- ¿Quieres comer algo? - preguntó Rebeca en cuanto entraron en la gran casa, sin dejar de seguirle mientras él evitaba mirarla a los ojos en la medida de lo posible. - Puedo cambiarme rápidamente y prepararte algo si aún no has comido.- Eh..., sí, por favor, pero no algo muy pesado, que tengo el estómago raro. - Comentó mientras se masajeaba el estómago por encima de la camisa de vestir.- ¿Qué sientes? - Rebecca dejó el bolso y el abrigo en el sofá y se acercó a su jefe. Levantó una mano y tocó la frente del joven, que estaba ligeramente sonrojada. Sus ojos aún estaban ligeramente enrojecidos por su reciente llanto, el corazón de la rubia se aceleró ante la proximidad y su rostro comenzó a calentarse.- Como una sensación de ardor, a veces la siento, pero pocas veces. No es algo que deba preocuparme seriamente. - Frunció el ceño, observando atentamente lo que hacía la secretaria.- Tienes un poco de calor, tal vez sea fiebre. - Se alejó, recogiendo sus cosas del sofá. - Date una duc
- Clifford, a mi despacho. - Edward pasó por delante de la mesa de la mujer mayor sin mirarla directamente y se dirigió a toda prisa hacia su despacho.Rebecca se levantó, sin entender por qué su jefe estaba tan serio, pero le siguió en silencio, y cuando entraron en la habitación, él le hizo un gesto para que cerrara la puerta y se sentara frente a él.La carpeta que tenía en la mano la hizo estremecerse por un momento, después de todo, no era tan difícil descubrir que era madre. Ensanchó los ojos un instante y contuvo la respiración: ¿y si él la había seguido la noche anterior? Pero eso no habría explicado el abrazo ni la cercanía en la cocina, el beso, probablemente se habría asustado en cuanto la vio llegar.- Estás ocultando algo, ¿verdad? - Rebecca palideció ante la franqueza de su jefe y se quedó sin voz.- I... - No sabía qué decir, sentía que la despedirían la próxima vez que su jefe dijera algo, sentía que su cuerpo temblaba y la desesperación se apoderaba de ella, pero guar
Como estaba previsto, la Sra. GreenWood no tardó en ponerse en contacto con Clifford. Había pasado un mes y no había sucedido nada tan grave o extraño; las expectativas de la mujer eran altas para esta nueva secretaria.Rebecca estaba nerviosa, no porque perdiera dinero o tuviera que enfrentarse a la mujer, sino porque temía lo que esto pudiera hacer a la relación de los GreenWood como madre e hijo.Un suspiro salió de sus labios mientras estaba distraída, la alarma de su móvil la despertó de su ensoñación y así se levantó, cogió su bolso y su abrigo y se dirigió al despacho de su jefe para decirle que iba a conocer a su madre.- Bien. - Edward juntó las manos y apoyó la cabeza en ellas, luego se encaró con la rubia. - Por favor, no dejes que mi madre te insulte, conozco la figura... Me temo que maldecirá hasta a la cuarta generación. - Se rio levemente, se levantó y se acercó a ella. - Lo que sea, pídele que venga directamente a verme, o llámame, yo iré a verte.- Sabemos que esto so
Rebecca estaba sentada a la mesa de la cafetería tomando su té negro mientras miraba distraída a la gente que pasaba. Apenas se dio cuenta de que una mano la tocaba en el brazo, sacándola de sus pensamientos.- ¿Eh? - Miró al hombre de ojos grises que sostenía un café helado. - El tipo amable.- ¿Puedo hacerle compañía? - Arthur sonrió amablemente y solo recibió una inclinación de cabeza, un poco sorprendido por el silencio de la rubia. - ¿Le ha pasado algo a su hijo? Parece distraído.- No, gracias a Dios está bien. - Ella sonrió levemente, colocando su mano en la mejilla de él, y solo entonces el mayor de los GreenWood vio el enrojecimiento.- ¿Estás bien? Tu mejilla... - Estiró el brazo, pero Rebecca le agarró la mano y se la apartó, suspirando.- Una alergia, creo que el maquillaje que usé me dio una reacción. - Dijo al fin, luego cambió su expresión a algo más ligero y suave, tratando de que el hombre que tenía enfrente se olvidara del asunto, pero Arthur notó un leve rasguño, er
