Celeste
Muchos hablan del ganador de una guerra, pero poco se sabe del perdedor. Varias manadas y aliados habían intentado derrocar al rey y a los grandes alfas, y mi manada, los Lobos Rebeldes, perdimos y ahora huíamos desesperados.
—Fracasada, el alfa te llama — gruñe el guerrero de mi tío.
Mi padre fue el hijo menor del alfa de esta manada pobre, sin territorio y sin poder alguno. Simón, mi tío, era el heredero, pero nunca tuvo un hijo. Así que, cuando mi padre apareció con su mate embarazada, tuvo muchas esperanzas. Inclusive no le molestó que mi madre fuera una hechicera; pensó que podría haber un heredero poderoso. Pero todo se vino abajo cuando no mostré ningún poder.
Mi padre murió en una batalla y mi madre, entristecida por la pena, murió. Todos los lobos tienen un rol, algo que hacer, pero yo no servía para nada. Era un fracaso.
Una chica pequeña, encorvaba que trataba de no llamar la atención. Agacho la cabeza, ocultando la fea herida que cruzaba mi cara; me la había hecho justamente mi tío en un momento de furia, “para que todos sepan que no eres nada” me dijo.
—Celeste, por años has estado en esta manada y, aunque no has hecho nada por retribuir, es tu momento —dice mi tío.
—¿A qué te refieres, tío?... digo, alfa —corrijo, él odiaba que yo le dijera "tío"; era una ofensa que yo fuera de su familia.
—Te he encontrado esposo—
No servía para la manada, así que era mi deber era casarme por conveniencia. Al inicio, había interesados porque era hija de una hechicera, quienes eran muy escasas y valiosas. Pero al saber que yo no tenía ningún poder, los candidatos perdían interés
—Este, en particular, cree que, aunque tú no tengas poderes, puedes darle un hijo —responde absolutamente tranquilo, como si no estuviera hablando de que me querían solo para procrear.
—¿Y quién es ese hombre? —pregunto aterrada.
—Humberto, el señor vampiro —responde, y quedo en shock. Escucho la voz de alguien que se entromete: Nana, la anciana de la manada; todos escuchaban su consejo.
—¿Un vampiro? ¡De ninguna manera! Además, es un vulgar mercenario, un asesino a sueldo. ¡La niña no puede casarse con ese monstruo!—
—¡Puede y lo hará! Está convencido de que ella puede darle un hijo, y ¡Él puede darnos un lugar para que la manada pueda esconderse, y la manada está primero! —grita mi tío, y ahora solo había escándalo y gritos, mientras yo deseaba que la tierra me tragara y no tener que seguir viviendo con este miedo.
Nana insistía, siempre había tenido una debilidad por mí. Yo la adoraba, y ella a mí.
—¡Un vampiro es imposible! ¡Yo prometí que ella jamás estaría cerca de un vampiro! —grita ella. Pero yo sabía que mi tío no iba a cambiar de opinión, y por días estuve completamente angustiada. Había visto a Humberto; era un vampiro terrible, malicioso, violento.
Hasta que una noche, Nana me despertó.
—Mi pequeña, tienes que huir—
—¿Huir? ¿Cómo? ¿A dónde?—
—No solo tú, sino todos nosotros. Necesito tu ayuda. Empaca tus hierbas —me puse de pie, saliendo de mi carpa, tomando mis pocas pertenencias, mientras veía más allá a un grupo de mujeres con niños aterrados.
—¡Celi! ¡Celeste! —me gritaron, extendiendo sus manos emocionados. A muchos les había enseñado a leer y les explicaba cosas de la manada, tal como Nana había hecho conmigo.
—Viene otro peligro —dijo Nana mientras caminábamos por la montaña, alejándonos del campamento— Viene gente del Rey andan tras nosotros—
El Rey, el Gran Lobo Guerrero, como le decían. Las historias que se contaban eran terribles, llenas de crueldad y violencia.
—¿Cómo sabes esto, Nana? ¿Por qué no alertaste al alfa y a los demás?—
—Solo lo sé, pequeña, y por ahora eso es suficiente. Andando —contesta.
—¿A dónde van? —escuchamos de repente una voz, y yo me sobresalto. Apareció Elías, un joven guerrero. Éramos amigos cuando éramos pequeños, aunque él se fue alejando de mí cuando empecé a ser considerada un fracaso.
