Celeste
Creo que nunca había estado tan cerca de un ser tan poderoso en toda mi vida. No solo eso, sino que sentía su arrojo, su decisión, su poder en cada poro de su piel. El rey de los Lobos no era alguien común, y lo sabía.
Yo estaba atrapado entre su cuerpo... y no sabía si era algo malo o bueno. Vi sus labios voluptuosos, tan cerca de mí que podía detallaros claramente, y esa idea me agitaba. Podía adivinar la textura de su traje, oler su cabello. Todo en él indicaba ideas opuestas a lo que había mostrado el rey hasta ahora. Me detesta y quizás cuando estamos más cerca del sol es cuando más nos quemamos, y yo ya no sabía qué pensar.
Me empecé a desesperar cuando una voz nos interrumpe.
—¿Su Majestad? —escucho, y él se sobresalta. Los lobos tienen habilidades poderosas y distintas; reaccionan más rápido que cualquier humano, y estaba segura de que el rey tenía todas esas habilidades aún más desarrolladas. Pero, aun así, había sido tomado por sorpresa por la vampira que estaba ahora detrás de él.
Amelia parece desconcertada. Alaric es como si estuviera en trance, en un sueño del que de repente ha despertado. Veo en su boca una expresión de disgusto, y cuando me observa mi cara, esas oleadas de odio reaparecen. Temo que sea mi cicatriz, la idea… me descorazona.
—La reunión ya comienza, Su Majestad —menciona ella cortésmente, y me vuelve a mirar con interés, como si no supiera quién soy o qué hacer conmigo.
—Hechizos... —susurra él.
Se voltea y se aleja de mí, yéndose del jardín con fuertes zancadas de sus largas piernas, como si yo fuese una plaga. Me recuesto en la pared y exhalo angustiada. En el suelo están las hierbas que iba a recoger; se supone que estaba ayudando, pero ya no recuerdo qué debía hacer. Mis manos tiemblan, mi pecho está descontrolado.
—¡La cena! —digo apresurada, intentando funcionar como una persona normal. Debía ayudar a preparar la cena, pero había recibido la visita del señor de la casa, el señor del castillo, el señor que nos gobierna.
Parece ser algo realmente importante, pues todos se mueven de un lado a otro atendiendo diferentes cosas: la comida, los arreglos, los preparativos, las habitaciones para los invitados. Mi corazón galopa recordando ese encuentro en el jardín, y no importa todo lo que tengo que hacer, no puedo olvidarlo. Al rato aparece de nuevo Eva, quien luce aburrida y con ganas de entretenerse en la cocina.
—Vaya, vaya, aquí se ve que ocurre toda la acción... por la diosa, cómo extraño la comida —exclama sentándose, exhalando con aburrimiento mientras observa todo el alboroto alrededor.
—¿Sabes algo de Fabrizio? Necesito hablar con él —comento. Quisiera ayudar a Fabrizio y luego salir a ver si encuentro a Nana. La extraño, solo de pensar en ella me duele, es como si perdiera a mi única familia, la única persona que realmente me quiso.
—Ohhh, el vampirito. Me agrada, no lo voy a negar. Es atractivo con todo su look de buen señor. Aunque no es mi tipo…y bueno, él tiene sus propios asuntos y su propio ritmo, ya lo verás. Y muchos secretos. Muuuuchos secretos —responde agitando su mano como si dijera algo tenebroso.
—Solo quiero cumplir mi parte, él me ayudó, se lo prometí—
—Él venderá a ti, pequeña humana, créeme—
—¿Y esta cena? ¿Sabes a qué se debe? —pregunto, aprovechando que Eva parece querer hablar. Al parecer, los vampiros suelen estar aburridos.
—Ahh, esto es bastante usual en el castillo. Su Majestad está buscando alianzas por doquier. Tuvo una guerra cruel y necesita saber que tiene apoyo —me dice, y luego se acerca como si fuera a contarme un secreto— Y esta en especial está reuniendo a importantes alfas con sus familias, por eso todo el alboroto. Han venido de bastante lejos —
Todo en el castillo parece complicado. Yo sabía poco de la guerra, solo que mi manada había estado del lado del alfa perdedor. Supongo que me toca estar aquí y seguir como si nada hasta que el vampiro aparezca.
