Rebecca y Arthur estaban hablando acaloradamente cuando Edward le envió un mensaje preguntándole dónde estaba y si iba a tardar mucho. Rebecca suspiró pesadamente y sacó el bolso de su cartera. - Tengo que volver al trabajo. - Arthur levantó la mano para detenerla. - No tienes que pagar, yo pagaré. Vete, seguro que tu jefe te está esperando. - Arthur sonrió mientras Rebeca se enfadaba un poco. - La próxima vez pagarás tú, ¿vale? Vete, antes de que empiece a llamarte. Rebecca aceptó, aunque un poco reticente. En cuanto se marchó, vio que Arthur parecía sombrío mientras miraba fijamente su teléfono móvil. Estaba indecisa, no sabía si ir a ver a su jefe o entrar de nuevo en la cafetería y preguntarle si se encontraba bien. En el fondo, ella sentía que él necesitaba desahogarse, pero no podía. Cada vez que llegaba al punto de contar lo que tanto le molestaba, su atención se desviaba hacia otra cosa. Simplemente, no quería tener que revivir a los muertos en ese momento. Rebecca se dir
- ¿Becca? - Edward la llamó por toda la casa, pero no pudo encontrarla. Sintió un nudo en la garganta al imaginar cuánto la había herido con aquellas palabras desconsideradas. Lo sentía, pero tenía que decirlo, su madre nunca aceptaría esta relación, y hasta que no fuera más poderoso económicamente, nunca podría protegerla.Mientras Vintage fuera la mayor empresa del país, Phoenix nunca podría vencerla. Su intención con esta asociación era realmente poder apalancarse en la empresa y crear una fortaleza capaz de proteger a Rebecca de cualquier cosa que pudiera ocurrir.Había registrado todas las habitaciones de la casa en busca de su secretaria, pero no pudo encontrarla. El corazón se le estrujó de angustia y empezó a temerse lo peor. Sintió que un escalofrío le recorría la espalda al imaginar que Rebeca podría haberle abandonado para siempre, creyendo que realmente no la quería.La buscó por todas partes, llamó repetidamente a su teléfono, pero no obtuvo respuesta. La desesperación s
Edward estaba en su habitación cuando su madre le llamó. Sinceramente, no quería tener que contestar, y no lo hizo.- Finalmente contestó. - Se rio. - Necesito que vengas a casa, ¡tengo noticias! Estoy eufórico y tengo que darte la noticia: tu hermano también está aquí.Era la décima llamada cuando Edward por fin cedió y descolgó. Su madre sonaba emocionada, lo que le hizo sentirse un poco extraño.- No estoy de humor para salir de casa. - Puso los ojos en blanco y soltó un largo suspiro-. Ni siquiera eran las siete de la tarde. - Sea cual sea la noticia, creo que puedes decírmelo por teléfono.- ¡No! Necesito que lo veas por ti mismo, se trata de Arthur. - Dijo Elizabeth con autoridad. - Será mejor que vengas, la cena es en media hora, te estaré esperando.Elizabeth le colgó a Edward, haciéndole enfadar. No quería, pero se trataba de su hermano, y necesitaba saber qué estaba pasando.El pecho le pesaba de culpabilidad, podía oler la comida que preparaba su novia en la cocina, pero no
Edward entró en el gran salón ansioso y nervioso, vería a su ex cuñada y a su hermano, sabía que su hermano seguía en la silla de ruedas y eso le hacía sentirse culpable. Culpable por robarle cinco años de vida a su hermano y ser una de las razones para romper el compromiso de su hermano. Involuntariamente, agarró con fuerza la mano de Rebecca y respiró hondo, olvidándose por completo de los periodistas y conocidos de la fiesta. ¡Vaya! Rebecca abrió mucho los ojos e intentó soltarse, sabía que estaban en público y que aquello podía ser algo malo para Edward, cotilleos por todas partes y su madre destrozándola. - Edward, creo que será mejor que me sueltes la mano. - Susurró y luego intentó soltarla de nuevo. - Por favor, necesito este trabajo, si tu madre te ve así tan cerca de mí podría asustarse, sabemos que no está contenta de que no haya firmado el contrato. - Perdona, estoy nerviosa. - Se rio torpemente, soltando la mano de la rubia mientras respiraba hondo. - No estoy nada