Edward estaba en su habitación leyendo unos informes mientras Rebeca preparaba la cena. El menor de los GreenWood se sentía incómodo por el silencio de su mayor, sabía que algo no había ido bien en la comida, pero no había forma de que Rebecca dijera nada y él lo sabía, tampoco iba a obligarla a decir nada.Además, apenas le miraba a los ojos, tenía miedo de que su madre la hubiera asustado tanto, la hubiera amenazado hasta el punto de que hubiera aceptado el contrato, o incluso estuviera pensando en renunciar a su trabajoEdward recibió una llamada del chófer de su madre y frunció el ceño por lo inusual que era, pero se levantó y salió al balcón de su habitación para contestar.- Rogers, ¿ha pasado algo? - dijo Edward nada más contestar. - ¿Está bien Arthur?- Buenas noches, señor GreenWood. - le saludó Rogers y suspiró-. - Sé que no debería meterme en los asuntos de su familia, pero lo que ha pasado hoy en el restaurante a la hora de comer me ha parecido muy mal, así que he pensado
Edward observaba cada movimiento de Rebecca, que parecía distraída pensando en las tres últimas semanas. Su expresión oscilaba entre el cansancio y la irritación. Su ceño fruncido dejaba claro su estado de ánimo. Desde la situación con la señora GreenWood, se habían acercado más, pero Rebecca siempre lo apartaba y lo trataba de forma diferente cuando alguien pasaba por su lado. Sabía que solo estaba siendo precavida para que no se crearan rumores innecesarios y llegaran a oídos de su madre, pero seguía sintiéndose incómodo con sus repentinos cambios de actitud. Edward se levantó y salió de su despacho en dirección a su ayudante y le quitó los documentos de la mano, dejándola confusa y seria por su actitud. Sabía que no había estado comiendo bien y que se había estado agobiando con el trabajo en las últimas semanas, pero aunque estaba bien, seguía negándose a aceptar que se cansara de esa manera. - Vete a comer, que se te va a arrugar la cara antes si sigues frunciendo el ceño así.
- Becca. - dijo Edward en voz baja cuando vio a la secretaria salir de su despacho. - Tenemos que hablar. Rebecca frunció el ceño, pero no lo negó. Al fin y al cabo, necesitaban establecer algunos límites y también hablar sobre lo ocurrido en la empresa de la señora GreenWood, era más fácil fingir que no ocurría nada extraño y afrontar estas cosas de forma adulta. Así que se limitó a seguirle dentro y a sentarse en el sofá del despacho, esperando a que empezara la conversación. - Por favor, Edward, no me llames Becca en la empresa, aquí hay ojos y oídos por todas partes. - Suspiró pesadamente, juntando las manos. - Habrás oído los rumores que corren por ahí, sé que en Phoenix no hay ninguna norma que diga que los empleados no puedan tener relaciones, pero yo soy una empleada cualquiera, no tú. - Miró al más joven, que ponía moritos como un niño al que regañan. - No hagas tanto escándalo Edward, no eres un niño, deja de ser terco, no porque seamos amigos y tú seas el jefe de la empre
- ¿Te encuentras bien? - preguntó Edward, mirando a Rebecca, que estaba distraída mirando el paisaje por la ventanilla del coche.- ¿Eh? Sí, estoy bien. - Sonrió y le puso la mano en el muslo, dándole un suave apretón-. - Es que me preocupa todo esto. - Al oír a Edward resoplar, una pequeña risita escapó de los labios de la rubia. - Es inevitable, tenemos muchas diferencias, ya sea de edad o de clase social, y aún hay algo que no estoy dispuesta a decirte... Está tu mamá y todo lo demás, tenemos que tomarlo con calma.- De mi madre ya me encargo yo, no tienes que preocuparte por ella. - Edward aparcó el coche en el garaje y se quedó mirándola. - La edad, la clase, todo eso son tonterías, está todo en tu cabeza, no tienes por qué preocuparte, solo nos llevamos tres años, Becca...Rebecca respiró hondo y asintió con la cabeza, sintiendo que el pecho le pesaba. Sabía que tenía que ser sincera con él, pero no sabía hasta dónde llegarían.- Antes de empezar a trabajar contigo, le había pro