Capítulo 2

Rechazado

Alessio

Sin poder evitarlo, me toque mirando las fotos de aquella modelo. Nunca pensé que aquel prototipo de mujer pudiera excitarme, pero solo mirar su cuerpo en lencería me provocó un deseo que no bajó hasta que no hice algo por ella. No dudé en llamar a Deyna, pues sabía que era su representante. Ella siempre lograba convencer a todas las modelos de venir a conocerme. Lo que no sabían es que aquello incluía una sección completa de sexo con todo aquello que se me antojara. No podía esperar para tener a Gina Stevens a mis pies, mirándome mientras chupándome.

—Señor, la señorita Fiorella quiere pasar a verle.

Me quedé pensativo por un momento porque en realidad esperaba a otra persona.

—Dile que pase. —Me coloqué la chaqueta y arreglé mi reloj.

Los tatuajes siempre sobresalían aunque tratara de ocultarlos. No lo hacía por vergüenza a ellos, sino por guardar un poco las apariencias

—¿Dónde está? —pregunté con más rudeza de la cuenta cuando entró.

Deyna cayó sobre sus rodillas frente a mí y tuve una vista panorámica de sus pechos, unos jugosos pechos que más de una vez estuvieron en mi boca.

—Se negó a venir.

Sentí algo extraño correr por mis venas y apreté los puños con fuerza

¿Qué demonios había dicho?

«Se negó a verme».

—¿En serio? —cuestioné al acercarme.

Saber aquello me hacía hervir la sangre y también me excitaba. Sabía que sonaba retorcido, pero me había puesto duro de solo pensar que ella me rechazó.

—Abre tu boca —le ordené. Entretanto, me quitaba la correa y bajaba el zipper de mi pantalón. Enredé su cabello en mis manos y metí mi miembro en su boca.

Deyna era una experta con su boca; su lengua recorría cada centímetro de mi longitud. Hacía que me perdiera en aquella sensación de deseo desenfrenado, pero mi mente proyectaba una sola persona a la que quería que estuviese aquí arrodillada. No descansaría hasta hacerla mía.

Desabotoné su blusa y agarré con rudeza su pecho izquierdo. La escuché gemir. Sabía que estaba deseosa porque estuviese dentro de ella, más no había hecho su trabajo y por eso no obtendría su premio, así que tendría que quedarse con aquellas ganas y con el deseo de que estuviera dentro de ella.

—Tienes que hacerla venir a mí —espeté cuando corrí en su boca—. Ella tiene que ser mía

Se puso de pie y se acomodó. La miré fijamente a los ojos. Sabía que no debía decirle nada más. Nada se me había negado y aquella mujer no sería la excepción.

—No se negó a conocerlo, solo al hecho de venir a su oficina. —La observé con arrogancia—. Dijo que le vería en el ensayo para el desfile.

No pude evitar soltar una carcajada.

—¿Ella cree que puede poner las reglas? —Respiré profundo y me pasé la mano por el cabello—. Veremos quién es el que manda.

Hice un gesto con la mano para que se marchara.

Estaba encabronado. Ninguna mujer me desafió y mucho menos una extranjera.

Estaba en mi territorio, aquí mandaba yo. No existía nadie que se atreviera a meterse con Alessio Lombardi.

Tarde o temprano, Gina terminaría rendida ante mí. 

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