La otra cara de la Luna
Prefacio
Las hojas del bosque crujían bajo sus patas; el sabor metálico de la sangre inundaba sus sentidos mientras caminaba desorientado por aquel territorio desconocido para él, si bien no era la primera vez que se alejaba de su manada, jamás había llegado tan lejos. No sabía cuál era el motivo, pero se sentía verdaderamente atraído hacia ese territorio de lobos, lo sabía por el olor que llenaba el ambiente.
Sus patas lo llevaron automáticamente por la vereda que se adentraba hacia la manada que, por alguna razón, le parecía bastante familiar. Una especie de recuerdo le asaltó la mente, haciéndolo retroceder con horror: una familia a la mesa, gritos, un sentimiento de odio proveniente de él, una mujer…
Su mujer…
Esa m*****a pesadilla que se había repetido en su mente por los últimos años, no sabía cuántos, ya había perdido la cuenta, y no era que le importara en realidad… últimamente ya nada lo hacía.
Si pudiera terminar con su existencia, hace mucho tiempo lo hubiese hecho. Lo había intentado en numerosas ocasiones, sin embargo, había una fuerza mayor que le impedía terminar con su tarea, algo más fuerte que él, un propósito… un destino.
Llegó sin ser consciente a la orilla de una laguna; limpió sus patas y su hocico, bebió agua y, a pesar del frío clima que comenzaba a sentirse conforme caía la tarde, se permitió refrescarse un poco.
Ya había estado ahí, podía sentirlo en cada fibra de su cuerpo, mas no sabía cuándo, ni por qué.
Caminó durante horas en lo que observó la caída del sol, rodeo la laguna hasta que llegó a la parte más densa de aquel bosque donde se refugió entre dos árboles que se entretejían y lo mantenían oculto del exterior.
El lobo se permitió descansar unos minutos en los que reflexionó sobre su vida, o, su existencia, pues aquello había dejado de ser vida desde hacía mucho tiempo. Tenía familia, supuso, aunque no lo recordaba; pero estaba seguro de que no había simplemente brotado de la tierra como una planta.
¿Alguien lo extrañaría? ¿Alguien lo recordaría siquiera? ¿Qué haría si pudiera volver a ser hombre…? Ni siquiera recordaba cómo se articulaban las palabras.
¿Podría volver a interactuar con las personas…?
Se levantó después de haber descansado lo suficiente y decidió continuar con su camino, cualquiera que ese fuera. Avanzó metros y más metros de espeso bosque, hasta que escuchó las voces a lo lejos. Sus sentidos se habían agudizado cada vez más con los años, mientras más tiempo pasaba como lobo, más rápido dejaba de ser un hombre.
La curiosidad lo invitó a acercarse a esas voces que cada vez se escuchaban más cercanas. Recorrió el extremo de la laguna hasta que pudo ver a las personas reunidas al calor de una fogata.
¿Él alguna vez hizo tal cosa? ¿Tuvo amigos con quien pasar el rato?
No recordaba haber reído como lo hacían ellos, mientras uno de los presentes contaba anécdotas graciosas que apenas lograba comprender.
De pronto, un olor diferente inundó sus fosas nasales; era lo más agradable que había percibido en su vida. No solo era un olor, era una sensación, un sentimiento extraño y poderoso que le hacía latir el corazón de manera frenética. Pensó que moriría en ese instante al reconocer a la causante de su malestar.
La mujer más hermosa que jamás había visto, incluso más que… ella.
Se congeló en su lugar, no podía moverse o respirar correctamente; solo podía recordar una sola vez en la que se había sentido de manera parecida, aunque, no recordaba que hubiese sido tan intenso como lo que sentía justo en ese momento.
La voz de esa mujer… era lo más sensual y perfecto que había escuchado, su dulzura y seguridad a la vez, su cadencia, su soltura…
La admiró durante largo rato, sin poder apartar la vista de esos labios carnosos que se le antojaban tan suaves. La hizo suya en la imaginación y, por un momento, deseo poder ser un hombre de nuevo, solo para tener a oportunidad de acercarse a la dueña de esa exquisita fragancia que gobernaba todos y cada uno de sus sentidos.