—Elías, muchacho, ven a hacer tu trabajo —espeta Nana. Pero fue entonces cuando escuchamos un rugido atroz y gritos. Sabíamos que el ataque en el campamento ya había comenzado.
—No pueden irse y... —susurra Elías. Era alto y musculoso, tenía el cabello rojizo oscuro y, sin duda, debe ser un lobo fuerte.
—El enemigo viene. Es tu deber como guerrero ayudar a los más débiles. ¡Vamos de prisa, vengan! —exclama Nana, desesperada, y me asombra la rapidez que tiene para su edad. Subimos por una montaña y vimos un túnel. En mi cabeza, más allá, estaríamos libres, pero cuando el ruido se acrecentó, nos dimos cuenta de que el enemigo debía estar pisándonos los talones. Entonces, Nana hizo algo que no vi venir.
—Ve Celeste, pon a todos a salvo —mi corazón se agita, ella siempre me había ayudado y protegido.
—¿Y qué harás tú, Nana?—
—Yo los entretendré. ¡Vamos, que el tiempo es oro! —No podía perderla, y menos dejar a una mujer mayor frente a un enemigo indudablemente poderoso. ¿Qué podría hacer ella?
—Hazme caso, pequeña. Recuerda todo lo que te enseñé y lo que has trabajado con las hierbas. Tienes que tomar tu poción con plata para alejar a los vampiros. Y hay algo muy importante que quiero decirte, Celeste. Algo que debí haberte dicho hace mucho tiempo... —dice nerviosa, pero escuchamos otro rugido y los gritos de un ataque extremadamente cerca.
—¿Nana? ¿Qué cosa? —pregunto, pero ya no hay tiempo. Ella me empuja y le da órdenes a Elías.
—¡Protégelos, protégelos a toda costa! —grita desesperada, y no me dio chance ni siquiera de despedirme. Tomé a los niños y le indiqué a todos que se apuraran mientras íbamos por el túnel. Escuché un grito y sentí el calor de un fuego. Temí no volver a ver a Nana. Hice de tripas corazón e intento cumplir su último pedido.
—Allá, allá hay un claro —indica Elías, y salimos al bosque —Parece que estamos a salvo — reposamos luego de un par de horas, cuando encontramos una cueva. Hasta que escuchamos gritos y órdenes y un gran batallón.
—Nos van a encontrar...—
—Estamos acabados... —susurraban las mujeres y los niños.
—Shh, shh, todos en silencio —dijo Elías, disponiéndose a dar un paso al frente. Yo sabía lo que haría: los distraería, se sacrificaría. Pero él era un guerrero, con él los demás podían sobrevivir, tendrían una oportunidad. Lo detuve y avancé, mientras él me miraba con horror.
—Celi... —me susurró. Ese nombre que me decía cuando era niña. Quizás aún me tenía cariño.
Decían que yo era un fracaso y que no aportaba nada a la manada, pero este era mi momento de hacer algo por ellos. En mi cabeza, escuchaba la voz de Nana, que siempre me decía que nunca me expusiera y que me mantuviera escondida. "Nadie debe encontrarte", repetía. Pero yo no era nada, y confiaba en que a nadie le importaría lo que me pasara.
—¿Quién anda ahí? —dijo una voz femenina.
En poco tiempo, había sido atrapada por lo que parecían ser unas guerreras fuertes, que me arrastraron hacia una fila de gente de mi manada, totalmente sometidos, arrodillados y golpeados.
—Es solo una humana... —dijo una de las guerreras, viéndome con lástima. No sabía qué esperar, hasta que una figura se movió en la oscuridad. Era un hombre alto, y desde donde estaba, podía ver sus ojos verdes brillando.
Me quedé sin aliento. En cuanto se acercó, pude ver su cabello oscuro y su traje negro con detalles en rojo. Nadie tenía que presentármelo, sabía claramente quién era él.
Estaba frente a mi peor enemigo, el que todos temían y a quien nadie quería encontrarse.
Alaric, el Rey de todos los Lobos.
