XLVI Aceptación a medias
Ante la verdad sobre el origen de Lis, Furr soltó una risa sardónica, aferrándose la cabeza.

—¡Y yo me quejaba cuando creíamos que era hija de Camsuq! ¡Qué maravilloso gusto tienes, Desz! ¡¿Por qué mejor no nos matas a todos y le entregas nuestras cabezas el enemigo de una vez?! Nos ahorrarías tiempo.

—Basta, Furr —pidió Mel.

—No lo sabías, ¿verdad? ¡Ella ni siquiera te lo dijo y la trajiste aquí con nosotros!—siguió reclamando Furr.

Desz se mantenía en silencio, estoico, pese a la turbulencia que se agitaba en su interior.

—¡Eriot y su gente destruyeron nuestra aldea! —le gritó a Lis una mujer Dumas—. ¡Ellos asesinaron a nuestras familias!

—Yo no sé nada de eso —aseguró Lis, apenada—, lo lamento mucho.

—¡Tu sentir no nos devolverá a nuestras familias! Si llevas su sangre debes ser igual de repugnante que él, igual de despreciable.

No era la única en pensar así, el desprecio le llegó como una brisa fría en la piel que no hace mucho percibía hasta el más leve movimiento del aire.
NatsZ

La decepción de Lis la ha hecho ir con el enemigo y una antigua aliada de Camsuq ha emergido de las sombras. Ya nadie estará a salvo.

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