Celeste
El gran rey avanza como si estuviera gobernado por otras leyes. Era elegante y rápido, y yo tiemblo cuando estuvo frente a mí.
—¿Qué hay aquí?— susurra.
Con una mano enguantada, tomó mi barbilla y levantó mi cara. Ahí estaba yo, una simple muchacha, frente a ese gran señor, a ese rey de leyendas: alto, imponente, que ahora me miraba impactado.
El rostro del rey era hermoso. Decían que era un lobo que había vivido por siglos, pero a mí me parecía atractivo, como si el tiempo no pasara en él. Su cabello negro y sus cejas oscuras le daban un aspecto misterioso. Su piel era muy clara y veo en su perfecto rostro un ceño lleno de preocupación, y tuve que contener la tentación de pasar mi mano por su cara, aliviar su pena, entender su dolor. Olía al tiempo, a los brotes verdes de las plantas, a semillas abriéndose a la vida.
—No puede ser… —dice voz baja. Su voz era tan aterradora como fascinante.
Aparta mi cabello delicadamente con su mano y, cuando repara en mi horrible cicatriz, vi el espanto en sus ojos. Intenté cubrirme, pero él me contuvo y siguió observándome. Era una marca terrible, una de la que siempre me había sentido avergonzada.
—¿Quién te hizo esto? —pregunta firme, con una voz ronca y furiosa que hizo temblar a los lobos a su lado.
Sus ojos verdes y maravillosos estaban fijos en mí, como si yo fuese la cosa más rara del mundo. Cuando levanta su mano, ya sin guantes, vi sus dedos largos y fuertes. Al tocar suavemente mi mejilla, siento una corriente eléctrica, y sus ojos se abren de par en par.
Había vida, dolor, fascinación y odio en esos ojos. Su mirada se oscureció, y su expresión cambia a furia. Parecía que al gran rey se le había olvidado en qué estaba, qué hacía.
—¿Su Majestad? —aparece una mujer rubia, vestida de guerrera, y me sorprende ver que era una vampira. El rey parece despertar de su trance, y se aleja de mí, resoplando.
—¡Enciérrenlos a todos, y a esta, colóquenla en una celda aparte, en el calabozo sombrío! ¡Ahora mismo! ¡Aléjenla de mí! —ordena sin quitarme la mirada de encima. Las guerreras lo ven extrañadas.
—Pero, es solo una humana —indica la vampira.
—Amelia… —gruñe él. Y le hicieron caso. Fui arrastrada junto con los otros prisioneros. Escucho gritos, más interrogatorios, y alaridos. No sé a cuantos mataron, éramos cada vez menos.
—¿A dónde me llevan? —pregunto mientras nos subían a un camión. Los aliados de mi tío me miraban con desdén.
—Al castillo, y de ahí a donde merecen estar. Den gracias a la diosa de que Su Majestad ha querido que vivan, aunque quizás no por mucho tiempo —susurra la vampira. Era hermosa, pero arrugó la nariz y se alejó de mí lo más pronto posible.
—No sé por qué no te han matado antes, eres un fracaso —dijo Félix, uno de los guerreros de mi tío, esos que me han odiado desde siempre.
—Eres una humana débil y además una mujer —menciona otro. Todos se rieron. Aun en esta situación crítica, me seguían viendo inferior a ellos. La única buena noticia era que no habían atrapado a nadie más. Los niños, Elías y lo que quedó de la manada están a salvo. Había cumplido con mi deber, aunque me sacrificara en el proceso.
—Fui la última que atraparon, y yo me entregué. En cambio, ustedes se supone que son guerreros, y cayeron rápidamente en sus garras —respondo. Gruñeron, agitándose. Nana solía decirme que debía evitar contestar, que me traería problemas. ¿Pero qué problemas peores podía tener en la situación en la que estaba?
—Cállate, humana, o si no...—
—¡Silencio! —gritan las guerreras.
El castillo se asoma, vibrante e impresionante, era gigantesco y estaba muy bien resguardado. Nos arrastraron por pasillos oscuros mientras veo lobos y guerreros caminando de un lado a otro. Bajamos muchas escaleras, pasando por mazmorras iluminadas con antorchas. Se escuchaban gritos, sollozos y chillidos de angustia, y me aterra pensar nuestro destino.
