Celeste
—¿Cuáles son tus intenciones... hechicera? —dice la bestia enorme. He pasado mi vida escuchando que no soy nada, un fracaso, y en unas cuantas horas, dos seres poderosos han insistido en que soy una hechicera. No puedo ni hablar, y la bestia bufa.
—Eres una cosa pequeña, capaz de arruinarlo todo. No debiste aparecer, se supone que no existes… —ruge, y yo no entiendo nada.
—Si me vas a acabar, este es un buen momento —respondo, agotada de esta incertidumbre. Espero que el vampiro ayude a los niños y a mi gente, tal como prometió. La bestia aúlla.
—No debiste venir…no debimos encontrarte. No debes existir, ni hoy, ni nunca… —dice la bestia. Veo, con espanto, que con sus garras abre las rejas de mi celda y se acerca con pasos firmes hasta donde estoy, mientras quiero gritar de pánico.
Si el rey cree que puede asustarme apareciendo con su gran bestia guerrera, está totalmente en lo cierto. Si antes me sentía como una pequeña muchacha sin poder ni relevancia, ahora esa sensación se multiplica por mil. La bestia se acerca caminando en dos patas y se coloca frente a mí. Pienso que va a atacarme, pero solo se acerca a olerme. Pasa sus garras por mi cabello y suspira.
—Magnolias... —susurra y yo temo que se dé cuenta de que tengo hierbas y pociones en mi abrigo y en los bolsillos de mi falda. Pero la bestia parece distraída, y ahora yo la observo detenidamente.
Es gigante y monstruosa, como un lobo que jamás he visto, y a la vez, impresionante. Una de sus garras es rojiza y yo no me muevo.
—Eres un error…— murmura viendo mi cara, y temo que se refiera a mi herida. Simplemente, se da la vuelta y se marcha. Vuelve a cerrar la reja, acercando los barrotes con sus garras, y me deja ahí, totalmente confundida.
Al día siguiente, me dan un poco de comida y una de las guerreras me lleva a darme un baño. Esa noche, y las siguientes, la bestia vuelve a acercarse. Yo la escucho en la oscuridad, aunque no puedo verlo, y él tampoco se deja ver. Parece estar vigilándome.
—Magnolias... hechicera... —
—Un error… — repite una y otra vez, y ahora su presencia me causa una extraña sensación. No quiero que se quede, pero a la vez, tampoco quiero que se vaya, por tonto que suene de mi parte. Sus ojos brillan una noche y sé que está ahí a pocos pasos, como si no quisiera alejarse de mí, pero tampoco estar cerca.
—Su Majestad…— digo y sus ojos se suavizan, veo esperanza, y algo más.
—Por favor, no me hables, te lo suplico. No me hechices más…— ruega y me deja. Una noche aparecen los lobos de mi tío. Ahora son menos, y los vuelven a encerrar, mientras los veo golpeados.
—¿Qué ha sucedido? ¿Qué les han hecho? —pregunto, intentando verlos de cerca, ojeando entre los barrotes. Pero no me responden, y yo no insisto.
—¿Qué nos han hecho? ¿Eso quieres saber? Nos han humillado, nos han golpeado, nos han tratado como perros, y nos han pedido información sobre nuestro Alfa. Pero nunca se la daremos —gruñe Félix.
—¿A dónde los llevaron? ¿Hay forma de salir? —pregunto.
—¿No escuchas, niña? ¡Estamos atrapados! ¡Este lugar es un infierno! —grita otro.
—¡Estúpida mujer, todo esto es tu culpa! —exclama otro, y yo me siento perdida.
—¿Mi culpa? ¿Qué he hecho yo?—
—Algo debes haber hecho, porque nos han preguntado por ti una y otra vez. El rey quiere saber en qué andas metida, quién eres— él quiere saber de mí, cree realmente que tengo poderes. Se va a decepcionar cuando sepa la verdad, él y el vampiro amable.
—¿Y qué les han dicho? —pregunto angustiada. No puedo decirles que la bestia ha venido a visitarme, que se queda viéndome, oliéndome... ¿Qué planes tendrá conmigo?
