Edward estaba en su habitación leyendo unos informes mientras Rebeca preparaba la cena. El menor de los GreenWood se sentía incómodo por el silencio de su mayor, sabía que algo no había ido bien en la comida, pero no había forma de que Rebecca dijera nada y él lo sabía, tampoco iba a obligarla a decir nada.Además, apenas le miraba a los ojos, tenía miedo de que su madre la hubiera asustado tanto, la hubiera amenazado hasta el punto de que hubiera aceptado el contrato, o incluso estuviera pensando en renunciar a su trabajoEdward recibió una llamada del chófer de su madre y frunció el ceño por lo inusual que era, pero se levantó y salió al balcón de su habitación para contestar.- Rogers, ¿ha pasado algo? - dijo Edward nada más contestar. - ¿Está bien Arthur?- Buenas noches, señor GreenWood. - le saludó Rogers y suspiró-. - Sé que no debería meterme en los asuntos de su familia, pero lo que ha pasado hoy en el restaurante a la hora de comer me ha parecido muy mal, así que he pensado
Edward observaba cada movimiento de Rebecca, que parecía distraída pensando en las tres últimas semanas. Su expresión oscilaba entre el cansancio y la irritación. Su ceño fruncido dejaba claro su estado de ánimo. Desde la situación con la señora GreenWood, se habían acercado más, pero Rebecca siempre lo apartaba y lo trataba de forma diferente cuando alguien pasaba por su lado. Sabía que solo estaba siendo precavida para que no se crearan rumores innecesarios y llegaran a oídos de su madre, pero seguía sintiéndose incómodo con sus repentinos cambios de actitud. Edward se levantó y salió de su despacho en dirección a su ayudante y le quitó los documentos de la mano, dejándola confusa y seria por su actitud. Sabía que no había estado comiendo bien y que se había estado agobiando con el trabajo en las últimas semanas, pero aunque estaba bien, seguía negándose a aceptar que se cansara de esa manera. - Vete a comer, que se te va a arrugar la cara antes si sigues frunciendo el ceño así.
- Becca. - dijo Edward en voz baja cuando vio a la secretaria salir de su despacho. - Tenemos que hablar. Rebecca frunció el ceño, pero no lo negó. Al fin y al cabo, necesitaban establecer algunos límites y también hablar sobre lo ocurrido en la empresa de la señora GreenWood, era más fácil fingir que no ocurría nada extraño y afrontar estas cosas de forma adulta. Así que se limitó a seguirle dentro y a sentarse en el sofá del despacho, esperando a que empezara la conversación. - Por favor, Edward, no me llames Becca en la empresa, aquí hay ojos y oídos por todas partes. - Suspiró pesadamente, juntando las manos. - Habrás oído los rumores que corren por ahí, sé que en Phoenix no hay ninguna norma que diga que los empleados no puedan tener relaciones, pero yo soy una empleada cualquiera, no tú. - Miró al más joven, que ponía moritos como un niño al que regañan. - No hagas tanto escándalo Edward, no eres un niño, deja de ser terco, no porque seamos amigos y tú seas el jefe de la empre
- ¿Te encuentras bien? - preguntó Edward, mirando a Rebecca, que estaba distraída mirando el paisaje por la ventanilla del coche.- ¿Eh? Sí, estoy bien. - Sonrió y le puso la mano en el muslo, dándole un suave apretón-. - Es que me preocupa todo esto. - Al oír a Edward resoplar, una pequeña risita escapó de los labios de la rubia. - Es inevitable, tenemos muchas diferencias, ya sea de edad o de clase social, y aún hay algo que no estoy dispuesta a decirte... Está tu mamá y todo lo demás, tenemos que tomarlo con calma.- De mi madre ya me encargo yo, no tienes que preocuparte por ella. - Edward aparcó el coche en el garaje y se quedó mirándola. - La edad, la clase, todo eso son tonterías, está todo en tu cabeza, no tienes por qué preocuparte, solo nos llevamos tres años, Becca...Rebecca respiró hondo y asintió con la cabeza, sintiendo que el pecho le pesaba. Sabía que tenía que ser sincera con él, pero no sabía hasta dónde llegarían.- Antes de empezar a trabajar contigo, le había pro
