XIX Su nombre por la eternidad
Había promesas que parecían imposibles de cumplir y el conocimiento de aquello era amargo y difícil de sobrellevar. La claridad de la mañana le dio la bienvenida a la joven bestia, llenando sus ojos. La desesperanza latía en su pecho, aferrando el frío metal que había intentado ponerle fin. La sentencia de Ariat se volvía ineludible, una condena inaguantable: seguía vivo cuando debía estar muerto.

—Lo lamento tanto, Jun. Todas mis promesas se convirtieron en mentiras y mi dulce amor en el dolor más despiadado —suspiró hacia el cielo y se cubrió los ojos con el brazo.

Al dolor físico, que se despertó con la hiriente claridad del día, le siguió un hambre que estremecía su cuerpo famélico, donde la carne ardía cual arena de un árido desierto. Ese calor le inflamaba las entrañas secas y clamaba por saciar una sed incontrolable.

"Moriré de hambre entonces", se dijo y no movió un músculo más de su cuerpo. Se marchitaría como una planta y con la brisa del bosque como única compañía.

Su men
NatsZ

Finalmente Desz ha llegado y su camino al trono comienza aquí. P.D.: ¿Ya lo sospechaban?

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