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XVIII Como una planta marchita
Con el ardiente sol en su cénit, el joven dejó los aposentos que le habían sido entregados por su señor. Lucía mortalmente pálido y, en sus ojos, una frialdad absoluta hizo a su nuevo padre sentir orgulloso. Había estado llorando y lamentándose por un día entero y ya parecía haber aceptado su nueva vida y estar listo para aprender todo lo que iba a enseñarle.

—Debemos hablar —le anunció, viéndolo llegar al salón.

El joven no se detuvo.

—Espera...

Ante su insistencia, sólo lo miró con los ojos resplandecientes y, pese a que no era su objetivo, el Tarkut le sonrió, complacido.

Los sonidos ya no lo atormentaban, había aprendido a regular su sensible oído un poco, así como su olfato. No estaba seguro si se trataba de una habilidad o era pura indiferencia, pero le daba tranquilidad. Anduvo por el camino que transitaba cada mañana para llegar a casa de su señor y lamentó haberlo ayudado aquella ocasión.

¡Cuánto lamentaba no haber oído a Jun!

Ella no estaba enferma, la curiosidad era un
NatsZ

Un dolor incompatible con la vida. Una condena ineludible...Y los anhelos envueltos en desesperanza... Alen se ha ido para siempre.

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