Sentado frente a su ventana, Arthur contemplaba con nostalgia el sol que ardía en el exterior, pensando en los últimos cinco años, en los que había pasado la mayor parte del tiempo solo en aquella habitación, a excepción de su madre, que a menudo entraba en la habitación para ver cómo estaba, ni siquiera los criados se atrevían a entrar.Echaba de menos la relación que tenía con su hermano y sobre todo con ella. Suspiró al recordar todos los recuerdos que había tenido con Victoria. Podían pasar siglos, pero era inevitable olvidar; la pelirroja había formado parte de su pasado y tenía un lugar más que especial en su corazón para el resto de su vida.Su sonrisa se tornó triste y llena de añoranza al recordar a su ex prometida y todos los momentos que habían pasado juntos hasta aquella fatídica tarde en la que ella le dio la espalda y jamás volvió ni envió palabra alguna.- No puedo seguir más contigo... No puedo, Arthur, he llegado a mi límite. - Sus ojos vagaban por la habitación, evit
Rebecca estaba sentada en el jardín mirando la foto de su hijo con una pequeña sonrisa en la cara. Le echaba de menos y ese sentimiento la asfixiaba hasta el punto de sentir las lágrimas fluir y el dolor en el pecho hacerle sollozar desesperadamente. Una vez más se sintió inútil por no poder proteger a su hijo y en consecuencia hacerles pasar por un sufrimiento tan innecesario.Desde lejos, en el balcón, Edward sorbía su café y observaba la escena sin entender mucho. Meditó varias veces si debía acercarse a preguntar qué había pasado o si era de mala educación porque aún ni siquiera se conocían bien. Por curiosidad, se acercó a ella, que estaba abrazada a sus rodillas, sollozando, y se quedó mirándola durante unos minutos, sin saber qué decir.- Tú -la sobresaltó y evitó mirarla directamente-. - ¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¿Necesitas ir al hospital? - Lo siento, es que... todo va bien. - Ella sonrió, se secó las lágrimas y se levantó apresuradamente, sobresaltando al hombre más jove
Edward se despertó con un terrible dolor de cabeza, deseando poder hundirse en la cama y dormir un poco más o simplemente desaparecer de la faz de la tierra durante unas horas antes de enfrentarse finalmente al caos que probablemente le esperaba fuera de su habitación como de costumbre. Pero el olor a masa de tortitas le hizo rugir desesperadamente el estómago, despertándole por fin por completo. Respiró hondo, haciendo acopio de todo el valor que le quedaba, y al mirar se dio cuenta de que había, además de su medicación diaria, una pastilla para el dolor de cabeza junto a un vaso de agua, así que dio gracias al cielo por la medicina, la necesitaba.Estiró la mano para coger la medicina y tomársela de una vez, sin importarle si algún día le haría daño. Se dio cuenta de que tenía vendas en las manos y las rodillas y fue entonces cuando recordó la fatídica noche del brote, cuando se había agarrado a su secretaria y había llorado como un bebé en su regazo.Ensanchó los ojos ante cada rec
Habían pasado tres días desde aquella noche lluviosa. Edward observaba cada paso que su secretaria daba dentro y fuera del despacho, buscando un hueco para que pudieran hablar del tema, a nadie se le escapaba que ambos estaban tensos por algo, pero muchos pensaban que era por el nuevo contrato multimillonario de Phoenix Games que estaba a punto de firmarse la semana que viene, al menos eso pensaba Elizabeth. Rebecca estaba cansada de teclear todo el día, no eran más de las cuatro de la tarde, le dolía la espalda, le escocían los ojos de tanto forzarlos y tenía las piernas entumecidas de tanto estar sentada. Se levantó para ir a la cocina a por más café, tal vez la cafeína la ayudaría a mantenerse despierta hasta el final del día. Acababa de verter el café caliente en su taza cuando recibió una llamada, cogió el móvil con una mano y el café con la otra. El nombre de James a plena luz le dio dolor de cabeza y por un momento consideró colgar la llamada para no estresarse por su exmarid
