- ¡Tom! - Rebecca se agachó y abrió los brazos, esperando a su hijo, que vino corriendo hacia ella. El pequeño cuerpo del niño chocando con el de su madre en un apretado abrazo lleno de cariño era simplemente la mejor sensación que existía. Rebecca rebosaba felicidad y anhelo al mismo tiempo. - Mamá, estás preciosa. - Tom se apartó para mirar el rostro de su madre y acariciarle el pelo. - ¿Sabías que te he echado tanto de menos? - Oh, mi amor, mamá también te ha echado de menos. - Rebecca se sintió mucho más ligera, su pecho estaba tan tranquilo, era como si no hubiera problemas ni preocupaciones en la vida de la mujer mayor, como si el mundo solo les perteneciera a ella, a su hijo y a su felicidad. - ¿Quieres un helado? Los ojos de Tom se iluminaron de inmediato y aceptó entusiasmado la invitación. Rebecca se levantó y cogió la mano de su hijo. Tom eligió su helado y lo sorbió lentamente para disfrutar del momento con su madre. Aunque solo tenía seis años, sabía muy bien que cua
- Saca a Arthur del país. - Edward irrumpió en la habitación, cogiendo a su madre desprevenida. - Saca a Arthur del país antes de septiembre. Tienes tres meses para hacerlo, ¡convéncele de que abandone el país! ¡INMEDIATAMENTE! - ¿Cómo? ¿Por qué debería hacerlo? ¿Por qué debería hacerlo? - Elizabeth dejó la revista a un lado y devolvió la taza a la mesita del salón antes de levantarse para acercarse a su hijo. - Pareces angustiado, ¿qué ha pasado? - Victoria Stewart ha pasado. - dijo enfadado, y al ver que los ojos de su madre se abrían ligeramente, su ira no hizo más que aumentar. - Victoria tiene previsto volver a Dallas en septiembre para el nombramiento del nuevo embajador. - Elizabeth resopló y apartó la mirada, intentando disimular. - Mamá, sabes muy bien lo que esa mujer le hizo a Arthur, y aun así quieres nombrar la embajadora de Vintage Cosmetics, ¿te das cuenta? - ¿No te preocupas demasiado? - Elizabeth volvió a sentarse y recogió su té. - Victoria es una de las modelos
- ¿Quieres comer algo? - preguntó Rebeca en cuanto entraron en la gran casa, sin dejar de seguirle mientras él evitaba mirarla a los ojos en la medida de lo posible. - Puedo cambiarme rápidamente y prepararte algo si aún no has comido.- Eh..., sí, por favor, pero no algo muy pesado, que tengo el estómago raro. - Comentó mientras se masajeaba el estómago por encima de la camisa de vestir.- ¿Qué sientes? - Rebecca dejó el bolso y el abrigo en el sofá y se acercó a su jefe. Levantó una mano y tocó la frente del joven, que estaba ligeramente sonrojada. Sus ojos aún estaban ligeramente enrojecidos por su reciente llanto, el corazón de la rubia se aceleró ante la proximidad y su rostro comenzó a calentarse.- Como una sensación de ardor, a veces la siento, pero pocas veces. No es algo que deba preocuparme seriamente. - Frunció el ceño, observando atentamente lo que hacía la secretaria.- Tienes un poco de calor, tal vez sea fiebre. - Se alejó, recogiendo sus cosas del sofá. - Date una duc
- Clifford, a mi despacho. - Edward pasó por delante de la mesa de la mujer mayor sin mirarla directamente y se dirigió a toda prisa hacia su despacho.Rebecca se levantó, sin entender por qué su jefe estaba tan serio, pero le siguió en silencio, y cuando entraron en la habitación, él le hizo un gesto para que cerrara la puerta y se sentara frente a él.La carpeta que tenía en la mano la hizo estremecerse por un momento, después de todo, no era tan difícil descubrir que era madre. Ensanchó los ojos un instante y contuvo la respiración: ¿y si él la había seguido la noche anterior? Pero eso no habría explicado el abrazo ni la cercanía en la cocina, el beso, probablemente se habría asustado en cuanto la vio llegar.- Estás ocultando algo, ¿verdad? - Rebecca palideció ante la franqueza de su jefe y se quedó sin voz.- I... - No sabía qué decir, sentía que la despedirían la próxima vez que su jefe dijera algo, sentía que su cuerpo temblaba y la desesperación se apoderaba de ella, pero guar