—Tú, por aquí —dijo una guerrera, y me colocó en una celda apartada. Me recosté en la pared húmeda y fría.
Me quedé pensando en Nana, en Elías y en los niños, soñando con volver a verlos. Ya no estaba en manos de un vampiro que me quería para tener un hijo, ni tampoco en las garras de mi tío por primera vez en años. Pero el rey… me había mirado de una forma que no puedo olvidar.
—Hay más de los Lobos Rebeldes que cazar. Pronto caerán en nuestra manos— dijo una guerrera y yo me asusto. ¡No podían atraparlos! Y no se qué hora era cuando siento que había alguien frente a mi celda. Cuando se acerca más a la luz, era un hombre, y me sobresalto al ver que era un vampiro.
—Lo siento, señorita, no quise molestarla —dijo con una voz muy amable. En mi vida nadie me había llamado "señorita", y no sabía si me encantaba o me aterraba.
—Aléjese por favor —susurro. Me doy cuenta de que era un hombre muy bien vestido, de expresión seria.
—Eres una hechicera — susurra asombrado.
—No, no lo soy—
—Hay un poder antiguo en ti. En mis siglos de vida, he conocido a un par, y tú eres una de ellas —menciona él. Mi corazón se acelera. Ser reconocida como hechicera era como tener un cartel en la frente que dijera "amenaza", lo que hacía que te cazaran como a un animal.
—No es mi intención asustarla, señorita, todo lo contrario. Además, no puedo hacerle daño; usted tiene plata... en su sangre. Algo que no había visto hace muchos años, algo que solo hacen las hechiceras. Por eso también la reconocí— explica. Parece ser un vampiro realmente amable, pero me habían enseñado a no confiar en ellos.
—¿Qué es lo que quiere? —pregunto.
—Necesito su ayuda, para buscar a alguien—
—No ayudaré a que nadie más sea apresado por este loco rey —respondo, y él sonríe, como si la idea lo divirtiera.
—En realidad es una búsqueda más personal. Estoy buscando a mi compañera— los vampiros tenían una única compañera, una especie de mate.
—No tengo poderes, ya se lo he dicho —
—Creo que igual puede ser de utilidad. Yo podría sacarla de aquí —menciona, pero solo hay algo que me preocupa.
—Lo haré si ayuda a mi gente —explico detalles sobre Nana, los niños y Elías. Él se queda pensando.
—Lobos... rebeldes. Su Majestad los detesta, pero voy a hacer mi intento—
—Si los ayuda yo estaré en deuda con usted señor— susurro.
—Fabrizio. Mi nombre es Fabrizio—
—Celeste—
—Muchas gracias, Celeste. Creo que vamos a llevarnos muy bien —comenta sonriente y se va. No sé si he firmado mi condena o si realmente obtendré ayuda, pero si puedo salvar a los niños, haría lo que fuera.
Escucho que se llevan a algunos lobos para interrogarlos. Los hombres gritan desesperados y yo me quedo sola en esta mazmorra oscura y fría. Empiezo a temblar cuando el aire se escapa del lugar y alguien se aproxima.
Me quedo sin aliento al ver que es un lobo gigante... una bestia descomunal fija su mirada en mí, roja, acercándose, mientras yo retrocedo, alejándome de la reja.
—¿Quién eres pequeña? ¿Quién eres de verdad? ¿Has venido a torturarnos? —ruge la bestia, y yo tiemblo. Veo sus ojos, esos ojos verdes que me impactan, esos que ya conocía, que me fascinaban y aterraban y tengo que contener un grito.
