Camilo
Gina
La cita con Camilo fue maravillosa, pero todavía tenía dentro de mí la espina de la conversación que tuve más temprano con Deyna. No había tenido noticias de ella en todo el día y no sabía por qué presentía que se debía a mi negativa ante la invitación de aquel hombre. Ella me conocía mejor que nadie. Sabía con certeza que diría que no. Aun así, me hizo aquella propuesta. No sabía hasta qué punto la manipulaba el señor Lombardi, pero, al parecer, era su dueño.
La mano de mi prometido no tardó en deslizarse por mi muslo. Dejaba que Camilo me tocara. Aunque no había rebasado aquella parte y simplemente teníamos sexo oral, era excitante sentir sus manos sobre mi piel. No importaba dónde y cómo fuera. Era la virgen más puta del mundo. Sin embargo, por lo menos cumplió con lo de mantenerme intacta hasta el día de la boda. Sabía que era anticuado, pero les había dicho que cuando me proponía algo lo cumplía, y
Pisotear Alessio Todo fue silencio cuando entré en el salón de ensayos seguido de mis guardaespaldas y mi mano derecha, Alexander. Las miradas lascivas no se hicieron esperar. Me encantaba aquella atención y tener de donde elegir. Las modelos esperaban con ansias el momento en que yo posara mis ojos en ellas. Aquí había mucho de donde escoger. El menú era realmente variado. —¿Dónde está? —le pregunté a Deyna. En aquel momento, apareció ante nosotros. Gina no era 90-60-90, pero no lo necesitaba. Agradecí que esa colección fuese de lencería. Sus pechos se apretaban en aquel sujetador transparente y dejaba ver aquella piel lechosa. La diminuta braga dejaba a la vista más piel de la cuenta. Aquello fue una fantasía erótica; sentí mi pantalón apretarse. Le ordené a Alexander que todos miraran en otra dirección. Aquel monumento solo podía ser contemplado por mis ojos. —¿Puedes prestarme una bata? —l
AsechadaGinaTomé largas respiraciones y miré donde se encontraba Deyna. Estaba avergonzada, podía notarlo en su mirada, pero ella tenía la culpa por dejarse manipular por aquel hombre. No podía creer que me había hecho salir en lencería para que él me mirara. Odié cómo sus ojos me recorrieron con aquella malicia. Además, se mordió el labio inferior y pasó uno de sus dedos por la comisura de su boca. No me pregunten cómo me fijé en todos esos detalles. El muy maldito hacía que se te nublara la mente.—Lo siento. —Traté de calmarme y me cubrí más con el camisón.—Estoy comprometida, Deyna. ¿Qué parte de eso aún no ha entendido? —Escruté nuestro alrededor; todas las miradas estaban sobre nosotras.—¿Rechazaste al señ
Mi perdiciónAlessioMiraba de lejos cómo Gina recogía aquella nota. Sacó el dedo corazón a nadie en particular y luego dio media vuelta para encerrarse en su casa.Estaba perdiendo la cabeza. La conversación que sostuve esta mañana con Deyna, después de que Gina se fue, me dejó aún más intrigado. Era pura. Aquella fiera que me desafió conservaba su virginidad intacta y ya había pensado en las mil formas en las que podía hacerla gritar mi nombre.—Te vas a buscar un problema. —Miré Alexander con cara de pocos amigos—. Puedes tener la maldita mujer que quieras, y te obsesionas con esa en especial.Me tragué el vómito de palabras que tenía para él, porque ¿quién demonios pidió su opinión? Si quería obsesionarme con ella, lo har&iacut
NuncaGinaSolo quedaban algunos días para mi fiesta de compromiso, pero primero debía enfocarme en el desfile que tenía para la marca Lombardi. No pude dormir bien, mucho menos después de aquella nota. Era amenazante y algo psicópata. Pensé en comentarle a Camilo, sin embargo, quizá solo exageraba el asunto, así que me guardé aquello para mí.—¿Ojeras? —cuestionó Deyna.Por cierto, se veía más fresca que una lechuga.—No dormí bien —mascullé—. Al parecer, el diablo me está asechando.Deyna movió los labios con nerviosismo y pude ver una pequeña marca en ellos. Allí supe que estuvo con él.—Stevens, ¿dónde estás? —Observé a Paolo, el diseñador, quien se encontraba más que estresado co
Excitante venganzaAlessioMi secretaria llamó al segundo en que Deyna y Gina entraron en el edificio. Las había visto por la cámara de seguridad. Otra vez quedé sorprendido con la capacidad de Deyna para lograr todo aquello que le pedía. No me importaba la forma en la que arrastró a Gina hasta aquí, solo me importaba el hecho de que al fin estaría a mi merced.Un golpe seco en la puerta me hizo poner recto y la expectación de lo que pasaría aquí bullía por mi piel. Era la primera vez que me sentía tan entusiasmado por un coño. Abrí la puerta e hice espacio para que Gina pasara. Observó de arriba abajo la oficina. Entretanto, yo la recorría con mis ojos; aquella blusa holgada no le hacía justicia a su hermoso cuerpo. Sabía que no me podría quedar callado.—Como modelo, deberías u
Nada másGinaTomé una larga y profunda respiración y salí apresurada de aquel lugar. Traté de mantenerme serena. Todo lo que pasó en aquella oficina me había afectado y asustado. Alessio era el demonio mismo. Su mirada, la forma en que me agarró, en que sus labios rozaron mi cuello, me descolocó. Nunca antes sentí algo como aquello. Nunca antes alguien me puso los nervios de punta.Deyna esperaba por mí en el recibidor y me miró, asombrada, cuando aparecí frente a ella. La observé con rabia. No sabía cómo aquella mujer había caído tan bajo para complacer los placeres de aquel psicópata. Pensé que podía confiar en ella, que tenía una verdadera amiga, pero estaba tan podrida y enferma como el hombre que la manipulaba.—Déjalo ya, Deyna —mascullé con los
Por primera vezAlessioMiraba cómo Gina le hacía sexo oral a su prometido. Las ventanas estaban abiertas y las cortinas recogidas. No se habían percatado de que todo se veía desde afuera y que la oscuridad de la noche no disimulaba nada. Alexander miró en otra dirección. Yo no podía apartar la mirada; parecía un pervertido. Sin embargo, lo que sentía mirando aquello era una rabia que recorría todo mi cuerpo.—En marcha —siseé con los dientes apretados. Alexander posó su atención en mí.—Ahora te dedicarás a asecharla —dijo con molestia—. No me arrastres a tus asuntos la próxima vez.Lo observé en silencio. Estas cosas le desagradaban.—¿Qué tiene ese imbécil? —pregunté de la nada.Por primera vez, Alexander me miró
EscaparGinaTenía una sensación extraña en el estómago que me acompañó todo el día, pero al caer la tarde se esfumó. Una cosa era ensayar frente a las modelos y el personal de la firma y otra muy diferente era mostrarme en ropa interior ante todas esas personas. No me malentiendan: me sentía muy cómoda con mi cuerpo, pero no con las miradas que aún no se acostumbraban a las modelos como yo.—¿Y esa cara? —cuestionó Diana, la maquillista, quien terminaba de retocar mi maquillaje.—Esto de la lencería me gana.Me sonrió con dulzura y giró la silla para que la mirara a los ojos.—¿Te digo un secreto? —susurró—: Eres la más hermosa y real de todas las chicas que están aquí. Vas a deslumbrarlos.Le agradecí con una sonrisa y m