetería en las plantas vacías de la empresa de su hermano. - comenta distraídamente una joven mientras espera en la cola. - He oído que la señora GreenWood es una mujer muy difícil de tratar. - replicó otra joven. - ¿Será que Arthur ha cortado lazos con ella
Fuera de la cafetería, Tom y Edward estaban mirando algunas tiendas online para elegir su anillo de compromiso. El chico estaba encantado con la variedad de opciones, todas brillantes y deslumbrantes. Con la ayuda de Tom, Edward eligió un anillo de diamantes que brillaba como las estrellas de la noche. De vuelta en el café, Arthur insistió en que Rebeca debía ir al médico a la mañana siguiente, y ella prometió hacerlo. Edward y Tom volvieron pronto con todo el pedido planeado; solo esperarían una oportunidad a solas para prepararlo todo. Al ver la expresión preocupada de Rebeca, se dieron cuenta de que algo iba mal. - ¿Qué ocurre? - preguntó Edward, acercándose a Rebeca y cogiéndole la mano. Rebecca le explicó lo que había sentido, pero trató de minimizar el problema, para ella solo era una cuestión de presión, nada más, no debían preocuparse tanto, estaba sana y comía bien, al menos según su opinión, solo que ese día no había podido comer muy bien debido al trabajo. - Seguramente
Después de la cita, Rebeca volvió a la empresa con el corazón apretado, eran cerca de las tres de la tarde y todavía no había comido, por suerte estaba la cafetería Arthur justo abajo para poder comer. - ¡Cuñada! - Arthur sonrió y se acercó a la rubia y la acompañó a una mesa. - ¿Qué tal estás? ¿Has ido al médico? - Sí. - Estaba feliz de estar embarazada, pero le asustaba la anemia y la reacción de Edward, por mucho que pensara que actuaría con normalidad, aún no estaba segura. - Por el tono de su voz y su cara, las noticias no eran buenas. - Arthur se sentó frente a ella y se cruzó de brazos, mirándola con preocupación. - ¿Cuáles fueron los resultados de las pruebas? - No sé si son buenos o malos. - Ella se llevó las manos a la cara y respiró hondo. - Estoy embarazada, Arthur. Arthur se atragantó con su propia saliva, mirando fijamente a Rebeca, que ocultaba el rostro. Le había cogido por sorpresa, esperaba que estuviera enferma o que simplemente tuviera la tensión baja, no se
- ¡SORPRESA! - gritaron Edward y Tom en cuanta Rebeca abrió la puerta, sobresaltándola. Rebecca se llevó una de las manos al pecho para calmarse del susto y luego miró a los chicos con más atención, sus ojos fueron directos a Edward arrodillado con una cajita en la mano. - ¿Qué? - Los ojos de la rubia se llenaron de lágrimas antes incluso de que Edward hubiera dicho nada. - ¿Quieres casarte conmigo? - Dijo, ronco de nerviosismo, y Tom estaba a su lado, saltando de alegría. - Yo...- Rebecca se agachó y aferró la caja entre sus brazos mientras lloraba, ya estaba emocionada y con el recuerdo de su embarazo un miedo volvió a invadir su mente. - ¿Amor? ¿Qué es lo que pasa? - Edward se levantó rápidamente e intentó levantar a Rebeca, pero ella movió la cabeza negativamente y Edward temió que no supiera negarse a su petición. - ¿Mamá? ¿Qué te ocurre? ¿Te encuentras bien? - Tom se acercó preocupado y contempló la escena confundido. Pensó que su madre lloraría de felicidad, pero no creyó