Celeste El gran rey avanza como si estuviera gobernado por otras leyes. Era elegante y rápido, y yo tiemblo cuando estuvo frente a mí. —¿Qué hay aquí?— susurra.Con una mano enguantada, tomó mi barbilla y levantó mi cara. Ahí estaba yo, una simple muchacha, frente a ese gran señor, a ese rey de leyendas: alto, imponente, que ahora me miraba impactado.El rostro del rey era hermoso. Decían que era un lobo que había vivido por siglos, pero a mí me parecía atractivo, como si el tiempo no pasara en él. Su cabello negro y sus cejas oscuras le daban un aspecto misterioso. Su piel era muy clara y veo en su perfecto rostro un ceño lleno de preocupación, y tuve que contener la tentación de pasar mi mano por su cara, aliviar su pena, entender su dolor. Olía al tiempo, a los brotes verdes de las plantas, a semillas abriéndose a la vida.—No puede ser… —dice voz baja. Su voz era tan aterradora como fascinante.Aparta mi cabello delicadamente con su mano y, cuando repara en mi horrible cicatriz,
Celeste —¿Cuáles son tus intenciones... hechicera? —dice la bestia enorme. He pasado mi vida escuchando que no soy nada, un fracaso, y en unas cuantas horas, dos seres poderosos han insistido en que soy una hechicera. No puedo ni hablar, y la bestia bufa.—Eres una cosa pequeña, capaz de arruinarlo todo. No debiste aparecer, se supone que no existes… —ruge, y yo no entiendo nada.—Si me vas a acabar, este es un buen momento —respondo, agotada de esta incertidumbre. Espero que el vampiro ayude a los niños y a mi gente, tal como prometió. La bestia aúlla.—No debiste venir…no debimos encontrarte. No debes existir, ni hoy, ni nunca… —dice la bestia. Veo, con espanto, que con sus garras abre las rejas de mi celda y se acerca con pasos firmes hasta donde estoy, mientras quiero gritar de pánico.Si el rey cree que puede asustarme apareciendo con su gran bestia guerrera, está totalmente en lo cierto. Si antes me sentía como una pequeña muchacha sin poder ni relevancia, ahora esa sensación s
Celeste—Aún no lo sé, pero odia a los lobos rebeldes. Se está vengando uno a uno hasta que den con el alfa Simón. Debo suponer que no tienes información de él— insiste Fabrizio.—No sé donde está. Y no lo digo por lealtad, nunca ha sido bueno conmigo —contesto, tengo miedo de decir que es mi tío. El vampiro me mira admirado, supongo que no es común que haya poca lealtad en las manadas.—Pero te sacrificaste por ellos, ¿por qué? —pregunta curioso mientras me acerca un paquete. Veo con asombro que contiene ropa, accesorios, elementos de aseo, y no puedo describir lo feliz que soy. Jamás tuve tanto en la vida, me siento como una princesa.—Mi padre fue un alfa, y alguien me dijo alguna vez que el rol del alfa es cuidar a todos——Son palabras sabias y has hecho bien, corriste peligro al salvar a los niños y tu amigo. Pero ahora estarás bien, confía en mi Celeste. Te haremos pasar por empleada de la cocina. Más allá hay un pequeño jardín con hierbas y vegetales. Dices que no eres una hech
CelesteCreo que nunca había estado tan cerca de un ser tan poderoso en toda mi vida. No solo eso, sino que sentía su arrojo, su decisión, su poder en cada poro de su piel. El rey de los Lobos no era alguien común, y lo sabía. Yo estaba atrapado entre su cuerpo... y no sabía si era algo malo o bueno. Vi sus labios voluptuosos, tan cerca de mí que podía detallaros claramente, y esa idea me agitaba. Podía adivinar la textura de su traje, oler su cabello. Todo en él indicaba ideas opuestas a lo que había mostrado el rey hasta ahora. Me detesta y quizás cuando estamos más cerca del sol es cuando más nos quemamos, y yo ya no sabía qué pensar. Me empecé a desesperar cuando una voz nos interrumpe.—¿Su Majestad? —escucho, y él se sobresalta. Los lobos tienen habilidades poderosas y distintas; reaccionan más rápido que cualquier humano, y estaba segura de que el rey tenía todas esas habilidades aún más desarrolladas. Pero, aun así, había sido tomado por sorpresa por la vampira que estaba aho