—Vampira, por favor, no interrumpa a nuestras trabajadoras —aparece una señora mayor, y Eva levanta las manos en señal de inocencia.
—Solo estoy aquí bajo órdenes —indica, y luego se va contoneándose. La comida huele deliciosa, y la cena debe estar cerca porque el frenesí en las cocinas se intensifica mientras yo coloco frutas y flores en unas tartas dulces.
—¡Todas, acérquense cuanto antes! —aparece una de las señoras.
—Aquí tienen, quédense callados y no miren directamente a los invitados. Hablen solo si les hacen una pregunta, y por nada del mundo miren al rey —dice un hombre lobo, entregando bandejas con comida a los trabajadores de la cocina que hacemos fila. A mí me dan una bandeja con las tartas. No sé si es la bandeja o qué, pero es particularmente pesada.
—¿Qué hace una humana aquí? —pregunta un guerrero cuando estamos ya a las puertas del gran salón. Diosa… voy al gran salón.
—La chica está en las cocinas, por orden de Fabrizio —responde una de las señoras. El hombre me mira con suspicacia, pero me hace señas de que continúe.
Cuando me asomo a la gran mesa, era impactante. Jamás en mi vida había visto tanta abundancia: candelabros de oro, lámparas de brillantes que colgaban majestuosamente, platos de porcelana blanquísima, filas y filas de comida, frutas, carnes, quesos, copas de vino que brillaban de lo pulidas que estaban.
Por supuesto, ahí estaba el rey. Tuve que hacer uso de todas mis fuerzas para mantenerme serena. Alaric está concentrado hablando con la persona a su izquierda, y me asombro al ver que es Fabrizio. La conversación era más bien una discusión acalorada, y el rey comenzaba a levantar la voz.
—¡Te la pasas haciendo lo que quieres! Esto es inaudito, vampiro. ¿Quién demonios te crees? ¿Acaso tú gobiernas aquí? Ingrato, maleducado…—
—No sé a qué se refiere, Su Majestad. Y por nada del mundo son maleducado —dice el vampiro, todo digno, tomando de una copa un líquido rojizo y denso. ¿Sangre? Debe ser, porque, a diferencia de otros invitados, no tiene plato ni comida.
—Sabes bien a qué me refiero. Sé que estás metiendo gente en mi castillo, gente que no deseo tener cerca y... —dice, y de repente se detiene en seco, oliendo el aire, buscando por todos lados, respirando fuerte, hasta que da conmigo. Esos ojos verdes de nuevo chocan con mi presencia. Me detengo con mi gran bandeja, y por un momento creo que todo queda en silencio. Fabrizio también me observa y ve a su rey extrañado. Alaric se ha quedado como congelado.
Me recuerdo continuar y pasar de largo. El rey me sigue con la mirada mientras avanzo a su lado, los ojos casi se le salen, y voltea su cuello hasta que me pierdo detrás de ellos.