De pronto, un sentimiento egoísta como nunca había experimentado se apoderó de él, al ver la manera en que aquel hombre recién llegado rodeaba a la mujer por la cintura y la atraía hacia él. Quiso romper algo en ese momento, la cabeza de ese sujeto parecía ser un buen comienzo.
No pudo frenar a los instintos que lo hicieron caminar en dirección al grupo, se mantuvo sigiloso valiéndose de los árboles que lo rodeaban para no ser descubierto. Era un lobo salvaje, no razonaba de la misma manera en que lo hacía cuando era un hombre, sin embargo, reconocía que no saldría bien librado si se enfrentaba a toda una manada de su misma especie en un territorio ajeno al suyo.
Trató de guardar la compostura, intentó huir de la escena y regresar por donde había llegado, pero, los labios de la mujer se impactaron con los del hombre y ese fue su límite.
Caminó desafiante hacia las personas que, uno a uno, se fueron percatando de su presencia, desatando el pánico en los más vulnerables: las tres mujeres, además de la que se robaba toda su atención, se pusieron de pie y fueron resguardadas por los hombres que las protegían, como si corriesen algún peligro. Y no lo hacían en verdad, pues él solo tenía ojos para la rubia que lo observaba con temor y curiosidad a la vez. «Azules» se respondió a una pregunta nunca hecha, al ver la mirada clara de ella que se clavaba fieramente en la suya.
No resistió más, y se lanzó sobre aquel cuerpo voluptuoso y perfecto que cayó al suelo por inercia. Se mantuvo así, quieto, ansioso sin saber por qué. Gruñó en advertencia al sentir cómo se acercaba una de las mujeres al ataque y, sin pensarlo, la aventó por los aires cuando trató de separarlo de su objetivo…
Así lo había decidido… ella era su objetivo en ese momento.
La joven permaneció a la expectativa de sus intenciones hasta que, por acto reflejo, se acercó a su cuello, dejando a la vista los colmillos que, sin notarlo, ya sobresalían de su boca. En ese momento se desató el caos a su alrededor, pues ella cedió ante el temor que aquel lobo le provocó con su atrevimiento, y su grito lo sacó de ese estado salvaje en el que se había sumido desde hacía más años de los que podía recordar.
Todo tuvo sentido a partir de ahí; fue como si hubiera despertado de un largo sueño. Todos sus recuerdos se agolpaban como una estampida en su mente queriendo reproducir los acontecimientos que lo llevaron hasta ese punto en su vida.
Lo sabía ahora, ese era el motivo por el cuál se encontraba en esa manada, tan lejana a la suya, pero tan familiar para él que, de solo pensarlo, se le revolvía el estómago con los recuerdos que asaltaban su mente confundida.
No era una pesadilla, nunca lo fue… era un recuerdo de lo que había sucedido ahí mismo hacía por lo menos diez años. Lo supo, al reconocer a uno de los hombres que estuvo presentes aquella noche que había marcado su destino hasta la fecha.
Hasta esa noche en la que esa mujer desconocida lo había regresado a la realidad, había abierto las puertas de su mente, le había regresado la esperanza que necesitaba para poder retomar su vida y, siendo un poco más ambicioso, le había devuelto la posibilidad de volver a ser feliz.
Ella era suya, era su compañera. La segunda oportunidad que, sin saber por qué, la diosa le había otorgado después de haberlo castigado por aquel terrible error que cometió una década atrás.
