Capítulo 1

Italia

Gina

Deyna Fiorella se había convertido en mi representante desde que llegué a Italia. La compañía me la había asignado. Después de aquello, fuimos inseparables. Más que llevar mi agenda y todo lo relacionado con mi carrera, ella era mi amiga. Llegar a comenzar de cero en un país, que no conocías daba un miedo que te morias y si tenías un soporte como Deyna, todo se volvía más fácil. Por ella hoy tenía la reputación que me gané en el mundo del modelaje.

—No puedo llevar tu agenda y también los asuntos de tu boda.

Puse aquella cara que Deyna detestaba.

—Lo siento —dije con sinceridad—. Sabes que los desfiles me tienen agotada. Solo ayúdame hasta el compromiso. Te prometo hacer todo lo restante.

—Está bien, y ya lo prometiste.

No pude evitar estrecharla en un abrazo. Me encantaba que estuviésemos de acuerdo siempre.

Su teléfono se iluminó. Por la sonrisa en su rostro, sabía que la llamaba aquel hombre. Deyna me había conseguido un contrato para modelar de manera exclusiva la ropa de Alessio Lombardi. Al parecer, ella y el señor Lombardi tenían una relación más allá de los negocios. Escuché a más de una modelo hablar sobre los gustos y deseos de aquel hombre. Me causaba escalofríos. Era asqueroso y retorcido. No podía creer que una mujer disfrutara de aquello, pero parecía que Deyna si lo disfrutaba.

—El señor Lombardi quiere conocerte.

La miré con confusión.

—Puede venir a uno de los ensayos —contesté sin más, pero algo cambió en el rostro de Deyna.

—Creo que no entiendes. Estás en el foco de la prensa, eres la modelo de tu talla con más fama ahora mismo y la única que el señor Lombardi no conoce personalmente.

Aún no comprendía lo que quería decirme.

—No comprendo.

—Quiere que vayas a su oficina. —Y allí entendí muchas cosas.

Cuando el señor Lombardi mandaba a buscar a una modelo a su oficina, era porque ya había investigado todo sobre ella y esta llamó su atención, o eso era lo que se escuchaba en los ensayos. Era lo que se murmuraba cada vez que una modelo subía de nivel, pero yo no era una de esas chicas.

—Si quiere, que venga a conocerme en el ensayo. No iré a su oficina, Deyna. Deberías saberlo.

El color escapó de su rostro y pude ver cómo se ponía nerviosa.

—Gina… —Levanté la mano para detener sus palabras.

No importaba lo que dijera, no iba a permitir que ningún hombre jugara con mi dignidad.

Me alejé de ella y caminé hacia mi habitación. Sabía que tentaba al demonio. Oí que nada se le había negado a aquel hombre, que siempre obtenía lo que quería, pero yo no estaba tan necesitada y estaba comprometida con un hombre que me quería y respetaba, uno que no me exigió más de lo que podía darle y al cual no tenía que cumplir fantasías retorcidas para poder complacerlo. Conmigo se había equivocado.        

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