Fuera solo quedaba una candidata, Rebeca. La chica que acababa de salir sonrió nerviosa y se acercó a ella.
- Si yo fuera tú, saldría corriendo y renunciaría a esta entrevista. - Becca frunció el ceño y preguntó por qué. - Aunque es un sueldo alto, no merece la pena. Quiere que estés disponible las veinticuatro horas del día, ¿cómo puedes tener una vida así? Nadie está tan loco como para aceptar eso y renunciar a su propia vida.
- Señorita Clifford. - Rebecca se levantó con un largo suspiro y le dio las gracias cuando la mujer le dedicó una sonrisa alentadora antes de abandonar el pasillo.
- Rebeca Clifford. - Dijo Edward leyendo los documentos que tenía delante sin molestarse siquiera en mirar a la mujer. - Treinta años, licenciada en arquitectura, hizo algunas prácticas hasta los veintitrés, pero luego se dedicó al diseño gráfico, pero abandonó los estudios en el tercer año y nunca trabajó en ese campo. De los 23 a los 27 no trabajó en absoluto, solo fue "ama de casa". Trabajó en RRHH para una pequeña empresa durante tres años. Se divorció hace poco. ¿Ya está?
- Sí, señor. - Rebecca estaba sudando frío, sentía que la tensión aumentaba por miedo a no aprobar, realmente quería y deseaba ese sueldo.
- ¿Por qué eligió nuestra empresa de juegos para móviles? - Cruzó las manos mientras miraba fijamente los documentos, totalmente perplejo y absorto en lo que estaba viendo, la mujer que tenía delante lo tenía todo para ser una gran arquitecta, o si terminaba la escuela de diseño, sería genial en su trabajo. - Por lo que puedo ver, fuiste la primera de tu clase cuando estudiabas arquitectura, con varios premios y certificados por ello, así como varios proyectos que se convirtieron en edificios reales hace años. También has ganado varios premios de diseño. ¿Por qué haces una entrevista para una secretaría? Pareces tener mucho talento, lo harías bien en cualquier sitio. Estoy segura de que con este título podrías trabajar en algún otro campo, sobre todo en el que has estudiado. Seguro que podría trabajar en la empresa de mi madre, ¿por qué no probar con Vintage? Podría ser la diseñadora de los proyectos cosméticos, ¿qué te parece?
- En este momento no necesito trabajar en ninguna de estas áreas... Solo necesito... necesito este dinero, inmediatamente. - Suspiró y cerró los ojos durante unos segundos. - Aunque probara suerte en otra empresa, en algo que me hiciera ganar dinero en arquitectura o diseño, incluso en Vintage, seguiría empezando desde abajo. No trabajé en esas áreas durante años, como tú mismo has visto. Y pasarían años antes de que llegara lo suficientemente alto como para ganar lo mismo que ganaría si trabajara aquí como tu secretaria, así que tu oferta me resulta extremadamente tentadora en estos momentos.
- Me gustó la sinceridad. - Frunció los labios, pensando en otra forma de rebatir a la mujer aparentemente "perfecta" que tenía delante- ¿Tienes hijos? - Edward sonrió con picardía, alzando los ojos para mirar a la rubia que tenía delante. - Si los tuviera, no creo que me fuera posible trabajar aquí, porque no tendría tiempo para tu hijo, por no hablar de viajar por negocios conmigo. Una madre no cambiaría a su hijo por la empresa.
- Yo -Rebecca se mordió el labio y respiró hondo, sintiendo el peso de aquellas afiladas palabras procedentes de la boca de su futuro jefe. Necesitaba aquel trabajo más que nadie. Necesitaría trabajar al menos uno o dos años antes de tener la estabilidad económica suficiente para volver a tener a Tom con ella. - No tengo trabajo.
- ¿No lo tienes? - Él enarcó una ceja, visiblemente decepcionado. Becca frunció el ceño, pero no le hizo mucho caso. - ¿Estarías disponible las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana y solo tendrías vacaciones una vez al año? Supongo que como te acabas de divorciar, probablemente querrás divertirte un poco, ¿no? Tal vez salir y besarse...
- ¡Tengo esa disponibilidad! - dije rápidamente, al ver que la señora sentada en otra silla sonreía y su futuro jefe parecía serio. - Mi principal objetivo en estos momentos es estabilizarme económicamente, creo que ya he pasado la edad de salir por diversión. Además, como ves, me divorcié hace muy poco, así que no quiero meterme en cosas de relaciones, me duele la cabeza solo de pensarlo. Solo necesito este trabajo.
