Aslin caminaba descalza por un pasillo interminable. Las paredes eran de piedra antigua, cubiertas de tapices rojos y dorados, como si estuviera dentro de un castillo sacado de otro tiempo, de otro mundo. Su vestido rosa, de tela suave y ligera, se movía con ella mientras reía a carcajadas, con una felicidad tan pura que parecía infantil. El cabello suelto le caía en ondas por la espalda, y el sonido de su risa rebotaba en las paredes de mármol como una melodía olvidada.—¡Carttal! —llamó entre risas—. ¿Dónde estás? No te encuentro... sal de donde estés. Me estás asustando.Su voz, aunque alegre al principio, comenzó a llenarse de una ligera inquietud. Las sombras del castillo crecían a su alrededor, alargándose, como si el lugar comenzara a darse cuenta de su presencia. Ella echó a correr, sus pies golpeando el suelo con eco, el vestido flotando tras ella como un velo de esperanza. Miraba en cada rincon , abría puertas vacías, cruzaba salones en penumbra... pero no lo encontraba.Has
Escuchaba la música sonar y los aplausos resonar en el gran salón mientras mi padre me tomaba con fuerza del brazo sin ninguna delicadeza , mientras emprendíamos la marcha nupcial , al llegar al altar mi padre me entrega a quien será mi futuro marido Alexander Líbano . - Alexander te pido que cuides de mi hija ella es mi más grande tesoro en este mundo - escuchaba decir a mi padre hipócritamente pues sabía que solo lo decía para aparentar , desde que nací jamás me a dado ni la más mínima muestra de cariño siempre me a odiado pues me acusa que por culpa mía mi madre murió al darme la luz . Tomo la mano de Alexander y unos momentos después escucho las tan ansiadas palabras del juez. Mirando a la bulliciosa multitud del auditorio, siento una mezcla de expectación e inquietud. Anhelo el nuevo comienzo que supondrá mi matrimonio con Alexander, Pero la mirada fría de mi padre y la sonrisa hipócrita de mi madrastra me provocan una vaga sensación de inquietud. ¿Es ésta la felicid
Observarlo actuar como si nada me consumía por dentro. Una rabia ardiente recorría mi cuerpo mientras veía a mi padre tomar de la mano a mi hermana y a mi madrastra para marcharse juntos, dejándonos a solas a Alexander y a mí. Él me recorrió con la mirada de arriba abajo, como si fuera un simple insecto, una presencia insignificante. Su frialdad hacía que el dolor dentro de mí se intensificara aún más. Sin pensarlo, lo seguí al interior de la mansión, sintiendo mi pecho arder de indignación. —Eres un desgraciado —le solté, la voz quebrada por la furia—. ¿Cómo pudiste acostarte con mi hermana el mismo día de nuestra boda? ¿Es que no tienes vergüenza, Alexander? Se detuvo en seco. Cuando se giró hacia mí, su mirada me atravesó como un puñal, haciéndome temblar. Con una expresión imperturbable, metió las manos en los bolsillos de su pantalón y me habló con una calma que solo hacía mi dolor más insoportable. —No quería que te enteraras de esta manera, pero ahora que nos has visto junto
—Hermana, lo siento mucho. Sé que tuviste que pasar tu primera noche de bodas sola, pero tranquila, yo cuidé muy bien de Alexander —me dice con descaro. Siento la ira recorrer mis venas, y sin pensarlo, arremeto contra ella. Me acerco y le propino una fuerte bofetada. —¡Eres una descarada, una maldita zorra! Durante años te enredaste con mi prometido frente a mis narices —le grito, furiosa. Ella deja caer falsas lágrimas de inmediato. —Hermana, ¿cómo puedes ser tan cruel conmigo? De verdad no quería meterme con Alexander, pero él y yo nos amamos tanto… Yo lo amo tanto que no pude resistirme a esto que sentía. Intenté un millón de veces alejarme, pero el amor fue más fuerte. Créeme, lo último que hubiera querido era que te enteraras de esta manera —dice con cinismo. No me sorprende en lo absoluto. Fingir siempre se le ha dado muy bien. De repente, siento un empujón que me hace caer al suelo. Al levantar la mirada, veo el hermoso rostro de Alexander mirándome con una ira asesina.
