Hola, querido lector. Te agraedzco que hayas llegado al final de la historia de Isabella y Sebastian, ahora me gustaria invitarte a leer la de Emilio & Grecia en "El hijo del italiano" la encuentran en mi perfil y habrán apariciones de algunos de NUESTROS MAFIOSOS y sus chicas en algunos capitulos como personajes secundarios. ¡No pueden perdersela! Tendrán una aparición muy buena para la trama. El hijo del italiano está es una historia de romance erotica, embarazo, amor-odio entre los personajes, pasión desbordante, sin límites. Una historia que te hará desear estar dentro de ella Pueden encontrarme en mi página de face book para más detalles, adelantos e información sobre este libro; estoy como Miladys Caroline Un abrazo, mila :)
Bella Odiaba discutir con él. Odiaba la forma en la que sus ojos me miraban decepcionados, pero, sobre todo, me odiaba a mí misma por habernos arrastrado a esta situación de no retorno. Era plenamente consciente de mis acciones, y por eso supe que tuve que haberme detenido. Tuve incluso que haber dejado la botella de whisky dentro del minibar del comedor y no sorber de ella. Tuve que haber dejado las maldit4s pastillas hace cuatro meses y no haberme convertido en una jodida adicta a ellas. Pero desde que había desarrollado ese estúpido insomnio no había sido capaz de detenerme. Si cerraba los ojos, la obscuridad me absorbía de un solo bocado. Ninguno de los que estaban en aquella mesa tenían si quiera una puta idea de cómo se sentía querer dormir y no poder hacerlo porque las sombras te consumían. No tenían si quiera la mínima idea de lo que se sentía depender de unos jodidos fármacos para poder conciliar el sueño tres putas horas. No más. No menos. . . . Gia El s
Sebastian Las horas en el despacho se me habían antojado lentas y desesperantes. Eché un vistazo al reloj. Era pasada la madrugada cuando escuche el rumor de unos pasos antes de que Rigo apareciese por la puerta. No venia solo. Arrastraba consigo a un tipejo de no más de veinticinco años y el posible causante de que Isabella haya sucumbido en estupefacientes. Mi jefe de seguridad lo obligo a tomar asiento en la silla del otro lado del escritorio y el respondió mirándome con osadía. Tenía agallas, pero veríamos hasta donde le alcanzaba. Respire hondo y me incline hacia adelante. Los puños cerrados alrededor de la madera de mi escritorio. — ¿Qué tenemos aquí? —pregunte, al tiempo que Rigo me entregaba un sobre. Extraje el documento en su interior. Leonardo Basseli. Veinticinco años. Italiano de madre estadounidense y ex miembro de la organización de Chicago. —Cinco veces preso en lo que va de año por venta ilícita de droga e intento de violación a chicas de menos de veinte a
Bella Abrí los ojos. Desconocía el tiempo que había estado dormida pero ya era de día. Todavía nevaba y la neblina apenas dejaba entrever el horizonte. Su timidez se colaba por la ventana y hacía de la habitación un lugar frio y difícil de soportar. Me encogí dentro de las sábanas y oteé el exterior alrededor de una hora. Me dolía la cabeza, pero ese hecho no fue tan importante como el ahora terrorífico recordatorio de lo que había hecho la noche anterior. «Ketamina...» El hombre del bar llevaba razón cuando me dijo que los efectos de las píldoras conseguirían esfumarlo todo. Y así fue, al menos durante algunas horas, porque allí estaba de nuevo ese vacío estridente que se abría paso a arañazos a través de mi piel y azolaba de golpe. Era pasada la media mañana cuando decidí salir de la habitación. Al principio mis piernas no respondieron como me hubiese gustado. Tuve que aferrarme a la barandilla con fuerza porque no confiaba en
