XV Gritos en la noche
Con reticencia, Fara dejó su habitación al ser invadida por la claridad de los primeros rayos del sol. Preparaba el desayuno en la cocina cuando notó la inutilidad de tal labor. Su señor no probaba otro bocado que no fuera su sangre de vez en cuando y el joven Alen había muerto miserablemente durante la madrugada. El horror en aquella lúgubre casona sería difícil de sobrellevar sin la compañía del muchacho. Y los alimentos que preparaba ya sólo serían para ella, que ni hambre tenía.

—Iré al pueblo a comprar —informó su señor, sobresaltándola.

Volvía a lucir joven y saludable, en tan buen estado que Fara dudó de la existencia de las heridas con que había llegado hacía unas noches. "Ojalá y hubieses muerto en ese entonces, monstruo", pensó, hundiendo la cabeza como habitualmente hacía. "Ojalá y en el pueblo te aplaste una carreta".

—No hagas ruido. Y no entres a mis aposentos, mujer, si deseas conservar tu vida.

Un tiempo después de oír el galopar del caballo con su señor a cuestas a
NatsZ

¿Podrá el amor entre Alen y Ariat ser más fuerte que lo que ahora los separa?

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