Alaric Cuando me despierto la escena que tengo enfrente me quita el aliento. Celeste toma mi mano con delicadeza, sus dedos entrelazados con los míos, mientras su pulgar descansa en la palma de mi mano. —Nos ha estado cuidando —dice mi lobo, y yo gruño.—Ningún mate ha ayudado a mi familia. Lo que hacen es destrozarnos——Ella es diferente. Nosotros somos diferentes —responde.No sé si es por las hierbas que me ha colocado o simplemente por su toque, pero me siento mejor. Sabía que la herida iba a ser terrible. No era la primera vez que este tipo de artefactos con hechicería me hacía daño. La última vez... había sido catastrófico. Por eso todos en el castillo habían estado tan preocupados.Sin embargo, debían confiar en ella, puesto que la pequeña humana, que supuestamente no tenía poderes, yacía aquí. Yo mismo había demandado sacarla, y aquí estaba. Me quedo observándola un tiempo, ajena a lo que yo hago. Veo su cabello oscuro cayéndole sobre la cara, sus labios entreabiertos. Parec
Celeste —Tienes que hacer todo por cuidarlo, para que se recupere rápidamente. Ya en otra ocasión estuvo herido... y fue un caos. Te lo pido, Celeste —me había rogado Fabrizio.El rey había salido rápidamente de la habitación y yo volví a mi trabajo en la cocina, pero cuando se hizo tarde, regresé a sus recámaras. La guerrera con el parche en el ojo me vigilaba, pero no dijo nada cuando entré para esperarlo adentro.Su habitación era hermosa, había plantas, objetos antiguos, fotos viejas. Su colección de libros era magnífica, eran viejos, otros estaban en lenguas que yo no conocía. Alaric se había marchado apresurado por la mañana, haciéndome preguntas sobre temas de los que no quería hablar. Se había alejado de mí, y aquí seguía yo...¿Qué haces, Celeste? ¿Sigues el pedido del vampiro o realmente quieres estar aquí? Me preguntaba a mí misma. Ansiaba tanto tener un lobo, alguien que escuchara mis dudas y me diera una respuesta. Cuando Alaric regresó, se sorprendió de que estuviera aqu
Fabrizio —¿En qué piensas, vampirito? ¿Qué idea ronda tu cabeza? —pregunta Eva.—Oh, mi querida mercenaria, en mi cabeza revolotean cientos de cosas a la vez... Y en este preciso momento no puedo decidirme por solo una —contesté, y era absolutamente cierto.Habían pasado tantas cosas en los últimos días, y el castillo había estado revolucionado como nunca antes. Y eso que, en los últimos años, habíamos experimentado ataques, invasiones, la llegada de humanos, dos Lunas como nunca se había visto. —Apuesto a que tiene que ver con Cielito, la hechicera, o con este bendito ataque de los rogues —comenta, intentando sacarme información mientras caminábamos hacia la biblioteca. Eva es una buena compañía: inteligente, fuerte, perceptiva, y se había acercado rápidamente a Celeste. Creía que había sido una buena decisión convencer al rey de que perdonara la vida a la vampira. Me llamaban Fabrizio el Sabio, y esperaba seguir con mi buena racha.—¿Por qué ambos eventos estarían separados? —Teo
Celeste Los días siguientes habían sido extremadamente raros. En la cocina me miraban de reojo, las guerreras habían dejado de tratarme como un bicho raro y, si bien me vigilaban, ahora lo hacían con tanto cuidado que era casi imperceptible.Fabrizio dominaba mi tiempo libre, y después de contarle que escuchaba esas armas susurrarme, se había emocionado bastante y me había puesto varias tareas. Entre ellas, un pesado entrenamiento con Eva, quien parecía extremadamente contenta de pelear conmigo. ¿Por qué? No lo sé.—Por la diosa, eres tan débil en cada parte de tu pequeño cuerpo, que no sé ni por dónde comenzar —decía ella, ojeándome luego de que no pudiera ni siquiera terminar los supuestamente básicos y simples movimientos que ella tenía en mente, pero que para mí resultaban una tarea imposible.—Ehhh... gracias —respondí, intentando no parecer ofendida. La realidad es que estaba acostumbrada a ser, como decían en Los Lobos Rebeldes, el eslabón más débil.—Lo siento, no quise ofend