CarloEra como estar presenciando una puta película de acción mal dirigida.Detrás de ellos se desataba un caos que siquiera tenía pies ni cabeza. Lo que si era un hecho es que nuestros atacantes ambicionaban atraparnos ilesos, de lo contrario, mi hermana y Sebastian no hubiesen sobrevivido al encuentro cara a cara con aquellos esbirros.Greco ya había acordonado el ingreso a la mansión con un equipo de diez hombres mientras el resto arañaba tiempo para que ellos ingresaran.Rigo disparó a un hombre que se acercaba por la derecha de Sebastian mientras yo despejaba desde el lado opuesto.Disparé a quema ropa. En el pecho de uno. En el brazo de otro. Cabeza y piernas.El aliento no demoró en amontonárseme en la boca. Tampoco el corazón al latir como un loco sin frenos, pero eso era simplemente el resultado de una creciente adrenalina recorriéndome las venas.Al principio, si quiera pude enfocar la vista en cuantos eran, pero conforme los segundos se convertían en minutos, eran más de el
BellaEra yo quien nos había empujado a aquella situación tan vulnerable, y, aun así, él escogía la prudencia y el amor más grande para observarme.Nuestros labios se tocaban. Compartían el mismo aliento. Su corazón latiendo contra mi pecho, abrigando mis espasmos.Éramos uno mismo.No importaba cuanto la mafia decidiera interponerse. Al final del abismo, de ese obscuro y largo túnel que habíamos atravesado, solo éramos él y yo. Siempre.Me aferré sin limitaciones a su contacto.Mi mano entrelazada a la suya. Mi propio reflejo brillando a través de sus pupilas.Joder, siempre habíamos sido un equipo, ¿en qué momento nos olvidamos de eso?Me asaltaron las lágrimas. Sebastian contuvo las suyas para que las mías no se intensificaran. Pero no pude retenerlas. Ellas resbalaron por mis mejillas y yacieron en el surco de sus labios.—Deja de llorar, mi amor —susurró en mi boca. Limpiándome con el dorso de su mano y sonriendo probablemente para animarme.No era justo para él. No merecía su a
CarloNunca me había alegrado tanto de ver a mi hermano mayor como en ese segundo.Fue como estar reteniendo la respiración bajo al agua por mucho tiempo y sucumbir a la superficie por una bocanada de aliento.Gia respiró detrás de mi espalda. Todo nuestro equipo también lo hizo.Isabella fue la primera en lanzarse a los brazos de su hermano. Él la recibió como si hubiese estado anhelando ese contacto por décadas.Mauro no venía solo. Le acompañaba Analía a su derecha y un grupo de sus hombres de seguridad.Desde luego, el reencuentro se llenó de abrazos y jaleos. Albergó el cariño y el entusiasmo. Isabella, Gia y Analía se fundieron en un abrazo que casi les provocó las lágrimas. El resto de nosotros si quiera reparó en el pudor al momento de tocarnos.—Estás de regreso… —susurré ofuscado.Mauro me miró y acortó la distancia que nos separaba antes de lanzarse a por mí. No sabía cuan urgente resultaba ese contacto hasta que liberé todo el aire que había en mis pulmones y enterré la c
BellaCerré la puerta detrás de mí y permití que la oscuridad de la habitación me atrapara en sus paredes.Detrás había quedado el rumor de las voces y ahora me enfrentaba a la creciente sensación de escalofrío que me recorría el cuerpo entero. Tenía muchísimo calor, pero, al mismo tiempo, un frio terrible que calaba hasta mis huesos.Me estrujé los dedos de las manos hasta sentir que me hería, sin embargo, no era esa clase de dolor que no pudiese soportar, al contrario, aliviaba. Y me apartó por un segundo de esa urgente quemazón que recorría mis venas por la ausencia de los fármacos.Tragué saliva. El pecho subiendo y bajando. La boca seca y entreabierta en busca de aire para llenar mis pulmones.Me acerqué hasta el tocador. Clavé las palmas en el filo de la madera y me miré al espejo. La frente perlada en sudor. Los rastros de unas ojeras que perfilaban mi rostro y el terrible color gris de mis labios.Esta versión de mi estaba cargándose a toda la gente que quería. Si no luchaba c