—¡La verdad! Que eres un fracaso, una desgracia, una plaga, y una aprovechada, interesada —grita Félix, y ahora se acerca lo más que puede a mi celda— ¿Qué le has hecho? Dinos, ¿alguna especie de embrujo? Nos engañaste muy bien, nos convenciste de que no tenías ningún poder, pero el maldito rey solo pregunta por ti. ¡Nos va a matar por tu culpa! —grita el lobo desesperado.
—No debieron ir contra él, no debieron apoyar a esos lobos en esa guerra. ¡Esto es culpa de ustedes! — respondo, y ahora gruñen. Me quedo asombrada cuando una piedra golpea mi cabeza. Me doy cuenta de que están lanzando piedras, escombros, lo que encuentran hacia mi celda, mientras me cubro con las manos y me echo hacia atrás.
Algunas piedras impactan afuera, otras entre los barrotes, y unas cuantas llegan a mí. Estoy aterrada, sin saber qué hacer, una vez más víctima de estos hombres. Pongo mis manos en la pared y algo se agita en mí. No tengo dónde correr, cuando escucho un rugido sobrenatural. Los hombres se quedan quietos.
—¿Qué demonios es eso? —exclaman cuando aparece la bestia de nuevo. Esta vez abre la celda de ellos de un solo golpe, desplomándola completamente. Los hombres salen corriendo y gritando, y veo entre las sombras cómo la bestia los aniquila uno a uno. Ellos intentan defenderse, pero no son nada contra ese poder.
—¡Auxilio! ¡Ayuda! —gritan, y yo me quedo petrificada, viendo toda la escena asombrada. Finalmente, quedan un par de lobos, entre ellos Félix, noqueados. La bestia se acerca a mí, cada vez se me parece más al rey, un rey que quiere acabarme.
—Mañana te irás de aquí, lejos, donde no pueda verte tu rostro. No quiero volver a verte nunca más— espeta con odio y con angustia. Luego toma a los lobos sobrevivientes y los arrastra fuera de las mazmorras. Me quedo petrificada viendo la escena, mientras lo escucho susurrar claramente:
—No la tocarán. No la volverán a tocar— me quedo dormida, aún sobresaltada y suelto un grito cuando escucho una voz que me despierta.
—Celi... Celi... — me levanto sorprendida y hay un hombre que conozco.
—Elías... ¿Qué haces aquí? ¿Te atraparon? —pregunto angustiada, pero lo veo perfectamente bien frente a mi celda y temo estar alucinando.
—Un vampiro nos convenció de venir aquí, nos dijo que tenía un trato —responde él tranquilamente, y pienso que la situación es peor. ¡Tanto que había tratado de huir de ellos para terminar justamente aquí! — Las mazmorras ahora estaban limpias… como si nada hubiese pasado.
—No deberían estar aquí, este lugar es peligroso y...—
—Tranquila. Nos costó bastante creerle, pero los niños están en la escuela, en un lugar seguro, y a mí me han ofrecido un trabajo en el castillo. El rey no es tan malo como parece —menciona confiado. ¡Si él supiera!
—¿Así que están bien? —pregunto, y él asiente—. ¿Y qué hay de Nana? —A él se le cae la cara.
—No la pudimos encontrar. El vampiro y yo estuvimos buscándola por días, pero no hay rastros de ella —murmura. Toma mi mano, y siento un pequeño rayo de felicidad.
—Te sacrificaste, Celi... y eso jamás lo olvidaré. Haré lo posible por protegerte —menciona él, y veo sus ojos castaños, que ahora se ven dulces, como cuando era un niño. No puedo evitar sonreír.
Al poco tiempo aparece Fabrizio, y ahora me toca cumplir mi parte del trato.
—Ven por aquí Celeste, te prometo que todos están bien — me saca de la celda y vamos hacia áreas más iluminadas y acogedoras, hasta que finalmente llegamos a la cocina.
—Celeste, debes permanecer escondida aquí por un tiempo, hasta que la situación se calme—
—¿Con su Majestad? Él… dijo que me enviaría lejos. ¿Sabes qué quiere su majestad conmigo?— pregunto.