Un guerrero me hace señas, y me ubico a un costado, pegada a la pared, intentando hacerme invisible. Veo a Eva posicionarse junto a otras guerreras a un costado. Alaric llama a un guerrero que se acerca, y lo escucho cuando dice claramente entre dientes:
—¿Explíquenme claramente quién demonios trajo a la humana aquí? Hablen ya o juro que quemo este salón ahora mismo—
Hola a todos! Espero que les guste la historia hasta el momento :) Esta historia tiene personajes de otros de mis libros, aunque se puede leer y entender sin haber leído los anteriores. De todos modos les dejo por aquí en el orden para leerlos, ambos disponibles en buenovela: 1ero Una curvy para el alfa 2do Dos alfas crueles para la humana Bso Kika
Celeste—Es parte del servicio… Su Majestad —comenta el guerrero.—¿Qué? ¿Qué?—responde el rey atónito, y me mira con odio. Fue entonces cuando la vampira Amelia, que estaba sentada un poco más allá, se levanta y dio golpecitos a su copa con una cucharita.—¡Atención a todos! Su Majestad y el castillo les dan la bienvenida. Cada reunión de nuestros aliados fortalece al reino y debilita a nuestros opositores. Hay mucho por hacer aun luego de la Gran Guerra, pero me agrada informarles que, hace pocos días, atrapamos a varios de los villanos de los Lobos Rebeldes. Sus guerreros opusieron resistencia, pero fueron derrotados. Nuestros hombres y mujeres están trabajando para que pronto demos con su líder, alfa Simón. Estarán aniquilados en poco tiempo —dijo ella, y varios aplaudieron.—¿Alfa? No se le puede ni llamar manada a ese grupo de lobos perdedores —escucho decir a otro hombre más allá, y agacho la cabeza con vergüenza. Aún sentía los ojos de Alaric sobre mí; no creo que le prestara
CelesteDicen que la curiosidad mató al gato, y espero que, los humanos no tengamos el mismo destino. El rey parece nervioso. Las señoritas lo seguían e intentaban hablarle, y cada mirada que él les daba me afectaba. No sé por qué. Él ya había dicho en varias ocasiones, aproximadamente en cada interacción que tuvimos juntos, que yo no era bienvenida, que yo era una enemiga y no debería estar aquí. Pero igual me afectaba, porque uno no controla sus sentimientos. Que esas mujeres fueran tan atractivas, elegantes y superiores no ayudaba en nada en lo absoluto.Por un momento, él desaparece y yo vuelvo a la cocina cuando escucho una discusión acalorada en lo que parecía ser una oficina. No podía creer que de nuevo me topaba con el rey, esta vez con Fabrizio, y ahora no se medían en vociferar.— ¿Cómo es posible que me traiciones de esta manera? —pregunta Alaric, agobiado.—¿Traicionarte? ¡Alaric, por favor! Solo perdoné una vida, bueno, varias... pero todas inocentes——¿Inocentes? ¡Esa man
Celeste La oficina en donde estoy, hermosamente decorada y amplia, se siente pequeña. La luz y claridad que había, era como si de pronto se hubieran apagado. El ruido de la gente más allá de la cocina, de los invitados a lo lejos, el canto de los pájaros nocturnos y el paso de los sirvientes se habían acallado. El mundo se había reducido a él: a sus brazos, al latir de su corazón cerca del mío, a su mano tomando mi mejilla, la otra en mi cintura, a sus labios sobre los míos.Sus labios son como las olas de una playa furiosa, que arremete contra la orilla para luego desperdigarse, brillando entre la arena. No sabía qué esperar; mi vida había cambiado desde que llegué al castillo. Pero jamás imaginé estar así con él, y mucho menos sentir un beso de esta manera. Sus labios parecían decididos, convencidos de probarme, de callarme... y, sin embargo, en cuanto su boca está sobre la mía, es como si nos lanzaran a otro mundo.Escucho cómo exhala, entre desesperado y sorprendido. Su suavidad
Celeste—¿Estos son objetos personales de ella, tu compañera? —pregunto al vampiro cuando saca una caja de madera con varias cosas organizadas: cartas, cuadernos viejos, llaves, una pulsera con detalles de flores, un broche y un pequeño peine con algunos cabellos sueltos de color rojizo.—Sí... y no —me indica él, y empezó a contarme una historia tan increíble como aterradora. —Yo vi a mi compañera, hace siglos. Estábamos en un puerto, y su olor me atrajo. La vi solo por un instante, y cuando fui a ella, ya no estaba. Tú entenderás que eso, para un vampiro, es casi imposible. La voz de ella... la escuché por días, semanas, años... pero creí que la había perdido. Me involucré con los humanos cuando surgieron noticias de que algunos lobos traficaban con humanos y otras criaturas——Así que terminaste en el mundo de los hombres lobo —comenté, y él sonrió.—Así es. Tengo muchos amigos alfas. En la última batalla, cuando uno de ellos quiso obtener más poder y cometieron aberraciones contra o