- ¿De verdad? - Esbozó una pequeña sonrisa de abatimiento. - De verdad pensaba que podría salir a cenar. - Mira, no quiero ser entrometida, pero lo soy. - Arthur se puso en marcha y reflexionó sobre si debía continuar. - Becca está embarazada. Olivia se atragantó con su tarta y se quedó mirando sorprendida. Arthur se rio de ella, sacudió la cabeza y le tendió una servilleta. - No te asustes, ella te lo dirá, se enteró ayer, estaba desesperada pensando que Edward no lo aceptaría, de hecho, tengo mucha curiosidad por saber qué está pasando allí ahora mismo. - Suspiró triste por no ser tan mosquita muerta como para ir allí sin que nadie se diera cuenta y averiguar qué estaba pasando. Mientras Arthur y Olivia charlaban en la cafetería, la casa de Rebeca y Edward estaba llena de emociones y expectativas. Tras la revelación de su embarazo y compromiso, el ambiente era de pura felicidad y amor. Rebecca se emocionó al ver la reacción positiva de Edward y al aceptar su propuesta de matr
El sabor de la bilis subió a mi garganta antes incluso de que pudiera reaccionar.Creo que cuando empiezas a "madurar", te das cuenta de que la vida no es un cuento de hadas, y mucho menos una tarea fácil de afrontar. De hecho, la vida es extremadamente desagradable, contigo más de la mitad del tiempo, y todo lo que tenemos que hacer es encontrar la manera de lidiar con ella.Pero, ¿a quién quiero engañar? La vida era extremadamente injusta conmigo y no sabía cómo afrontar nada de lo que me pasaba. Pero suspirar y rendirme no había sido una opción para mí en los últimos años. No creo haber tenido una sensación de alivio en mi vida, aparte de mi hijo desde que murieron mis padres.Rebecca Clifford, licenciada en arquitectura y casi diplomada en diseño gráfico, confiesa que seguir una carrera es una de las cosas más difíciles del mundo, y más cuando tienes un hijo y un marido gilipollas.Empecé a estudiar arquitectura por mi madre, una arquitecta de renombre en su campo. Cuando era más
- Becca... ¿Podemos... hablar? - James se acercó lentamente a mí y se agachó un poco para intentar levantarme. Me limité a apartar sus manos de mí y respiré hondo, poniéndome de pie por mi cuenta e intentando recomponerme.- ¿Cuánto tiempo ha pasado? - Se limitó a mirarme confuso mientras yo me cruzaba de brazos y le miraba fijamente. Sentía que la cabeza me iba a estallar en cualquier momento. - VAMOS, JAMES, ¡CONTÉSTAME! ¿Cuánto tiempo llevas engañándome?- Ella me sedujo. Becca cree en mí, ¡tienes que creer en mí! Llevamos juntos doce años... - De nuevo intentó acercarse, pero me aparté, sintiendo asco por sus caricias. - Un año, pero solo unas pocas veces. ¡No olvidemos esos doce años juntos! Diez años de matrimonio, nuestro hijo. Becca...- ¡Deja de llamarme Becca! - dije con frustración mientras gesticulaba desesperadamente. - Un año. - Me reí para mis adentros de lo mucho que había pasado. - ¡Todavía es menor de edad, James! ¡Apenas tiene dieciséis años! - El asco que sentía po
Durante doce años estuve atrapada en una relación que pensé que duraría para siempre y durante tres años me encontré atrapada en la rutina de mi agotador trabajo. Me perdí algunas, o peor aún, varias presentaciones y momentos importantes en la vida de mi propio hijo porque estaba constantemente atrapada en el trabajo haciendo agotadoras horas extras para asegurarme de que no se perdía nada. Sabía que eso le dolía, pero siempre corría a abrazarme y a decirme que todo estaba bien y que lo importante era que le quería, y eso me estrujaba el corazón cada vez que lo pensaba. Pero haría cualquier cosa por cambiar eso y devolverle a mi hijo mi ausencia de su vida durante casi cuatro años.Durante esos meses seguí una rutina con él, llevándole al colegio y luego yendo a entregar miles de currículos por la ciudad. Mis ahorros no durarían tanto, necesitaba más que nunca encontrar un buen trabajo que no me privara del tiempo de mi hijo.Al final de la tarde recogía a Tom y siempre hacía algo con