XIV El último beso
Muy temprano Alen comenzó con las labores en casa de su señor. La tormenta había dejado al descubierto nuevas zonas del techo que requerían ser reparadas y se pasó la mañana ocupado en tal labor. Pese a haber pernoctado en su casa, sus fuerzas no se habían restaurado. El intranquilo sueño, que lo había hecho revolverse apesadumbrado gran parte de la noche, se debía presumiblemente a la tormenta y su estruendoso clamor. Eso pensó, restándole importancia a la agitación que se arremolinaba en algún pequeño rincón de su mente.

Y de su corazón también, aunque lo descubriría demasiado tarde.

Su señor había estado recluido en sus aposentos prácticamente todo el día. Le preguntó a Fara si algo malo le ocurría y ella se encogió de hombros, temerosa de que su respuesta no bastara. Y no lo hizo, sin embargo, no era culpa de ella y Alen lo sabía. Se presentó personalmente frente a él.

—He venido para saber si se encuentra bien, mi señor. Su ausencia es demasiado notoria.

El Tarkut, sentado frent
NatsZ

La vida de Alen ha llegado a su fin, pero ¿es realmente la muerte el final de la vida? ¡Gracias por leer!

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