Cuando terminó la música, volvieron a sus asientos, Edward se sentó junto a Rebecca enfurruñado, Victoria mantenía una expresión de curiosidad, mientras que Elizabeth estaba seria y se puso aún más seria cuando Arthur se sentó junto a Rebecca.¿Cuánto hacía que se conocían? ¿Era la chica del café con la que había visto a su hijo la semana pasada? Justo cuando pensaba abrir la boca para preguntar algo, el móvil de la rubia vibró y él se tensó.- Lo siento, tengo que cogerlo, puede ser importante. - Rebecca se levantó un poco inquieta, pero se detuvo cuando Edward la agarró de la muñeca.- No estás aquí por negocios, no tienes por qué contestar. He pedido que no te llame nadie. - dijo Edward lentamente.- Lo siento, es una llamada personal, tengo que cogerla. - Arthur la vio tensarse y miró hacia el mismo lado, así que estiró el brazo y agarró la muñeca de su hermano para que lo soltara, imaginando que podría tratarse de algo relacionado con Tom. - Un momento, vuelvo enseguida. - ¿Os
- ¿Ya se conocían? - preguntó Edward en voz baja mientras caminaban hacia el aparcamiento del hospital. - Sí, pero yo no sabía que era tu secretaria y ella no sabía que yo era tu hermano. - Arthur suspiró, metiéndose las manos en los bolsillos. - Parecéis muy unidos. - Miró a su hermano por el rabillo del ojo, esperando que lo negara. - En cierto modo. - Se rio para sus adentros, recordando los breves momentos que había pasado con la rubia. - Era la única que me cogía de la mano cuando estaba solo, la única que no me miraba con lástima y que no me abandonaba. - Nunca te abandonaron. - Edward lo miró con seriedad. - Me abandonaste cuando más te necesitaba. - Arthur lo miró con expresión dolida. - Cuando más te necesitaba, te encerraste en una burbuja de culpa y te alejaste, me abandonaste, igual que Victoria. - Arthur... - Edward sintió que el pecho se hacía añicos, sabía que tenía razón y sabía que estaba haciendo esas preguntas por puros celos. - Creo que te lo dirá ahora que
Una semana después del accidente, Rebecca seguía en el hospital con su hijo mientras Edward mantenía la empresa en marcha.Arthur no había aparecido desde aquel día, lo que preocupaba a la rubia. Quizá estaba mal con su madre por su culpa, o quizá simplemente no tenía tiempo para preocuparse por su prometida.Rebecca respiró hondo y llamó a una enfermera para pedirle que vigilara a Tom durante unos minutos. Necesitaba un respiro.La rubia se quedó mirando a la gente que pasaba por la terraza. Todavía no podía aceptar que todo aquello le hubiera ocurrido a su hijo. Se sentía culpable, aunque sabía que no era ella quien conducía aquel coche.Un fuerte suspiro salió de sus labios mientras intentaba recomponerse después de llorar para poder ir a ver a su hijo aún inconsciente.El cielo estaba despejado, sin una sola nube que lo delatara. Pero no hacía calor, el tiempo era agradable y la brisa débil.Rebecca estaba ensimismada y no se dio cuenta cuando Edward se le acercó por detrás y la a
- ¿Qué tal estás? - preguntó Olivia mientras ayudaba a su amiga a doblar la ropa pequeña de Tom. - Es como si todavía estuviera anestesiada. - dijo ella con sinceridad. - ¿Quieres quedarte en mi casa? Hay sitio para ti y para Tom. - Cerró la primera maleta y se dirigió hacia los juguetes para guardarlos. - Ni siquiera sé cómo te fue en el trabajo, el asunto con los hermanos. - Conmigo no tienes que preocuparte por eso. - Sonrió mientras doblaba la ropa fría. - Edward me apoya, más de lo que podría imaginar, y Arthur nunca me ha juzgado. Olivia dejó lo que estaba haciendo y se volvió lentamente hacia su amigo. No estaba segura de si estaba sorprendida o confusa, sentía como si se hubiera perdido un trozo de la historia. - Un momento, ¿cómo que Edward la apoya? ¿Desde cuándo conoces a Arthur? - Se cruzó de brazos mientras miraba seriamente a su amiga. - ¿Hay algo de esta historia que yo no sepa? Por cierto, ¿por qué estaban los dos contigo en el hospital? Estaba confusa, porque