XXXIII Su esperanza
Aldea Mendak, sur de Galaea

Con el alba regresó Furr a la aldea. Un Dumas que labraba la tierra detuvo su labor y alzó la mano para saludarlo alegremente. Furr le devolvió el saludo con una sonrisa, que se desvaneció en cuanto la criatura dejó de mirarlo.

—¡Qué bueno que hayas vuelto! —le dijo otro Dumas, palmeándole la espalda.

Furr también le sonrió. Todos sus temores de que algo sucediera en su ausencia quedaban así en el olvido. Su verdadera identidad seguía siendo desconocida para las repugnantes criaturas y el plan de infiltración continuaba en marcha.

—Ayer cazamos un jabalí. Lo hicimos siguiendo tu consejo y nadie salió herido.

—Eso está muy bien, Liam. Ten, los he recogido de camino. Tal vez podríamos sembrar los cuescos y, con suerte, germinen.

El Dumas recibió de buena gana el saco con melocotones que Furr llevaba al hombro.

—No pierdas más tiempo y ve a ver a tu esposa. —El Dumas volvió a palmearle el hombro.

A pocos pasos de la cabaña, el acelerado palpitar del coraz
NatsZ

Mel quiere confiar en los Dumas. ¿Acabarán los Tarkuts siendo traicionados como antes? Azot ya habla, ¿qué cosas tendrá para decir?

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