LXIII Imperioso deseo
—¿Así huele el aire de Arkhamis? Lo imaginaba diferente, cargado de cenizas y humo, sazonado con la fetidez de la sangre descompuesta y rezumando el más fascinante horror desde sus entrañas.

Luego de encargarse de fragmentar el bosque de Dumas de la frontera, Adir despertaba en el lecho del palacio de Arkhamis donde reposaba.

—Hemos tomado el reino con facilidad, no ha hecho falta tanta destrucción —le dijo Furr—. Espero que no estés decepcionado.

El Dumas negó.

—¿Cuál será mi recompensa? —preguntó—. No me darás la cabeza de Camsuq, que es lo que deseo. ¿Podré tener al menos la de su general? ¿Me dejarás bañarme en las tripas de sus capitanes? Las de la reina también me servirían...

Había más locura de lo habitual en sus ojos, notó Furr. Esa conexión mental que los Dumas establecían cuando se unían a la constelación era peligrosa. Involucraba demasiado poder y no todos parecían capaces de lidiar con él. Tal vez por eso, de entre tantos Dumas, sólo Eriot y Adir tenían la facultad de
NatsZ

El deseo de recuperar a Lis se ha cumplido para Desz. ¿Quién la habrá herido? ¿Dónde está Azot?

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