El tiempo del rey de Balai se agota y Desz ha regresado a Nuante. ¿Aceptará Furr a Lis? ¿Cómo planeará atraerla Eriot?
Furr se apresuró para encontrarse con Desz antes de que llegara al campamento. Venía él solo caminando por el sendero.—¿Acaso han movido el campamento? Furr asintió. El gris sereno de los ojos de Desz brillaba nuevamente, hasta su piel lucía más hermosa. Ni hablar de la melodía que ahora entonaba su corazón. No necesitaba ser muy listo para saber lo que había ocurrido. Ahora entendía las absurdas risitas de Mel, la traidora. —Fuiste por ella, ¿no es así? Fuiste a buscar a esa Lis. Desz le sonrió. Las sonrisas de Desz eran sutiles, cálidas, escasas y hablaban por sí solas. No necesitaba oír su respuesta porque con esa sonrisa se lo decía todo. —No, Furr. Fui a buscar la muerte, pero la vida me encontró primero. La sinceridad de las palabras de Desz, sumada a su serena forma de decirlas, nada pudieron hacer para aplacar la ira de Furr al enterarse de lo ocurrido en Karades. Lo derribó de un puñetazo. Desz no hizo intento de esquivarlo. —¡¿Ibas a abandonarme sin siquiera despedirte
El abismoEn una tierra lejos de los dioses y de la luz del sol está el abismo. Es una herida en la estéril corteza, que se abrió en tiempos remotos y dividió al mundo en dos. Es perdición y ruina, es el destino implacable de quienes no logran escapar de su alcance.Es en el abismo donde nacen las sombras. Reptan, atraídas por el miedo. Se alimentan de sueños rotos y promesas incumplidas, se fortalecen con el odio y se multiplican en la avaricia. El abismo es su cuna. Las sombras se ocultan en el bosque, las sombras son el bosque, esa es su condena. Antes era el abismo. La última Kraia, cubierta de luz y llena de un dolor indescriptible, buscó la muerte en el abismo. Las bestias del abismo no sólo comen carne, devoran almas, mentes, las corroen hasta la locura; transforman la vida en sombras. Ella no encontró la muerte en el abismo, salió de allí caminando y se llevó el abismo consigo. Y dejó atrás al silencio y a su hijo. No encontró la muerte él tampoco. El hambre y la tierra lo
Parte III: El olvidoHerido, el hombre buscó refugio entre las sombras del bosque, pues de peores horrores escapaba. Allí una voz le habló, allí halló la salvación y emergió conociendo los secretos de la vida y la muerte. ∽•❇•∽Campamento de los Tarkuts—¡¿Cómo es eso de que tienes un hijo?! —preguntó Furr—. Pensé que ese collar te impedía procrear.—Es un hijo de verdad —dijo Desz—, engendrado con mi carne. —¡¿Qué?! —Fue concebido durante mi vida humana. —¡¿Qué?! —Furr se aferraba la cabeza ante tan inverosímil noticia. No sólo debía lidiar con la presencia de Lis entre ellos, ahora Desz le decía tamaña atrocidad. Ya no lo reconocía. —El amor de mi vida durante mi humanidad fue una Kraia, un ente del bosque y la última de su especie. Todo acabó cuando nací como Tarkut, pues ella no me aceptó de ese modo, le era imposible amar a alguien como yo. Esa debía ser la arpía, concluyó Furr, la mujer a la que Desz amó mucho más allá de su humanid
Ante la verdad sobre el origen de Lis, Furr soltó una risa sardónica, aferrándose la cabeza. —¡Y yo me quejaba cuando creíamos que era hija de Camsuq! ¡Qué maravilloso gusto tienes, Desz! ¡¿Por qué mejor no nos matas a todos y le entregas nuestras cabezas el enemigo de una vez?! Nos ahorrarías tiempo. —Basta, Furr —pidió Mel. —No lo sabías, ¿verdad? ¡Ella ni siquiera te lo dijo y la trajiste aquí con nosotros!—siguió reclamando Furr. Desz se mantenía en silencio, estoico, pese a la turbulencia que se agitaba en su interior.—¡Eriot y su gente destruyeron nuestra aldea! —le gritó a Lis una mujer Dumas—. ¡Ellos asesinaron a nuestras familias! —Yo no sé nada de eso —aseguró Lis, apenada—, lo lamento mucho. —¡Tu sentir no nos devolverá a nuestras familias! Si llevas su sangre debes ser igual de repugnante que él, igual de despreciable. No era la única en pensar así, el desprecio le llegó como una brisa fría en la piel que no hace mucho percibía hasta el más leve movimiento del aire.