Celeste —Creo que hemos hecho muchos avances, ¡tremendos avances! —exclamó Fabrizio, muy emocionado. Yo no creía que fuera así, pero él estaba completamente satisfecho. Yo había leído algunos datos, parecían listas y entendí que se trataba de palabras claves, al parecer cuadraban en la mente del vampiro.—De verdad que sí, hemos estado atorados en esto desde hace meses. Vampirito se estaba volviendo insoportable —añadió Eva con gracia.—Creo que tienes buenos instintos. Quizás podríamos hacer algo para mejorarlos. Si los potenciamos, avanzaríamos más rápido —indicó él. Se suponía que si desciframos más de estas claves, daríamos con la compañera de él. Fabrizio buscaba una ubicación, decía que estábamos frente a un mapa desorganizado. Yo, sabiendo el sentido de urgencia que tenía, acepté cualquier cosa que dijera.No había palabras para explicar lo feliz que me hacía todo esto. Había pasado años escuchando que era una fracasada, que no servía para nada, y esos vampiros, fuertes, antig
Alaric Necesitaba escapar. Salir de aquí. Nunca había sido feliz en ese maldito castillo, y mucho menos quería ser rey o tener ese rol fatídico, pero las cosas sucedían por una razón. Aun cuando quisiera hacer oídos sordos a las señales, tenía que cumplir con mi destino. El destino, esa fuerza extraña que ahora parecía estar en mi contra. Se suponía que un rey podía hacer cualquier cosa. Y, en cambio, yo estaba preso, prisionero del bendito destino.—No importa a dónde vayamos, no va a salir de nuestra mente —resoplaba mi lobo, Roy, mientras corríamos por el bosque. Mi familia había sido la de los primeros lobos, pero nunca fuimos una familia feliz. En la última guerra me enfrenté al único hermano que me quedaba vivo... y lo maté. Era él o el resto del mundo, y yo, como siempre, elegí a todos menos a los míos. —Hicimos lo que teníamos que hacer —repetía mi lobo. Ni siquiera podía escapar de mi lobo. Roy había sido enterrado dentro de mí, muy lejos, hace mucho tiempo. Y justo
Alaric Yo veía todo rojo. Si esto era un hechizo, funcionaba perfectamente. En ese preciso momento, era capaz de vender el castillo con todos sus habitantes dentro con tal de proteger a la hechicera.—¿Dónde está? ¿Dónde está? ¿Dónde está? —repetía desesperado Roy, rogándome que le diera el poder. Lo había hecho varias veces. Él quería asegurarse de que ella era real, y todas las veces, había sido catastrófico. Se rendía como un cachorrito ante ella, y yo no iba a dejar que eso sucediera.—¡Apártense del camino! —grité. Había estado días lejos del castillo, sintiendo como una especie de eslabón invisible atado a mi pecho, me jalaba a ella. Y ahora tenía que reconocer que me volvía a sentir poderoso, como si recuperara toda mi fuerza.—Es por ella —jadeaba Roy, buscando cada vez más pruebas de que ella era… esa palabra que ni siquiera quería repetir. Cuando vi las magnolias en el suelo y a ella retrocediendo, con el lobo acorralándola, no pude controlar a mi bestia. Me transformé en e
CelesteEl lobo se abalanzó sobre mí mientras yo retrocedía aterrada, consciente de que no podría escapar de él. La noche se cernía sobre nosotros y los árboles desnudos hacían todo aún más tenebroso. Y ahí… juro que vi la luz. Reconocería a esa bestia incluso con los ojos cerrados. Sus ojos verdes, como esmeraldas, relampagueaban.—¡Acábenlos! —gritaba Amelia cuando aparecieron más lobos. A mis pies, el rogue ya estaba destrozado, pero vi que otro venía con una pequeña espada. Y era una locura, pero esa pieza de metal me llamaba. Sentía que… susurraba mi nombre, y un zumbido me desconcentró. La llevaba un hombre desgarbado, de ojos rojos, un rogue.—¡Su Majestad! —grité, pero ya era tarde. El rey caía herido, y corrí hacia él.—No, no puede ser... —susurré mientras él extendía su mano hacia mí. La sangre brotaba de la herida en su mano, y yo presionaba con la tela de mi falda para intentar contenerla.—Va a estar bien... va a estar bien —murmuro.—¡Muchacha, aléjate de él! No te lo v