Alaric —Ella ha venido y tú la has rechazado. Lo vas a pagar muy caro, humano infeliz —rezongaba mi lobo.—Si tú no necesitas verla, yo sí. ¡Así que mueve tu trasero hacia nuestra mate! —gritaba desesperado, y juro que me gustaría exorcizarlo.—Ella es la que ha querido alejarse. No quiere nada que tenga que ver con nosotros, ni siquiera ha vuelto a buscarnos —respondí con un tono amargado, aunque sabía que eso no era del todo cierto. Yo le había negado la entrada a mi habitación, aun cuando lo único que ella quería era ayudar. Hasta mis guerreras insistían en que debería verla. Mi mano me dolía, pero mi orgullo aún más.—Ella no entiende el vínculo, aunque lo siente, y tú no ayudas en nada con tus idas y vueltas extrañas. ¡Llévala al jardín, a nuestro jardín! Verás que es nuestra mate —chillaba Roy. El jardín… ese lugar que cree para mi mate. Pero ella no lo era, o al menos eso me decía.Yo pasaba mis días amargado entre reuniones eternas, habladurías y encuentros. Amelia me persegu
Eva Se sentía bien estar en el mundo exterior. Extremadamente bien, para ser sincera. No es que el castillo no fuera cómodo, ni mucho menos; de hecho, estaba tan cómoda como nunca lo había estado en toda mi vida. Me había cansado de ser una vampira mercenaria tratada casi como una esclava. Ahora mismo el vampirito me había dado indicaciones y luego me dejó a mis anchas. Nunca había tenido algo así, y no iba a arruinarlo por nada del mundo. Ni siquiera cuando quería divertirme con el guerrero que me perseguía, solo asustarlo un poco. Fabrizio había dicho que no me metiera con él, pero Su Majestad me había pedido que si era posible, que lo desapareciera.¿A quién le haré caso? Decisiones, decisiones…Lo esperé detrás de un árbol y, cuando salí de improviso, pude escuchar cómo su pobre corazón daba un salto.—¡Por la Diosa en el cielo! —gritó Elías, saltando espantado mientras yo me reía a carcajadas.—Vaya, vaya, pero si no es el guerrero más férreo de Su Majestad —dije con ironía. Era
Alaric —¿Cómo que activaron el protocolo de cierre del castillo? ¡Yo no escucho absolutamente nada! —demando mientras recorríamos los pasillos. Yo llevaba de la mano a la hechicera, prácticamente arrastrándola. Estaba tentado a cargarla entre mis brazos, pero temía que Amelia me lanzara miradas peor de la que ya me estaba dando. ¡Quién lo diría! Yo, el rey supremo y poderoso, preocupado por el qué dirán mis guerreros.—Fue bastante ruidosa Su Majestad, supongo que estaba muy ocupado... —comentó Amelia, y yo gruñí. ¿Para qué negarlo? Estaba perdido en el hechizo de esta pequeña criatura, en su boca, decidido a conocer más de sus secretos. Si no me hubieran interrumpido, no sé a dónde habría llegado.—A donde ella nos los permitiera —añadió Roy.—Además, tuvimos una inundación. Uno de los tanques empezó a filtrar agua —añade ella.—¿Tiene que ver con el ataque? ——No lo creemos. Por ahora, el enemigo no ha entrado al castillo —añadió mientras el suelo retumbaba.—Todo el que pueda pelea
Fabrizio El callejón era de piedra, me había costado llegar hasta aquí, conocía la fama de este tipo de joyería, originaria de esta región, pero solo muy pocos la recordaban. Entré en el pequeño y antiguo taller, casi parecía detenido en el tiempo. Los estantes estaban llenos de relojes, collares y pulseras, pero había algo peculiar en el aire: un leve aroma a madera y flores frescas, que contrastaba con el polvo del lugar. Sonó una campanita y salió un hombre.El joyero era mayor, con manos temblorosas, pero ágiles, me saludó. Percibió de inmediato que yo no era un cliente común. Los vampiros tenemos una presencia que no puede ser ignorada, incluso los humanos deben darse cuenta de que hay algo extraño.—Buenos días, caballero, ¿en qué puedo ayudarle este humilde servidor? —Por lo que sospecho, no es tan humilde. Tengo entendido que es el último representante de la familia Medeas, los más grandes joyeros de antaño —dije, y el hombre sonrió.—El caballero es conocedor y un coleccio