Celeste —¿Cuáles son tus intenciones... hechicera? —dice la bestia enorme. He pasado mi vida escuchando que no soy nada, un fracaso, y en unas cuantas horas, dos seres poderosos han insistido en que soy una hechicera. No puedo ni hablar, y la bestia bufa.—Eres una cosa pequeña, capaz de arruinarlo todo. No debiste aparecer, se supone que no existes… —ruge, y yo no entiendo nada.—Si me vas a acabar, este es un buen momento —respondo, agotada de esta incertidumbre. Espero que el vampiro ayude a los niños y a mi gente, tal como prometió. La bestia aúlla.—No debiste venir…no debimos encontrarte. No debes existir, ni hoy, ni nunca… —dice la bestia. Veo, con espanto, que con sus garras abre las rejas de mi celda y se acerca con pasos firmes hasta donde estoy, mientras quiero gritar de pánico.Si el rey cree que puede asustarme apareciendo con su gran bestia guerrera, está totalmente en lo cierto. Si antes me sentía como una pequeña muchacha sin poder ni relevancia, ahora esa sensación s
Celeste—Aún no lo sé, pero odia a los lobos rebeldes. Se está vengando uno a uno hasta que den con el alfa Simón. Debo suponer que no tienes información de él— insiste Fabrizio.—No sé donde está. Y no lo digo por lealtad, nunca ha sido bueno conmigo —contesto, tengo miedo de decir que es mi tío. El vampiro me mira admirado, supongo que no es común que haya poca lealtad en las manadas.—Pero te sacrificaste por ellos, ¿por qué? —pregunta curioso mientras me acerca un paquete. Veo con asombro que contiene ropa, accesorios, elementos de aseo, y no puedo describir lo feliz que soy. Jamás tuve tanto en la vida, me siento como una princesa.—Mi padre fue un alfa, y alguien me dijo alguna vez que el rol del alfa es cuidar a todos——Son palabras sabias y has hecho bien, corriste peligro al salvar a los niños y tu amigo. Pero ahora estarás bien, confía en mi Celeste. Te haremos pasar por empleada de la cocina. Más allá hay un pequeño jardín con hierbas y vegetales. Dices que no eres una hech
CelesteCreo que nunca había estado tan cerca de un ser tan poderoso en toda mi vida. No solo eso, sino que sentía su arrojo, su decisión, su poder en cada poro de su piel. El rey de los Lobos no era alguien común, y lo sabía. Yo estaba atrapado entre su cuerpo... y no sabía si era algo malo o bueno. Vi sus labios voluptuosos, tan cerca de mí que podía detallaros claramente, y esa idea me agitaba. Podía adivinar la textura de su traje, oler su cabello. Todo en él indicaba ideas opuestas a lo que había mostrado el rey hasta ahora. Me detesta y quizás cuando estamos más cerca del sol es cuando más nos quemamos, y yo ya no sabía qué pensar. Me empecé a desesperar cuando una voz nos interrumpe.—¿Su Majestad? —escucho, y él se sobresalta. Los lobos tienen habilidades poderosas y distintas; reaccionan más rápido que cualquier humano, y estaba segura de que el rey tenía todas esas habilidades aún más desarrolladas. Pero, aun así, había sido tomado por sorpresa por la vampira que estaba aho
Celeste—Es parte del servicio… Su Majestad —comenta el guerrero.—¿Qué? ¿Qué?—responde el rey atónito, y me mira con odio. Fue entonces cuando la vampira Amelia, que estaba sentada un poco más allá, se levanta y dio golpecitos a su copa con una cucharita.—¡Atención a todos! Su Majestad y el castillo les dan la bienvenida. Cada reunión de nuestros aliados fortalece al reino y debilita a nuestros opositores. Hay mucho por hacer aun luego de la Gran Guerra, pero me agrada informarles que, hace pocos días, atrapamos a varios de los villanos de los Lobos Rebeldes. Sus guerreros opusieron resistencia, pero fueron derrotados. Nuestros hombres y mujeres están trabajando para que pronto demos con su líder, alfa Simón. Estarán aniquilados en poco tiempo —dijo ella, y varios aplaudieron.—¿Alfa? No se le puede ni llamar manada a ese grupo de lobos perdedores —escucho decir a otro hombre más allá, y agacho la cabeza con vergüenza. Aún sentía los ojos de Alaric sobre mí; no creo que le prestara
