LXI La razón de la lucha
Reino de Galaea

En los regios aposentos de Lis en el palacio, el ambiente era de tristeza y decepción.

—Apenas te repongas de esta pérdida lo intentarás de nuevo. Descansa ahora, Lis, de tu salud depende nuestro futuro.

Eriot se despidió de su hija y salió. Necesitaba pensar y qué mejor manera de hacerlo que oyendo la voz del dios Dum. Dejó el palacio y fue a las colinas, al encuentro de la constelación.

—No entiendo nada de esto —reclamó Azot desde un rincón de la habitación.

—No importa, no debes entenderlo, estás mejor sin saber.

Una ráfaga de aire hizo volar un florero que Eriot había dejado en el velador, agitó las cortinas y desperdigó unos libros que aletearon como aves antes de caer al suelo.

—Dijiste que lo amabas, que padre era lo más importante, pero lo dejaste solo en esas mazmorras. Y estás aquí cuando no quieres estar aquí y manchas tu cuerpo con sangre y te quejas de un dolor que no sientes. No lo entiendo.

Lis suspiró con cansancio, pero ya no tuvo que lidiar con
NatsZ

Las mentiras de Eriot han quedado al descubierto, ¿qué bando escogerá Riu? ¿Qué pasó con los Dumas de la frontera? ¿Quién está invadiendo Arkhamis?

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