Siempre fui como soy. Recuerdo que la escuela pudo ser un infierno, pero nunca permití que nadie me humillara. Mi madre hizo todo lo posible por cambiar mi apariencia. ¿Quién le había dicho a ella que yo quería cambiar? Me hacía la misma pregunta cada vez que llegaba el tema a la hora de la cena. Mi padre respiraba profundo y la miraba con atención, simplemente para que no hiciese algunos de sus dramas. Jimmy, mi hermano, solo resoplaba con fastidio y fijaba sus ojos en mí. Con su mirada me decía todo: Darla lo tenía cansado.
—Hablé con la nutrióloga y me dijo que quiere verte la próxima semana. No estoy diciendo que estás gorda, pero si bajaras un poco de peso, te verías mucho mejor.
Dejé la cuchara a un lado y miré a mi madre con molestia.
—Ya hemos hablado de esto. Me siento bien conmigo misma. Si tú no te sientes bien, entonces es tu problema.
Contrajo el rostro y buscó apoyo en mi padre.
—Gina nunca se ha acomplejado, no es una chica solitaria y lleva una vida normal. Lo del problema —dijo mi padre e hizo comillas en el aire—, solo lo ves tú. Si algún día tu hija decide bajar de peso, será por ella misma.
Mi padre me guiñó el ojo y el tema quedó zanjado. Amaba a Rey. Siempre había sido un hombre de pocas palabras, pero decía lo correcto. Desde que tenía uso de razón, siempre me defendió, cuidó y protegió. También me enseñó que no debía dejarme pisotear por nadie, que mis batallas debía lucharlas yo y nadie más, que me olvidara de mi mamá y su obsesión por mi peso, que era hermosa tal como era y quien no quisiera verme, que se cubriera los ojos.
—Seré modelo curvy —afirmé de la nada.
Mi madre se atragantó con la comida, Jimmy alzó una de sus cejas con asombro y mi padre me sonrió con orgullo.
Y aquello fue lo primero que me propuse en la vida. No sabía si lo lograría, pero cuando algo se me metía en la cabeza, no descansaba hasta lograrlo y ya me había fijado aquella meta.
Ser modelo no era algo con lo que una chica de mi peso y contextura soñaba, pero nunca me limité, incluso tenía al chico más sexy y caliente de toda la escuela como novio, así que para Gina Stevens no había imposibles y se lo demostraría a mi madre.
Italia Gina Deyna Fiorella se había convertido en mi representante desde que llegué a Italia. La compañía me la había asignado. Después de aquello, fuimos inseparables. Más que llevar mi agenda y todo lo relacionado con mi carrera, ella era mi amiga. Llegar a comenzar de cero en un país, que no conocías daba un miedo que te morias y si tenías un soporte como Deyna, todo se volvía más fácil. Por ella hoy tenía la reputación que me gané en el mundo del modelaje. —No puedo llevar tu agenda y también los asuntos de tu boda. Puse aquella cara que Deyna detestaba. —Lo siento —dije con sinceridad—. Sabes que los desfiles me tienen agotada. Solo ayúdame hasta el compromiso. Te prometo hacer todo lo restante. —Está bien, y ya lo prometiste. No pude evitar estrecharla en un abrazo. Me encantaba que estuviésemos de acuerdo siempre. Su teléfono se iluminó. Por la sonrisa en su rostro, sabía que la llamaba
Rechazado Alessio Sin poder evitarlo, me toque mirando las fotos de aquella modelo. Nunca pensé que aquel prototipo de mujer pudiera excitarme, pero solo mirar su cuerpo en lencería me provocó un deseo que no bajó hasta que no hice algo por ella. No dudé en llamar a Deyna, pues sabía que era su representante. Ella siempre lograba convencer a todas las modelos de venir a conocerme. Lo que no sabían es que aquello incluía una sección completa de sexo con todo aquello que se me antojara. No podía esperar para tener a Gina Stevens a mis pies, mirándome mientras chupándome. —Señor, la señorita Fiorella quiere pasar a verle. Me quedé pensativo por un momento porque en realidad esperaba a otra persona. —Dile que pase. —Me coloqué la chaqueta y arreglé mi reloj. Los tatuajes siempre sobresalían aunque tratara de ocultarlos. No lo hacía por vergüenza a ellos, sino por guardar un poco las apariencias —¿Dónde est