Isaac HoltonLos hombres caen como moscas a mi alrededor, el sonido de las balas rompiendo el aire zumba en mis oídos, pero, aún con todo el caos que me envuelve, lo único en lo que mi mente puede pensar ahora, es en esos penetrantes ojos azules que me desafían con cada pestañeo.Me importa una mierda esta absurda guerra, tanto, que ni siquiera recuerdo el verdadero motivo de estar aquí; sin embargo, ella me lo pidió. Se atrevió a dejar su orgullo de lado y suplicar por mi ayuda, así que, supongo que es importante.Una bala muerde mi hombro haciéndome gruñir, y debo introducir mis dedos para sacarla antes de que se entierre y me impida continuar. Nada me impedirá regresar hoy mismo a su lado, y hacer cumplir la promesa que ha quedado pendiente entre ambos, una que cambiará nuestra vida para siempre, aunque, no de la manera en que ella piensa.«Voy a disfrutar tanto hacerla sufrir, voy a saborear cada segundo de su presencia en mi casa» esa simple idea me hace burbujear la sangre y me
VictoriaMi habitación se ha vuelto mi refugio desde que ese lobo engreído llegó a casa y su presencia llenó el ambiente de negatividad. Ni siquiera quise preguntar por la cena, y no es que tuviera hambre, pero me intriga pensar cómo se ha desenvuelto en un territorio que no es el suyo, solo por curiosidad. Sé bien cómo es en sus terrenos, y de solo pensar que debo regresar a su casa…«Nuestra casa» parece que lo escucho corregirme y mis ojos ruedan por inercia; me molesta reconocer la influencia que tiene sobre mí, aún cuando no se encuentra en mi presencia, y doy la vuelta sobre mi cama tratando de conciliar el sueño que simplemente no quiere aparecer.Me doy por vencida después de rodar y rodar por lo largo de una hora, y decido salir de la habitación en busca de un poco de agua. Camino a hurtadillas sin saber por qué, y cuando llego a la habitación que se encuentra junto a la mía, un grito me sorprende y debo llevar las manos a mi pecho tratando de controlar los latidos acelerados
ISAAC Si alguien me hubiera dicho que después de los años que he odiado a esta gente, un día me sentaría a su mesa, dormiría bajo su techo y comería su comida, sin duda me habría reído en su cara. Sin embargo, lo he hecho y, a pesar de que pensé que sería satisfactorio incomodarlos, que disfrutaría el hecho de verlos sufrir ante el recuerdo que mi presencia en la mesa desata; no pude estar más equivocado, pues, no solo ha sido difícil para ellos, sino que también lo ha sido para mí, cosa que no me divierte en lo absoluto. La mirada de odio que me brinda la rubia a mi lado es una cosa, sin duda puedo lidiar con ella, pero, confieso que no me esperaba la amabilidad de su madre. De pronto los recuerdos invaden mi mente y es como revivir una y otra vez la misma pesadilla que se ha reproducido en mi cabeza durante la última década. La comida me asquea y aun así me obligo a comer cuanto puedo, me duelen las articulaciones y un dolor punzante atraviesa mis sienes como un puto pájaro carpin
VickySalgo de la oficina con el corazón latiendo con fuerza dentro de mi pecho. No puedo creer lo que acaba de pasar ahí dentro; hemos estado bastante cerca otras veces, nos hemos besado incluso, pero, nunca me había sentido tan acalorada en su presencia como hoy. Puede ser el coraje, la impresión de saber que nos casaremos tan pronto, o quizás sea el hecho de haber tenido su enorme miembro en mi mano lo que me provocó tal bochorno, no estoy segura.Por otro lado, ¿qué fue eso?, no es que deseara una unión romántica entre nosotros, ¡cielos!, si fuera mi decisión, tomaría a mi madre y nos marcharíamos de este lugar cuanto antes, pero ¿una boda entre humanos?, eso sí que es nuevo para mí.¿Cómo se supone que debemos actuar?, jamás he estado presente en una celebración así. Estoy segura de que lo hace solo por joderme y no le voy a dar el gusto de verme asustada por esto. Pensándolo bien, he esquivado una enorme bala; he estado tan preocupada por compartir todo lo que soy con un hombre