Celeste—Es parte del servicio… Su Majestad —comenta el guerrero.—¿Qué? ¿Qué?—responde el rey atónito, y me mira con odio. Fue entonces cuando la vampira Amelia, que estaba sentada un poco más allá, se levanta y dio golpecitos a su copa con una cucharita.—¡Atención a todos! Su Majestad y el castillo les dan la bienvenida. Cada reunión de nuestros aliados fortalece al reino y debilita a nuestros opositores. Hay mucho por hacer aun luego de la Gran Guerra, pero me agrada informarles que, hace pocos días, atrapamos a varios de los villanos de los Lobos Rebeldes. Sus guerreros opusieron resistencia, pero fueron derrotados. Nuestros hombres y mujeres están trabajando para que pronto demos con su líder, alfa Simón. Estarán aniquilados en poco tiempo —dijo ella, y varios aplaudieron.—¿Alfa? No se le puede ni llamar manada a ese grupo de lobos perdedores —escucho decir a otro hombre más allá, y agacho la cabeza con vergüenza. Aún sentía los ojos de Alaric sobre mí; no creo que le prestara
CelesteDicen que la curiosidad mató al gato, y espero que, los humanos no tengamos el mismo destino. El rey parece nervioso. Las señoritas lo seguían e intentaban hablarle, y cada mirada que él les daba me afectaba. No sé por qué. Él ya había dicho en varias ocasiones, aproximadamente en cada interacción que tuvimos juntos, que yo no era bienvenida, que yo era una enemiga y no debería estar aquí. Pero igual me afectaba, porque uno no controla sus sentimientos. Que esas mujeres fueran tan atractivas, elegantes y superiores no ayudaba en nada en lo absoluto.Por un momento, él desaparece y yo vuelvo a la cocina cuando escucho una discusión acalorada en lo que parecía ser una oficina. No podía creer que de nuevo me topaba con el rey, esta vez con Fabrizio, y ahora no se medían en vociferar.— ¿Cómo es posible que me traiciones de esta manera? —pregunta Alaric, agobiado.—¿Traicionarte? ¡Alaric, por favor! Solo perdoné una vida, bueno, varias... pero todas inocentes——¿Inocentes? ¡Esa man
Celeste La oficina en donde estoy, hermosamente decorada y amplia, se siente pequeña. La luz y claridad que había, era como si de pronto se hubieran apagado. El ruido de la gente más allá de la cocina, de los invitados a lo lejos, el canto de los pájaros nocturnos y el paso de los sirvientes se habían acallado. El mundo se había reducido a él: a sus brazos, al latir de su corazón cerca del mío, a su mano tomando mi mejilla, la otra en mi cintura, a sus labios sobre los míos.Sus labios son como las olas de una playa furiosa, que arremete contra la orilla para luego desperdigarse, brillando entre la arena. No sabía qué esperar; mi vida había cambiado desde que llegué al castillo. Pero jamás imaginé estar así con él, y mucho menos sentir un beso de esta manera. Sus labios parecían decididos, convencidos de probarme, de callarme... y, sin embargo, en cuanto su boca está sobre la mía, es como si nos lanzaran a otro mundo.Escucho cómo exhala, entre desesperado y sorprendido. Su suavidad
Celeste—¿Estos son objetos personales de ella, tu compañera? —pregunto al vampiro cuando saca una caja de madera con varias cosas organizadas: cartas, cuadernos viejos, llaves, una pulsera con detalles de flores, un broche y un pequeño peine con algunos cabellos sueltos de color rojizo.—Sí... y no —me indica él, y empezó a contarme una historia tan increíble como aterradora. —Yo vi a mi compañera, hace siglos. Estábamos en un puerto, y su olor me atrajo. La vi solo por un instante, y cuando fui a ella, ya no estaba. Tú entenderás que eso, para un vampiro, es casi imposible. La voz de ella... la escuché por días, semanas, años... pero creí que la había perdido. Me involucré con los humanos cuando surgieron noticias de que algunos lobos traficaban con humanos y otras criaturas——Así que terminaste en el mundo de los hombres lobo —comenté, y él sonrió.—Así es. Tengo muchos amigos alfas. En la última batalla, cuando uno de ellos quiso obtener más poder y cometieron aberraciones contra o