Celeste—Aún no lo sé, pero odia a los lobos rebeldes. Se está vengando uno a uno hasta que den con el alfa Simón. Debo suponer que no tienes información de él— insiste Fabrizio.—No sé donde está. Y no lo digo por lealtad, nunca ha sido bueno conmigo —contesto, tengo miedo de decir que es mi tío. El vampiro me mira admirado, supongo que no es común que haya poca lealtad en las manadas.—Pero te sacrificaste por ellos, ¿por qué? —pregunta curioso mientras me acerca un paquete. Veo con asombro que contiene ropa, accesorios, elementos de aseo, y no puedo describir lo feliz que soy. Jamás tuve tanto en la vida, me siento como una princesa.—Mi padre fue un alfa, y alguien me dijo alguna vez que el rol del alfa es cuidar a todos——Son palabras sabias y has hecho bien, corriste peligro al salvar a los niños y tu amigo. Pero ahora estarás bien, confía en mi Celeste. Te haremos pasar por empleada de la cocina. Más allá hay un pequeño jardín con hierbas y vegetales. Dices que no eres una hech
CelesteCreo que nunca había estado tan cerca de un ser tan poderoso en toda mi vida. No solo eso, sino que sentía su arrojo, su decisión, su poder en cada poro de su piel. El rey de los Lobos no era alguien común, y lo sabía. Yo estaba atrapado entre su cuerpo... y no sabía si era algo malo o bueno. Vi sus labios voluptuosos, tan cerca de mí que podía detallaros claramente, y esa idea me agitaba. Podía adivinar la textura de su traje, oler su cabello. Todo en él indicaba ideas opuestas a lo que había mostrado el rey hasta ahora. Me detesta y quizás cuando estamos más cerca del sol es cuando más nos quemamos, y yo ya no sabía qué pensar. Me empecé a desesperar cuando una voz nos interrumpe.—¿Su Majestad? —escucho, y él se sobresalta. Los lobos tienen habilidades poderosas y distintas; reaccionan más rápido que cualquier humano, y estaba segura de que el rey tenía todas esas habilidades aún más desarrolladas. Pero, aun así, había sido tomado por sorpresa por la vampira que estaba aho
CelesteMuchos hablan del ganador de una guerra, pero poco se sabe del perdedor. Varias manadas y aliados habían intentado derrocar al rey y a los grandes alfas, y mi manada, los Lobos Rebeldes, perdimos y ahora huíamos desesperados.—Fracasada, el alfa te llama — gruñe el guerrero de mi tío.Mi padre fue el hijo menor del alfa de esta manada pobre, sin territorio y sin poder alguno. Simón, mi tío, era el heredero, pero nunca tuvo un hijo. Así que, cuando mi padre apareció con su mate embarazada, tuvo muchas esperanzas. Inclusive no le molestó que mi madre fuera una hechicera; pensó que podría haber un heredero poderoso. Pero todo se vino abajo cuando no mostré ningún poder.Mi padre murió en una batalla y mi madre, entristecida por la pena, murió. Todos los lobos tienen un rol, algo que hacer, pero yo no servía para nada. Era un fracaso. Una chica pequeña, encorvaba que trataba de no llamar la atención. Agacho la cabeza, ocultando la fea herida que cruzaba mi cara; me la había hecho
Celeste El gran rey avanza como si estuviera gobernado por otras leyes. Era elegante y rápido, y yo tiemblo cuando estuvo frente a mí. —¿Qué hay aquí?— susurra.Con una mano enguantada, tomó mi barbilla y levantó mi cara. Ahí estaba yo, una simple muchacha, frente a ese gran señor, a ese rey de leyendas: alto, imponente, que ahora me miraba impactado.El rostro del rey era hermoso. Decían que era un lobo que había vivido por siglos, pero a mí me parecía atractivo, como si el tiempo no pasara en él. Su cabello negro y sus cejas oscuras le daban un aspecto misterioso. Su piel era muy clara y veo en su perfecto rostro un ceño lleno de preocupación, y tuve que contener la tentación de pasar mi mano por su cara, aliviar su pena, entender su dolor. Olía al tiempo, a los brotes verdes de las plantas, a semillas abriéndose a la vida.—No puede ser… —dice voz baja. Su voz era tan aterradora como fascinante.Aparta mi cabello delicadamente con su mano y, cuando repara en mi horrible cicatriz,