Como estaba previsto, la Sra. GreenWood no tardó en ponerse en contacto con Clifford. Había pasado un mes y no había sucedido nada tan grave o extraño; las expectativas de la mujer eran altas para esta nueva secretaria.Rebecca estaba nerviosa, no porque perdiera dinero o tuviera que enfrentarse a la mujer, sino porque temía lo que esto pudiera hacer a la relación de los GreenWood como madre e hijo.Un suspiro salió de sus labios mientras estaba distraída, la alarma de su móvil la despertó de su ensoñación y así se levantó, cogió su bolso y su abrigo y se dirigió al despacho de su jefe para decirle que iba a conocer a su madre.- Bien. - Edward juntó las manos y apoyó la cabeza en ellas, luego se encaró con la rubia. - Por favor, no dejes que mi madre te insulte, conozco la figura... Me temo que maldecirá hasta a la cuarta generación. - Se rio levemente, se levantó y se acercó a ella. - Lo que sea, pídele que venga directamente a verme, o llámame, yo iré a verte.- Sabemos que esto so
Rebecca estaba sentada a la mesa de la cafetería tomando su té negro mientras miraba distraída a la gente que pasaba. Apenas se dio cuenta de que una mano la tocaba en el brazo, sacándola de sus pensamientos.- ¿Eh? - Miró al hombre de ojos grises que sostenía un café helado. - El tipo amable.- ¿Puedo hacerle compañía? - Arthur sonrió amablemente y solo recibió una inclinación de cabeza, un poco sorprendido por el silencio de la rubia. - ¿Le ha pasado algo a su hijo? Parece distraído.- No, gracias a Dios está bien. - Ella sonrió levemente, colocando su mano en la mejilla de él, y solo entonces el mayor de los GreenWood vio el enrojecimiento.- ¿Estás bien? Tu mejilla... - Estiró el brazo, pero Rebecca le agarró la mano y se la apartó, suspirando.- Una alergia, creo que el maquillaje que usé me dio una reacción. - Dijo al fin, luego cambió su expresión a algo más ligero y suave, tratando de que el hombre que tenía enfrente se olvidara del asunto, pero Arthur notó un leve rasguño, er
Edward estaba en su habitación leyendo unos informes mientras Rebeca preparaba la cena. El menor de los GreenWood se sentía incómodo por el silencio de su mayor, sabía que algo no había ido bien en la comida, pero no había forma de que Rebecca dijera nada y él lo sabía, tampoco iba a obligarla a decir nada.Además, apenas le miraba a los ojos, tenía miedo de que su madre la hubiera asustado tanto, la hubiera amenazado hasta el punto de que hubiera aceptado el contrato, o incluso estuviera pensando en renunciar a su trabajoEdward recibió una llamada del chófer de su madre y frunció el ceño por lo inusual que era, pero se levantó y salió al balcón de su habitación para contestar.- Rogers, ¿ha pasado algo? - dijo Edward nada más contestar. - ¿Está bien Arthur?- Buenas noches, señor GreenWood. - le saludó Rogers y suspiró-. - Sé que no debería meterme en los asuntos de su familia, pero lo que ha pasado hoy en el restaurante a la hora de comer me ha parecido muy mal, así que he pensado
Edward observaba cada movimiento de Rebecca, que parecía distraída pensando en las tres últimas semanas. Su expresión oscilaba entre el cansancio y la irritación. Su ceño fruncido dejaba claro su estado de ánimo. Desde la situación con la señora GreenWood, se habían acercado más, pero Rebecca siempre lo apartaba y lo trataba de forma diferente cuando alguien pasaba por su lado. Sabía que solo estaba siendo precavida para que no se crearan rumores innecesarios y llegaran a oídos de su madre, pero seguía sintiéndose incómodo con sus repentinos cambios de actitud. Edward se levantó y salió de su despacho en dirección a su ayudante y le quitó los documentos de la mano, dejándola confusa y seria por su actitud. Sabía que no había estado comiendo bien y que se había estado agobiando con el trabajo en las últimas semanas, pero aunque estaba bien, seguía negándose a aceptar que se cansara de esa manera. - Vete a comer, que se te va a arrugar la cara antes si sigues frunciendo el ceño así.