Como de costumbre, la semana fue ajetreada y Rebecca apenas tuvo ocasión de descansar, pero al menos su jefe le había aliviado un poco la tarea de teclear, así que su mano fue mejorando poco a poco, apenas sentía dolor ni molestias por la quemadura.Después de aquella noche en la que Rebecca se sinceró con su jefe, apenas podía mirarle a los ojos sin pensar en el patético papel que había desempeñado al, en cierto modo, desahogarse con él. Pero sentía que ahora estaban en paz, ella conocía su secreto y él el suyo, o al menos él conocía la punta del gigantesco iceberg que era su secreto y ella sentía que le ocurría lo mismo en relación con él. Tom se ponía en contacto con su madre casi todas las noches, ya fuera por mensaje o por videollamada. Rebecca sentía que le ardía el pecho cada vez que oía las palabras "Mamá, te echo de menos" salir de la boca de su hijo. Era tan doloroso estar lejos de su hijo, pero de momento era necesario, en un futuro muy cercano volvería a tener a su hijo a
- ¡Tom! - Rebecca se agachó y abrió los brazos, esperando a su hijo, que vino corriendo hacia ella. El pequeño cuerpo del niño chocando con el de su madre en un apretado abrazo lleno de cariño era simplemente la mejor sensación que existía. Rebecca rebosaba felicidad y anhelo al mismo tiempo. - Mamá, estás preciosa. - Tom se apartó para mirar el rostro de su madre y acariciarle el pelo. - ¿Sabías que te he echado tanto de menos? - Oh, mi amor, mamá también te ha echado de menos. - Rebecca se sintió mucho más ligera, su pecho estaba tan tranquilo, era como si no hubiera problemas ni preocupaciones en la vida de la mujer mayor, como si el mundo solo les perteneciera a ella, a su hijo y a su felicidad. - ¿Quieres un helado? Los ojos de Tom se iluminaron de inmediato y aceptó entusiasmado la invitación. Rebecca se levantó y cogió la mano de su hijo. Tom eligió su helado y lo sorbió lentamente para disfrutar del momento con su madre. Aunque solo tenía seis años, sabía muy bien que cua
- Saca a Arthur del país. - Edward irrumpió en la habitación, cogiendo a su madre desprevenida. - Saca a Arthur del país antes de septiembre. Tienes tres meses para hacerlo, ¡convéncele de que abandone el país! ¡INMEDIATAMENTE! - ¿Cómo? ¿Por qué debería hacerlo? ¿Por qué debería hacerlo? - Elizabeth dejó la revista a un lado y devolvió la taza a la mesita del salón antes de levantarse para acercarse a su hijo. - Pareces angustiado, ¿qué ha pasado? - Victoria Stewart ha pasado. - dijo enfadado, y al ver que los ojos de su madre se abrían ligeramente, su ira no hizo más que aumentar. - Victoria tiene previsto volver a Dallas en septiembre para el nombramiento del nuevo embajador. - Elizabeth resopló y apartó la mirada, intentando disimular. - Mamá, sabes muy bien lo que esa mujer le hizo a Arthur, y aun así quieres nombrar la embajadora de Vintage Cosmetics, ¿te das cuenta? - ¿No te preocupas demasiado? - Elizabeth volvió a sentarse y recogió su té. - Victoria es una de las modelos
- ¿Quieres comer algo? - preguntó Rebeca en cuanto entraron en la gran casa, sin dejar de seguirle mientras él evitaba mirarla a los ojos en la medida de lo posible. - Puedo cambiarme rápidamente y prepararte algo si aún no has comido.- Eh..., sí, por favor, pero no algo muy pesado, que tengo el estómago raro. - Comentó mientras se masajeaba el estómago por encima de la camisa de vestir.- ¿Qué sientes? - Rebecca dejó el bolso y el abrigo en el sofá y se acercó a su jefe. Levantó una mano y tocó la frente del joven, que estaba ligeramente sonrojada. Sus ojos aún estaban ligeramente enrojecidos por su reciente llanto, el corazón de la rubia se aceleró ante la proximidad y su rostro comenzó a calentarse.- Como una sensación de ardor, a veces la siento, pero pocas veces. No es algo que deba preocuparme seriamente. - Frunció el ceño, observando atentamente lo que hacía la secretaria.- Tienes un poco de calor, tal vez sea fiebre. - Se alejó, recogiendo sus cosas del sofá. - Date una duc