CelesteDicen que la curiosidad mató al gato, y espero que, los humanos no tengamos el mismo destino. El rey parece nervioso. Las señoritas lo seguían e intentaban hablarle, y cada mirada que él les daba me afectaba. No sé por qué. Él ya había dicho en varias ocasiones, aproximadamente en cada interacción que tuvimos juntos, que yo no era bienvenida, que yo era una enemiga y no debería estar aquí. Pero igual me afectaba, porque uno no controla sus sentimientos. Que esas mujeres fueran tan atractivas, elegantes y superiores no ayudaba en nada en lo absoluto.Por un momento, él desaparece y yo vuelvo a la cocina cuando escucho una discusión acalorada en lo que parecía ser una oficina. No podía creer que de nuevo me topaba con el rey, esta vez con Fabrizio, y ahora no se medían en vociferar.— ¿Cómo es posible que me traiciones de esta manera? —pregunta Alaric, agobiado.—¿Traicionarte? ¡Alaric, por favor! Solo perdoné una vida, bueno, varias... pero todas inocentes——¿Inocentes? ¡Esa man
Celeste La oficina en donde estoy, hermosamente decorada y amplia, se siente pequeña. La luz y claridad que había, era como si de pronto se hubieran apagado. El ruido de la gente más allá de la cocina, de los invitados a lo lejos, el canto de los pájaros nocturnos y el paso de los sirvientes se habían acallado. El mundo se había reducido a él: a sus brazos, al latir de su corazón cerca del mío, a su mano tomando mi mejilla, la otra en mi cintura, a sus labios sobre los míos.Sus labios son como las olas de una playa furiosa, que arremete contra la orilla para luego desperdigarse, brillando entre la arena. No sabía qué esperar; mi vida había cambiado desde que llegué al castillo. Pero jamás imaginé estar así con él, y mucho menos sentir un beso de esta manera. Sus labios parecían decididos, convencidos de probarme, de callarme... y, sin embargo, en cuanto su boca está sobre la mía, es como si nos lanzaran a otro mundo.Escucho cómo exhala, entre desesperado y sorprendido. Su suavidad
Celeste—¿Estos son objetos personales de ella, tu compañera? —pregunto al vampiro cuando saca una caja de madera con varias cosas organizadas: cartas, cuadernos viejos, llaves, una pulsera con detalles de flores, un broche y un pequeño peine con algunos cabellos sueltos de color rojizo.—Sí... y no —me indica él, y empezó a contarme una historia tan increíble como aterradora. —Yo vi a mi compañera, hace siglos. Estábamos en un puerto, y su olor me atrajo. La vi solo por un instante, y cuando fui a ella, ya no estaba. Tú entenderás que eso, para un vampiro, es casi imposible. La voz de ella... la escuché por días, semanas, años... pero creí que la había perdido. Me involucré con los humanos cuando surgieron noticias de que algunos lobos traficaban con humanos y otras criaturas——Así que terminaste en el mundo de los hombres lobo —comenté, y él sonrió.—Así es. Tengo muchos amigos alfas. En la última batalla, cuando uno de ellos quiso obtener más poder y cometieron aberraciones contra o
Celeste —Creo que hemos hecho muchos avances, ¡tremendos avances! —exclamó Fabrizio, muy emocionado. Yo no creía que fuera así, pero él estaba completamente satisfecho. Yo había leído algunos datos, parecían listas y entendí que se trataba de palabras claves, al parecer cuadraban en la mente del vampiro.—De verdad que sí, hemos estado atorados en esto desde hace meses. Vampirito se estaba volviendo insoportable —añadió Eva con gracia.—Creo que tienes buenos instintos. Quizás podríamos hacer algo para mejorarlos. Si los potenciamos, avanzaríamos más rápido —indicó él. Se suponía que si desciframos más de estas claves, daríamos con la compañera de él. Fabrizio buscaba una ubicación, decía que estábamos frente a un mapa desorganizado. Yo, sabiendo el sentido de urgencia que tenía, acepté cualquier cosa que dijera.No había palabras para explicar lo feliz que me hacía todo esto. Había pasado años escuchando que era una fracasada, que no servía para nada, y esos vampiros, fuertes, antig