Alguien se ha deslizado bajo la tierra y se ha llevado a Desz. ¿Será el inicio de la reconciliación o del peor de los desastres?
En lo profundo de un bosque Desz tosía, escupiendo la tierra que le cubría la cara. Respiró a bocanadas luego de no poder hacerlo mientras era jalado bajo tierra. Un suave capullo lo había envuelto luego de liberarlo del patíbulo y lo había dejado allí, en ese bosque desconocido.Incapaz de levantarse con una pierna destrozada, permaneció en el suelo, contemplando la silueta del ser que se acercaba por entre los árboles. No pudo distinguir su aroma, todo olía a la humedad de la tierra cálida, al verdor del bosque y su aliento. El andar tambaleante del oscuro ser lo hizo dudar sobre su naturaleza. No supo de quién se trataba hasta que le habló. —Desz... —pronunció ella, con voz funesta y grave. El Tarkut la observaba, buscando la imagen que, pese a sus esfuerzos, seguía recordando. Se había convertido la refinada princesa arkhamita en una criatura salvaje, cuya aura fría podía sentir pese a la distancia. Fría como el hielo, como su propia piel, como una planta.—Prometiste que nunca
Campamento de los TarkutsAl amanecer partió el Tarkut enviado por Furr a Uratis. ¿Su misión? Contactar a Desz y ponerlo al tanto de los últimos movimientos de los Dumas.—Espero que Desz regrese cuanto antes, no podemos perder más tiempo —decía Furr. Mel había ido al río y fue tras ella. Tenía demasiadas cosas en las que pensar como para además lidiar con la tristeza de su amada, pero allí estaba, sentado junto a ella viendo los pequeños peces de colores nadando en el agua cristalina. —Vamos a vengarlos, Mel, eso te dará la tranquilidad que has perdido. —El deseo de venganza sólo alimentará mi ira. He visto lo que es capaz de hacer la ira —dijo ella, mirando a Furr—. No quiero que la ira y el odio me consuman, no quiero acabar perdiéndome a mí misma. Tengo miedo de que esto que siento en mi pecho nunca se desvanezca. Furr la abrazó. Le besó la frente y los labios que se habían vuelto pálidos. —Aquí la ira soy yo, Mel. No vas a ocupar mi lugar. —¿Y cuál es el mío? —Tú eres... la
Por entre las verdes hojas Desz vio al sol iluminar el cielo sobre el laberíntico bosque en que se hallaba. Cuando las aves endulzaron con su canto la mañana, entró a la cueva donde Lis reposaba. Por unas grietas algo de luz iluminaba la asfixiante caverna en la que ella seguía durmiendo tan plácidamente.—Ya amaneció —dijo, a pocos pasos de ella. Lis siguió sumida en su imperturbable sueño. —Ya amaneció —repitió él, elevando el volumen de su voz. Ella se dio la vuelta y su rostro ya no estuvo dirigido hacia el muro. No se despertó. Antes su dormir era ligero y se interrumpía hasta con el más leve ruido en el palacio. Había tardado en acostumbrarse a los silbidos del viento colándose por los pasillos y estancias, y se refugiaba junto a su cuerpo cuando uno la despertaba. Las corrientes de aire también hallaban su camino entre las rocas de las cuevas, bien lo sabía él, que había tenido tiempo suficiente para aprender el idioma de los roncos suspiros de los recovecos y pasajes estrec
Reino de BalaiSentado en una mecedora al abrigo de la llameante chimenea pasaba los días el rey Ulster. El frío de Balai le congelaba los nervios de la pierna lisiada, haciendo los dolores insoportables, y él era un balaíta, el dolor y el frío eran lo primero que aprendían a sentir y a soportar. De vez en cuando se frotaba la pierna, arrastrando su mano desde el muslo hasta la rodilla y luego de regreso. Cuatro veces. Diez inhalaciones después repetía la maniobra. Nadie lo observaba el tiempo suficiente como para notar tal regularidad, de la que no era consciente ni él mismo.—Majestad, las ejecuciones de la mañana ya se han realizado, sin contratiempos —le informó uno de los guardias del palacio.Él rey solía tener un puesto privilegiado en tales ceremonias. A veces se ubicaba tan cerca que la sangre lo salpicaba aunque él sabía muy bien cuál era la distancia para evitarlo. Ahora ya ni siquiera se asomaba a mirar por el balcón. Ulster asintió, sin despegar los ojos de las llamas.