VickyMaldita naturaleza que me ata a él, maldito instinto que me hace debatirme entre dejar que Holton se desangre, o bajar y tratar de ayudarle. Asomo mi cabeza por un costado de la columna y lo veo llegar hasta la regadera junto a la piscina, deja de ser un lobo frente a mis ojos y su cuerpo desnudo me hace pasar saliva.Odio la manera en que mi respiración se corta y mi corazón se agita. Doy un paso al frente sin ser apenas consciente de mi movimiento y es mi loba la que me advierte que me detenga; su gruñido me frena en seco y debo sacudir mi cabeza para enfocarme de nuevo en el aquí y el ahora.Holton se coloca de espaldas a mí y, aunque hay buena iluminación en el jardín, la distancia no me permite detallar sus facciones con precisión. El agua diluye la sangre de su cuerpo y el piso se tiñe de rojo, mientras que él sigue tallando sus hombros, pecho, su abdomen, su…—¿Vas a seguir mirándome como una acosadora? —Su ronca voz me sorprende y por inercia doy un pequeño salto que me
VickyLa semana se escurrió tan rápido como la arena entre mis dedos, y hoy por fin es el gran día. El día en que uniré mi existencia a la del hombre que odio y me odia por igual. No lo he visto mucho últimamente; sale temprano, llega tarde y nunca comparte la mesa conmigo. Algunas noches lo he visto salir hacia la montaña en su forma lobuna, me he cansado de esperar a que regrese, pero en más de una ocasión lo he escuchado gritar en la madrugada. No niego que me he sentido tentada a ir en su ayuda, pero, después de la última vez, he preferido no hacerlo.Me siento tan cansada ahora mismo, que en lo único en lo que pienso es en que todo esto termine ya. Fue una larga semana entre la prueba del vestido, elegir el salón, las flores, la comida…Jamás pensé decir esto, pero, estoy harta de las compras. Mi cuerpo sin duda necesita un descanso.—Hermosa —pronuncia mi madre llena de sentimiento, mientras la estilista termina de peinar mi cabello—. Sencillamente hermosa.—Estoy de acuerdo —co
IsaacObservo mi reflejo a través del espejo y me siento ridículo. El moño en mi cuello me asfixia casi tanto como la idea de compartir mi vida con esa mujer, y si no fuera por la inquietud que ha demostrado la manada ante su presencia, dejaría las cosas como están sin necesidad de armar todo este circo; pero quieren a su luna, necesitan un ejemplo de estabilidad y compromiso que no puedo darles por mi propia cuenta. Tengo que demostrarles que no volveré a desaparecer, o comenzará la incertidumbre y con ella las traiciones.Salgo de la recámara, escuchando el alboroto tras la puerta frente a mí, observo la pequeña caja que alberga el anillo de compromiso que nunca le di, y pienso en entrar y dárselo ahora, pero es mi tía quien me detiene.—¿Qué haces?, no puedes entrar ahí, es de mala suerte ver a la novia antes de la boda —me explica con horror, como si algo malo pudiera sucedernos si me atrevo a verla solo minutos antes de la ceremonia.—Tonterías —digo. Tomo el pomo de la puerta de
IsaacDejo a Victoria en su habitación y voy a la mía. Intento relajarme y dormir un poco, pero la incomodidad en mi pecho me lo impide. Salgo a la pequeña terraza a tomar aire y la oscuridad de la madrugada en su hora más densa me hace apreciar con mayor facilidad las estrellas en el cielo. Esta noche no hay luna.Mis manos se aferran al barandal con fuerza, el malestar regresa con una punzada que sacude mi cabeza y me hace temblar el cuerpo. No sé cuánto tiempo podré soportar esto, pero a veces solo desearía nunca haber regresado a esta vida.Trato de ignorar la necesidad de cruzar el pasillo y terminar con lo que inicié, pero esa posibilidad murió en el momento en que dejé que el odio que siento hablara por mí. Mi respiración se vuelve pesada y mi animal gruñe desde adentro. La necesita. Yo la necesito. Es indiscutible el maldito lazo que nos une, tanto como el hecho de que detesto todo lo que ella representa.Mis pies me traicionan y salgo de mi habitación enfurecido conmigo mismo