- ¡Está contratada, señorita Clifford! - La señora sonrió y se levantó, tendiéndole la mano a Rebecca. - Soy Elizabeth GreenWood.
- ¡Mamá! Dijiste que no interferirías en la selección de la secretaria, ¡esta es mi empresa! - Edward miró atentamente a su madre, algo irritado. Becca bajó el rostro y le dedicó una sonrisa ligeramente triste, recordando a su hijo, pero pronto volvió a ponerse seria.
- Si no fuera por mí, habrías descartado al mejor candidato de hoy. - Elizabeth sonrió, recogió su bolso y se marchó. - Si no la contrata, ya lo hemos hablado. Señorita Clifford, cuento con usted para que cuide de mi hijo.
- Oh, m****a. - Murmuró enfadado. - Señorita Clifford, está contratada. - Dijo sintiendo un sabor amargo en la boca.
Rebecca estaba esperando el autobús para poder volver al piso de Olivia y darle la noticia. Estaba eufórica y casi rebosante de felicidad por haber conseguido por fin un trabajo después de tanto tiempo. Sabía que podrían despedirla si alguno de los GreenWood descubría la verdad sobre su hijo, pero tenía que arriesgarse, necesitaba el dinero más que nunca. Evitaría cualquier cosa que pudiera irritar a los GreenWood, intentaría ser lo más invisible posible para que nada saliera mal. Aguantaría un año, y si lo conseguía, dos, y entonces intentaría obtener de nuevo la custodia de su hijo. Su suerte era que ya tenía una herencia de sus padres, pero aún no era suficiente para comprar una casa.
Su sonrisa iba de oreja a oreja, pues estaba encantada de conseguir trabajo tan fácilmente. En el fondo, tenía la sensación de que algo pasaría y no tardaría mucho, era demasiado fácil. Por supuesto, tener que convivir con su jefa veinticuatro horas al día durante siete días a la semana la volvería loca enseguida, pero aun así, estaba contenta de estar dando un paso hacia su objetivo.
Le pareció un poco extraño que la señora Elizabeth tuviera tanta prisa en que empezara a trabajar para su hijo, pero se limitó a sonreír y aceptó encantada todas las condiciones que la señora le había dicho. Al final, todas esas cosas serían innecesarias en su vida y el sueldo sería tres veces mayor de lo que ella pensaba, por suerte en menos de un año tendría todo lo que deseaba.
En cuanto llegó el autobús, despertó de sus ensoñaciones y se dirigió al piso de su amiga. Por suerte, sus maletas aún no se habían abierto del todo, así que sería mucho más fácil empaquetar el resto de sus cosas. En dos días empezaría a trabajar y solo de pensarlo se le aceleró el corazón.
- ¡Liv! - Entró en el piso y cerró rápidamente la puerta tras de sí, dirigiéndose hacia la habitación de su amiga, buscándola excitada. - Tengo que decirte algo. Rápido, ¡estoy emocionada! Antes de que explote de felicidad.
- ¡ESTOY EN EL BAÑO! - La voz apagada de la morena resonó desde el cuarto de baño mientras Rebecca se sentaba en la cama y movía los dedos de los pies como una niña ansiosa. - Estoy terminando, dame cinco minutos.
Becca suspiró con ansiedad, casi estallando de excitación. En cuanta Olivia salió del baño vestida solo con una camiseta larga y una toalla enrollada en el pelo, Rebecca saltó de la cama emocionada y se dirigió en su dirección.
- ¿Qué? - Olivia abrazó a su amiga por los hombros y tiró de ella hacia la cocina. Tenía hambre, así que iba a preparar algo de comer. - ¿Ya has comido? - Becca negó, apartándose para sentarse en uno de los taburetes giratorios de la encimera de la cocina. - Conozco esa sonrisa, estás a punto de estallar de felicidad. ¿Qué ha pasado?
- Me han contratado. - Levantó los brazos emocionada mientras los ojos de Olivia se abrían de par en par y soltaba las verduras que sostenía para abrazar a su amiga y compartir con ella toda aquella felicidad.
- ¡Sabía que podías hacerlo! - Besó en la frente a su amiga, que seguía sentada, y volvió a abrazarla. - ¿Cuándo empiezas? ¿En qué vas a trabajar?
- Bueno... sobre eso. - Becca hizo un pequeño guiño, apartó la mirada y se levantó mientras se dirigía hacia las verduras para disimular su rostro. - Es un poco complicado de explicar, pero te aseguro que todo va bien.
- Rebecca Clifford. - Olivia se puso seria, intuía que algo iría mal, nunca ignoraba una sensación así. - Es bueno empezar a hablar antes de que me entere por las malas. Espero que no hayas empezado a traficar con drogas ni nada por el estilo.