Un engaño, eso era lo que Riu creyó que había tras el mensaje recibido. Intentó disuadir a Lis de que fuera y ella, por supuesto, no oyó. Ni siquiera le importó que una orden de ejecución la aguardara en su patria, montó en un caballo y fue rauda hacia sus tierras mientras Riu iba a la capital de Galaea por Eriot.Los Dumas no peleaban contra otros Dumas y ellos no habían empezado a despertarlos en Arkhamis todavía. Alertaría a Eriot y prepararían su ejército. Si Camsuq planeaba algo contra ellos, habría que adelantar los planes y enseñarle una lección. Riu no buscaba la guerra ni una venganza en contra de los humanos, él aspiraba a una nueva forma de vivir, de gobernar y ser gobernado. Una forma más justa, tal como había visto en Karades y como estaban instaurando en Galaea. Con los Dumas teniendo un rol preponderante en el poder, el mundo sería un lugar mejor, incluso los Tarkuts serían bienvenidos, eso deseaba en un momento. Ahora, los vampiros demostraban ser una amenaza. Esperaba
—¿Acaso sigo dormida? —se preguntó Lis, parpadeando pesadamente al ver a Desz acostado junto a ella.—Te has vuelto tan perezosa que ya ni sabes cuando estás despierta —le dijo él.Era de día y la luz se hallaba a gusto en la habitación, pues resplandecía como nunca. Tan brillante era que resultaba cegadora. —¿Cómo entraste al palacio? —Camsuq está desesperado, le faltó poco para recibirme con honores. Incluso la reina está feliz con mi presencia, aunque se esfuerce en ocultarlo. Hasta Nuante había llegado ya la noticia del ataque. La presencia de Desz allí la hizo preguntarse cuánto tiempo había estado durmiendo. —¿Los Dumas siguieron con su ataque? —No. Mis guerreros recorrieron Arkhamis. Hay varias aldeas vacías, creo que huyeron. Lograste detenerlos, Lis. Bien hecho. Ella sonrió, luego frunció el ceño y le dio la espalda. —Si viniste a buscarme, pierdes tu tiempo. No volveré contigo, no me mereces. Vete a buscar a alguien más bella y huérfana, así nadie la juzgará por los ac
Reino de GalaeaEn un rincón de la hermosa casa, Riu se cubría los oídos, deseando despertar de su pavoroso sueño. Su madre estaba enferma, así la había conocido. La mujer pálida, ojerosa y postrada en su lecho, contrastaba con la vigorosa imagen de su nuevo padre, el glorioso general del ejército de Arkhamis, el reino más poderoso. El hombre le dijo que su madre estaba triste, que ese era el mal que mermaba sus fuerzas. "Ahora que has llegado a nuestras vidas, ella será feliz y sanará". Riu le creyó y, poco a poco, vio a la mujer recuperar su vitalidad. Así fue por muchos años. Sin embargo, había breves momentos en que él veía en sus ojos la sombra de la debilidad, la angustiosa enfermedad que se había vuelto silenciosa, pero que seguía allí y ya no mermándole las fuerzas, sino las ideas.La enfermedad de su madre estaba en su cabeza. Veía y oía cosas que nadie más y hablaba consigo misma. Ella amaba a su hijo, pero no podía evitar asustarlo. Ella le temía a los demonios de los rinco
Reino de UratisEl rey Anoreq miraba por el balcón de la torre más alta de su palacio. A lo lejos, una comitiva de Karades se acercaba y él la aguardaba con el corazón firme y el ánimo resoluto. Lo que debía suceder, sucedería.La cooperación con el rey de los Tarkuts no había resultado como esperaba, el uratita que seguía a Desz y a la reina jamás regresó de Karades. Era difícil creer que el Tarkut lo hubiera traicionado, algo más había pasado. Y acabó descubriéndolo de quien menos esperaba, un guerrero balaíta enviado por Ulster. Karades estaba bajo el dominio de los Dumas y ya debían estar por todo Uratis también. No tenía miedo, el que nada hacía nada debía temer. Estaba en paz y, si moría, así partiría a la eternidad. La comitiva llegó al palacio. Precedía a todo un ejército, muy superior al suyo. No era una visita, era la guerra. Anoreq saludó a la reina Dan-Kú con una reverencia. Junto a ella venía el rey también. —He alabado tu sensatez cuando nos conocimos, rey Anoreq. Espe