Camilo Gina La cita con Camilo fue maravillosa, pero todavía tenía dentro de mí la espina de la conversación que tuve más temprano con Deyna. No había tenido noticias de ella en todo el día y no sabía por qué presentía que se debía a mi negativa ante la invitación de aquel hombre. Ella me conocía mejor que nadie. Sabía con certeza que diría que no. Aun así, me hizo aquella propuesta. No sabía hasta qué punto la manipulaba el señor Lombardi, pero, al parecer, era su dueño. La mano de mi prometido no tardó en deslizarse por mi muslo. Dejaba que Camilo me tocara. Aunque no había rebasado aquella parte y simplemente teníamos sexo oral, era excitante sentir sus manos sobre mi piel. No importaba dónde y cómo fuera. Era la virgen más puta del mundo. Sin embargo, por lo menos cumplió con lo de mantenerme intacta hasta el día de la boda. Sabía que era anticuado, pero les había dicho que cuando me proponía algo lo cumplía, y
Pisotear Alessio Todo fue silencio cuando entré en el salón de ensayos seguido de mis guardaespaldas y mi mano derecha, Alexander. Las miradas lascivas no se hicieron esperar. Me encantaba aquella atención y tener de donde elegir. Las modelos esperaban con ansias el momento en que yo posara mis ojos en ellas. Aquí había mucho de donde escoger. El menú era realmente variado. —¿Dónde está? —le pregunté a Deyna. En aquel momento, apareció ante nosotros. Gina no era 90-60-90, pero no lo necesitaba. Agradecí que esa colección fuese de lencería. Sus pechos se apretaban en aquel sujetador transparente y dejaba ver aquella piel lechosa. La diminuta braga dejaba a la vista más piel de la cuenta. Aquello fue una fantasía erótica; sentí mi pantalón apretarse. Le ordené a Alexander que todos miraran en otra dirección. Aquel monumento solo podía ser contemplado por mis ojos. —¿Puedes prestarme una bata? —l
AsechadaGinaTomé largas respiraciones y miré donde se encontraba Deyna. Estaba avergonzada, podía notarlo en su mirada, pero ella tenía la culpa por dejarse manipular por aquel hombre. No podía creer que me había hecho salir en lencería para que él me mirara. Odié cómo sus ojos me recorrieron con aquella malicia. Además, se mordió el labio inferior y pasó uno de sus dedos por la comisura de su boca. No me pregunten cómo me fijé en todos esos detalles. El muy maldito hacía que se te nublara la mente.—Lo siento. —Traté de calmarme y me cubrí más con el camisón.—Estoy comprometida, Deyna. ¿Qué parte de eso aún no ha entendido? —Escruté nuestro alrededor; todas las miradas estaban sobre nosotras.—¿Rechazaste al señ
Mi perdiciónAlessioMiraba de lejos cómo Gina recogía aquella nota. Sacó el dedo corazón a nadie en particular y luego dio media vuelta para encerrarse en su casa.Estaba perdiendo la cabeza. La conversación que sostuve esta mañana con Deyna, después de que Gina se fue, me dejó aún más intrigado. Era pura. Aquella fiera que me desafió conservaba su virginidad intacta y ya había pensado en las mil formas en las que podía hacerla gritar mi nombre.—Te vas a buscar un problema. —Miré Alexander con cara de pocos amigos—. Puedes tener la maldita mujer que quieras, y te obsesionas con esa en especial.Me tragué el vómito de palabras que tenía para él, porque ¿quién demonios pidió su opinión? Si quería obsesionarme con ella, lo har&iacut
NuncaGinaSolo quedaban algunos días para mi fiesta de compromiso, pero primero debía enfocarme en el desfile que tenía para la marca Lombardi. No pude dormir bien, mucho menos después de aquella nota. Era amenazante y algo psicópata. Pensé en comentarle a Camilo, sin embargo, quizá solo exageraba el asunto, así que me guardé aquello para mí.—¿Ojeras? —cuestionó Deyna.Por cierto, se veía más fresca que una lechuga.—No dormí bien —mascullé—. Al parecer, el diablo me está asechando.Deyna movió los labios con nerviosismo y pude ver una pequeña marca en ellos. Allí supe que estuvo con él.—Stevens, ¿dónde estás? —Observé a Paolo, el diseñador, quien se encontraba más que estresado co
Excitante venganzaAlessioMi secretaria llamó al segundo en que Deyna y Gina entraron en el edificio. Las había visto por la cámara de seguridad. Otra vez quedé sorprendido con la capacidad de Deyna para lograr todo aquello que le pedía. No me importaba la forma en la que arrastró a Gina hasta aquí, solo me importaba el hecho de que al fin estaría a mi merced.Un golpe seco en la puerta me hizo poner recto y la expectación de lo que pasaría aquí bullía por mi piel. Era la primera vez que me sentía tan entusiasmado por un coño. Abrí la puerta e hice espacio para que Gina pasara. Observó de arriba abajo la oficina. Entretanto, yo la recorría con mis ojos; aquella blusa holgada no le hacía justicia a su hermoso cuerpo. Sabía que no me podría quedar callado.—Como modelo, deberías u