- Así que... empezaré en dos días... y no es tráfico. - Empezó a picar las verduras, evitando mirar a su amiga, sabía que se llevaría una reprimenda, pero estaba desesperada, y al final sabía que Olivia lo entendería. - Voy a trabajar para el Sr. GreenWood... como... su secretaria.
- Sé que hay algo que no me estás diciendo, te conozco y sé que estás dudando. Hasta ahora lo estás haciendo bien. - Se cruzó de brazos y se acercó a ella con mirada interrogante. - ¿Cuál es la bomba?
- Así que... voy a ser su secretaria. - Soltó el cuchillo y juntó las manos en plan "mono" mientras sonreía. - Trabajaré... 24/7. Tengo que estar disponible para él en todo momento... - bajó la voz - Tendré que vivir con él.
- ¿Cómo es? - Olivia descruzó los brazos sorprendida, soltó una pequeña carcajada pensando que era una broma para aligerar el ambiente. - He oído mal, ¿verdad? - Cuando su amiga lo negó, sus ojos se agrandaron al instante mientras su asombro se convertía en puro terror. - Tienes que estar loca. ¿Acabas de separarte y te vas a vivir con un tío? Dimite inmediatamente. Te dije que hay una manera más fácil, acepta mi oferta. Dios, te has separado y te has convertido en una completa lunática. - Liv... - Rebecca cerró los ojos durante unos segundos y cuando volvió a abrirlos, abrazó a su amiga y suspiró, luego esbozó una débil sonrisa; no hacía mal en preocuparse, pero no debía ser así. - Sé que está mal que una mujer viva en casa de un hombre y todo eso... pero... no tengo elección. - Sus ojos se llenaron de lágrimas. - Necesito la custodia de Tom, y sé que estoy insistiendo todo el tiempo, actuando como un disco rayado, repitiendo siempre lo mismo... pero Tom es todo lo que más aprecio,
- Te lo enseñaré para que te acostumbres al entorno. - Elizabeth sonrió entusiasmada, mientras Edward se limitaba a poner cara de aburrimiento y asco mientras los seguía en completo silencio unos pasos por detrás. - Edward tiene alergia al polen, así que evitad las flores en casa, y no le gustan los dulces desde que era pequeño, así que excluidlos de cualquiera de sus comidas. - Rebecca pudo oír el suspiro ligeramente molesto del joven que venía detrás de ella, pero no sabía si adoptaba esa actitud porque su madre hablaba todo el rato de él, o si no quería tener a alguien viviendo con él y cuidándolo las veinticuatro horas del día. - Más tarde, les pedí que le dieran un menú con las cosas que debía comer cada día. - Rebeca anotaba todo en su móvil y prestaba atención a todo lo que le decían.- Tienes prohibido entrar en mi habitación bajo ningún concepto. Nunca. Entra. Mi. Habitación. - dijo Edward lentamente. Rebecca giró la cara para mirar a su jefe y frunció el ceño, solo asintió.
Sentado frente a su ventana, Arthur contemplaba con nostalgia el sol que ardía en el exterior, pensando en los últimos cinco años, en los que había pasado la mayor parte del tiempo solo en aquella habitación, a excepción de su madre, que a menudo entraba en la habitación para ver cómo estaba, ni siquiera los criados se atrevían a entrar.Echaba de menos la relación que tenía con su hermano y sobre todo con ella. Suspiró al recordar todos los recuerdos que había tenido con Victoria. Podían pasar siglos, pero era inevitable olvidar; la pelirroja había formado parte de su pasado y tenía un lugar más que especial en su corazón para el resto de su vida.Su sonrisa se tornó triste y llena de añoranza al recordar a su ex prometida y todos los momentos que habían pasado juntos hasta aquella fatídica tarde en la que ella le dio la espalda y jamás volvió ni envió palabra alguna.- No puedo seguir más contigo... No puedo, Arthur, he llegado a mi límite. - Sus ojos vagaban por la habitación, evit
Rebecca estaba sentada en el jardín mirando la foto de su hijo con una pequeña sonrisa en la cara. Le echaba de menos y ese sentimiento la asfixiaba hasta el punto de sentir las lágrimas fluir y el dolor en el pecho hacerle sollozar desesperadamente. Una vez más se sintió inútil por no poder proteger a su hijo y en consecuencia hacerles pasar por un sufrimiento tan innecesario.Desde lejos, en el balcón, Edward sorbía su café y observaba la escena sin entender mucho. Meditó varias veces si debía acercarse a preguntar qué había pasado o si era de mala educación porque aún ni siquiera se conocían bien. Por curiosidad, se acercó a ella, que estaba abrazada a sus rodillas, sollozando, y se quedó mirándola durante unos minutos, sin saber qué decir.- Tú -la sobresaltó y evitó mirarla directamente-. - ¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¿Necesitas ir al hospital? - Lo siento, es que... todo va bien. - Ella sonrió, se secó las lágrimas y se levantó apresuradamente, sobresaltando al hombre más jove