Edward se despertó sintiendo un peso en el pecho. Cuando abrió los ojos, vio a Rebeca aún dormida y acurrucada contra él. Le pareció una monada y le tomó una foto como fondo de pantalla del móvil. Dios, ni siquiera tenían una relación y ya estaba totalmente enamorado de ella. Su móvil empezó a sonar y, temiendo que la despertara, lo cogió y apagó la alarma.Antes de dejar el móvil sobre la mesa, le llamó la atención un mensaje de alguien que la invitaba a salir: "¿Podemos vernos en el sitio de siempre a la hora de comer? Me gustaría charlar". Edward sintió una punzada de celos. Dejó el móvil sobre la mesa y se levantó con cuidado. Ni siquiera hablaban en serio y él ardía de celos.Se dirigió directamente al cuarto de baño para darse una ducha y olvidar sus celos. No tenía ese derecho. Estuvo un rato bajo el agua caliente cuando oyó que llamaban a la puerta.- ¿Edward? - llamó Rebecca con pereza. - Voy a preparar el desayuno, ya lo tengo listo. En cuanto hayas comido, podemos ir a la
Rebecca y Arthur estaban hablando acaloradamente cuando Edward le envió un mensaje preguntándole dónde estaba y si iba a tardar mucho. Rebecca suspiró pesadamente y sacó el bolso de su cartera. - Tengo que volver al trabajo. - Arthur levantó la mano para detenerla. - No tienes que pagar, yo pagaré. Vete, seguro que tu jefe te está esperando. - Arthur sonrió mientras Rebeca se enfadaba un poco. - La próxima vez pagarás tú, ¿vale? Vete, antes de que empiece a llamarte. Rebecca aceptó, aunque un poco reticente. En cuanto se marchó, vio que Arthur parecía sombrío mientras miraba fijamente su teléfono móvil. Estaba indecisa, no sabía si ir a ver a su jefe o entrar de nuevo en la cafetería y preguntarle si se encontraba bien. En el fondo, ella sentía que él necesitaba desahogarse, pero no podía. Cada vez que llegaba al punto de contar lo que tanto le molestaba, su atención se desviaba hacia otra cosa. Simplemente, no quería tener que revivir a los muertos en ese momento. Rebecca se dir
- ¿Becca? - Edward la llamó por toda la casa, pero no pudo encontrarla. Sintió un nudo en la garganta al imaginar cuánto la había herido con aquellas palabras desconsideradas. Lo sentía, pero tenía que decirlo, su madre nunca aceptaría esta relación, y hasta que no fuera más poderoso económicamente, nunca podría protegerla.Mientras Vintage fuera la mayor empresa del país, Phoenix nunca podría vencerla. Su intención con esta asociación era realmente poder apalancarse en la empresa y crear una fortaleza capaz de proteger a Rebecca de cualquier cosa que pudiera ocurrir.Había registrado todas las habitaciones de la casa en busca de su secretaria, pero no pudo encontrarla. El corazón se le estrujó de angustia y empezó a temerse lo peor. Sintió que un escalofrío le recorría la espalda al imaginar que Rebeca podría haberle abandonado para siempre, creyendo que realmente no la quería.La buscó por todas partes, llamó repetidamente a su teléfono, pero no obtuvo respuesta. La desesperación s
Edward estaba en su habitación cuando su madre le llamó. Sinceramente, no quería tener que contestar, y no lo hizo.- Finalmente contestó. - Se rio. - Necesito que vengas a casa, ¡tengo noticias! Estoy eufórico y tengo que darte la noticia: tu hermano también está aquí.Era la décima llamada cuando Edward por fin cedió y descolgó. Su madre sonaba emocionada, lo que le hizo sentirse un poco extraño.- No estoy de humor para salir de casa. - Puso los ojos en blanco y soltó un largo suspiro-. Ni siquiera eran las siete de la tarde. - Sea cual sea la noticia, creo que puedes decírmelo por teléfono.- ¡No! Necesito que lo veas por ti mismo, se trata de Arthur. - Dijo Elizabeth con autoridad. - Será mejor que vengas, la cena es en media hora, te estaré esperando.Elizabeth le colgó a Edward, haciéndole enfadar. No quería, pero se trataba de su hermano, y necesitaba saber qué estaba pasando.El pecho le pesaba de culpabilidad, podía oler la comida que preparaba su novia en la cocina, pero no