Furr se apresuró para encontrarse con Desz antes de que llegara al campamento. Venía él solo caminando por el sendero.—¿Acaso han movido el campamento? Furr asintió. El gris sereno de los ojos de Desz brillaba nuevamente, hasta su piel lucía más hermosa. Ni hablar de la melodía que ahora entonaba su corazón. No necesitaba ser muy listo para saber lo que había ocurrido. Ahora entendía las absurdas risitas de Mel, la traidora. —Fuiste por ella, ¿no es así? Fuiste a buscar a esa Lis. Desz le sonrió. Las sonrisas de Desz eran sutiles, cálidas, escasas y hablaban por sí solas. No necesitaba oír su respuesta porque con esa sonrisa se lo decía todo. —No, Furr. Fui a buscar la muerte, pero la vida me encontró primero. La sinceridad de las palabras de Desz, sumada a su serena forma de decirlas, nada pudieron hacer para aplacar la ira de Furr al enterarse de lo ocurrido en Karades. Lo derribó de un puñetazo. Desz no hizo intento de esquivarlo. —¡¿Ibas a abandonarme sin siquiera despedirte
El abismoEn una tierra lejos de los dioses y de la luz del sol está el abismo. Es una herida en la estéril corteza, que se abrió en tiempos remotos y dividió al mundo en dos. Es perdición y ruina, es el destino implacable de quienes no logran escapar de su alcance.Es en el abismo donde nacen las sombras. Reptan, atraídas por el miedo. Se alimentan de sueños rotos y promesas incumplidas, se fortalecen con el odio y se multiplican en la avaricia. El abismo es su cuna. Las sombras se ocultan en el bosque, las sombras son el bosque, esa es su condena. Antes era el abismo. La última Kraia, cubierta de luz y llena de un dolor indescriptible, buscó la muerte en el abismo. Las bestias del abismo no sólo comen carne, devoran almas, mentes, las corroen hasta la locura; transforman la vida en sombras. Ella no encontró la muerte en el abismo, salió de allí caminando y se llevó el abismo consigo. Y dejó atrás al silencio y a su hijo. No encontró la muerte él tampoco. El hambre y la tierra lo
Parte III: El olvidoHerido, el hombre buscó refugio entre las sombras del bosque, pues de peores horrores escapaba. Allí una voz le habló, allí halló la salvación y emergió conociendo los secretos de la vida y la muerte. ∽•❇•∽Campamento de los Tarkuts—¡¿Cómo es eso de que tienes un hijo?! —preguntó Furr—. Pensé que ese collar te impedía procrear.—Es un hijo de verdad —dijo Desz—, engendrado con mi carne. —¡¿Qué?! —Fue concebido durante mi vida humana. —¡¿Qué?! —Furr se aferraba la cabeza ante tan inverosímil noticia. No sólo debía lidiar con la presencia de Lis entre ellos, ahora Desz le decía tamaña atrocidad. Ya no lo reconocía. —El amor de mi vida durante mi humanidad fue una Kraia, un ente del bosque y la última de su especie. Todo acabó cuando nací como Tarkut, pues ella no me aceptó de ese modo, le era imposible amar a alguien como yo. Esa debía ser la arpía, concluyó Furr, la mujer a la que Desz amó mucho más allá de su humanid
Ante la verdad sobre el origen de Lis, Furr soltó una risa sardónica, aferrándose la cabeza. —¡Y yo me quejaba cuando creíamos que era hija de Camsuq! ¡Qué maravilloso gusto tienes, Desz! ¡¿Por qué mejor no nos matas a todos y le entregas nuestras cabezas el enemigo de una vez?! Nos ahorrarías tiempo. —Basta, Furr —pidió Mel. —No lo sabías, ¿verdad? ¡Ella ni siquiera te lo dijo y la trajiste aquí con nosotros!—siguió reclamando Furr. Desz se mantenía en silencio, estoico, pese a la turbulencia que se agitaba en su interior.—¡Eriot y su gente destruyeron nuestra aldea! —le gritó a Lis una mujer Dumas—. ¡Ellos asesinaron a nuestras familias! —Yo no sé nada de eso —aseguró Lis, apenada—, lo lamento mucho. —¡Tu sentir no nos devolverá a nuestras familias! Si llevas su sangre debes ser igual de repugnante que él, igual de despreciable. No era la única en pensar así, el desprecio le llegó como una brisa fría en la piel que no hace mucho percibía hasta el más leve movimiento del aire.