Edward se despertó con un terrible dolor de cabeza, deseando poder hundirse en la cama y dormir un poco más o simplemente desaparecer de la faz de la tierra durante unas horas antes de enfrentarse finalmente al caos que probablemente le esperaba fuera de su habitación como de costumbre. Pero el olor a masa de tortitas le hizo rugir desesperadamente el estómago, despertándole por fin por completo. Respiró hondo, haciendo acopio de todo el valor que le quedaba, y al mirar se dio cuenta de que había, además de su medicación diaria, una pastilla para el dolor de cabeza junto a un vaso de agua, así que dio gracias al cielo por la medicina, la necesitaba.Estiró la mano para coger la medicina y tomársela de una vez, sin importarle si algún día le haría daño. Se dio cuenta de que tenía vendas en las manos y las rodillas y fue entonces cuando recordó la fatídica noche del brote, cuando se había agarrado a su secretaria y había llorado como un bebé en su regazo.Ensanchó los ojos ante cada rec
Habían pasado tres días desde aquella noche lluviosa. Edward observaba cada paso que su secretaria daba dentro y fuera del despacho, buscando un hueco para que pudieran hablar del tema, a nadie se le escapaba que ambos estaban tensos por algo, pero muchos pensaban que era por el nuevo contrato multimillonario de Phoenix Games que estaba a punto de firmarse la semana que viene, al menos eso pensaba Elizabeth. Rebecca estaba cansada de teclear todo el día, no eran más de las cuatro de la tarde, le dolía la espalda, le escocían los ojos de tanto forzarlos y tenía las piernas entumecidas de tanto estar sentada. Se levantó para ir a la cocina a por más café, tal vez la cafeína la ayudaría a mantenerse despierta hasta el final del día. Acababa de verter el café caliente en su taza cuando recibió una llamada, cogió el móvil con una mano y el café con la otra. El nombre de James a plena luz le dio dolor de cabeza y por un momento consideró colgar la llamada para no estresarse por su exmarid
Como de costumbre, la semana fue ajetreada y Rebecca apenas tuvo ocasión de descansar, pero al menos su jefe le había aliviado un poco la tarea de teclear, así que su mano fue mejorando poco a poco, apenas sentía dolor ni molestias por la quemadura.Después de aquella noche en la que Rebecca se sinceró con su jefe, apenas podía mirarle a los ojos sin pensar en el patético papel que había desempeñado al, en cierto modo, desahogarse con él. Pero sentía que ahora estaban en paz, ella conocía su secreto y él el suyo, o al menos él conocía la punta del gigantesco iceberg que era su secreto y ella sentía que le ocurría lo mismo en relación con él. Tom se ponía en contacto con su madre casi todas las noches, ya fuera por mensaje o por videollamada. Rebecca sentía que le ardía el pecho cada vez que oía las palabras "Mamá, te echo de menos" salir de la boca de su hijo. Era tan doloroso estar lejos de su hijo, pero de momento era necesario, en un futuro muy cercano volvería a tener a su hijo a
- ¡Tom! - Rebecca se agachó y abrió los brazos, esperando a su hijo, que vino corriendo hacia ella. El pequeño cuerpo del niño chocando con el de su madre en un apretado abrazo lleno de cariño era simplemente la mejor sensación que existía. Rebecca rebosaba felicidad y anhelo al mismo tiempo. - Mamá, estás preciosa. - Tom se apartó para mirar el rostro de su madre y acariciarle el pelo. - ¿Sabías que te he echado tanto de menos? - Oh, mi amor, mamá también te ha echado de menos. - Rebecca se sintió mucho más ligera, su pecho estaba tan tranquilo, era como si no hubiera problemas ni preocupaciones en la vida de la mujer mayor, como si el mundo solo les perteneciera a ella, a su hijo y a su felicidad. - ¿Quieres un helado? Los ojos de Tom se iluminaron de inmediato y aceptó entusiasmado la invitación. Rebecca se levantó y cogió la mano de su hijo. Tom eligió su helado y lo sorbió lentamente para disfrutar del momento con su madre. Aunque solo tenía seis años, sabía muy bien que cua