Al llegar a la mansión, me despido de Verónica y bajo del auto. Observo cómo su vehículo da la vuelta en U y desaparece de mi vista. Suspiro antes de entrar, deseando con todas mis fuerzas no encontrarme con Alexander. Pero, como si el destino se empeñara en contrariarme, lo primero que veo al cruzar el umbral es a Alexander cenando en el comedor junto a Arlette. Ruedo los ojos con fastidio y me apresuro hacia las escaleras, pero su voz me detiene. —Hermanita, qué bueno que has llegado. Ven a cenar con nosotros, Mary ha preparado una deliciosa langosta —dice con fingida amabilidad. Contengo una mueca y respondo de inmediato: —No, gracias. Que les aproveche. Sin esperar réplica, termino de subir y cierro la puerta de mi habitación con un golpe seco, asegurándola con llave. La audacia de esos malditos no tenía límites; ni siquiera en esta casa podía encontrar un momento de paz. Alexander poseía varias mansiones, bien podría instalarse en alguna de ellas en lugar de quedarse aquí par
Despierto con el sonido insistente de la alarma y, tras unos segundos de letargo, me incorporo de la cama. Me dirijo al baño para darme una ducha, dejando que el agua tibia me ayude a despejarme. Al salir, me visto con el atuendo que había elegido la noche anterior: una falda de satén azul con una chaqueta a juego, una blusa blanca debajo y unos hermosos zapatos del mismo color. Suelto mi largo cabello rubio y me maquillo de manera sencilla, lo justo para realzar mis rasgos. Me observo en el espejo, satisfecha con el resultado. Tomo mi bolso y el currículum antes de bajar al comedor para desayunar. Al llegar, me sorprende encontrar a Alexander sentado a la mesa, vestido con un impecable traje de oficina que se ajusta a su cuerpo, destacando la firmeza de sus músculos. Me dedica una mirada de cuerpo entero, escrutadora, pero permanece en silencio. Ignoro su presencia y tomo asiento en la parte más alejada, desayunando rápidamente. Al terminar, me despido de Mary y salgo casi corrie
Alexander, ¿qué crees que estás haciendo? ¡Suéltame, me estás lastimando! —le grité, pero él me ignoró y me presionó aún más contra la puerta. —Ahora veo que es verdad todo lo que dice Arlette… No eres más que una puta. —Su voz estaba cargada de rabia. Lo empujé con todas mis fuerzas. —¡Estás loco, Alexander! ¡Has enloquecido! —le espeté, intentando evadir su imponente figura, pero fue inútil. Volvió a sujetarme con fuerza por el brazo. —Dime, Aslin, ¿ese hombre que vino a traerte es uno de tus muchos amantes? —Su voz goteaba veneno—. ¿De verdad te has vuelto tan despreciable? Me sacudí de su agarre y lo enfrenté. —¿Y si así fuera, qué? ¿Qué te importa, Alexander? —espeté, sintiendo la rabia ardiendo en mi pecho—. ¿No fuiste tú quien dijo que este matrimonio era solo una farsa ante los demás, que no tenía significado alguno? Puedo hacer lo que quiera con mi vida, no tienes derecho a cuestionarme. —¡Por supuesto que tengo derecho! —rugió—. Soy tu marido, Aslin. Eres mi esposa… —
Roxana, al ver que se trataba de Erick, palideció de inmediato y adoptó una actitud de sumisión. —Señor Erick… —dijo, temblando como una hoja. —Dime, ¿cómo te atreves a causar este tipo de escándalo en mi empresa? Y no solo eso, sino también a esparcir falsos rumores sobre la señorita Ventura y sobre mí —le gritó Erick, visiblemente enojado. —Señor Erick, perdóneme, por favor… Le pido disculpas. Es solo que me molestó que no me avisara antes de que me iba a destituir de mi puesto —dijo tímidamente. —¿Disculpa? ¿Acaso debía pedirte permiso? Quiero que te quede claro que esta es mi empresa y yo hago lo que se me venga en gana. Si decidí despedirte es porque tus diseños son una porquería. Mientras has estado al frente del departamento de diseño, hemos perdido muchos contratos —le gritó Erick, y ella de inmediato empezó a derramar lágrimas. —Ahora, Roxana, quiero que recojas tus cosas y te vayas de mi empresa. Estás despedida —sentenció Erick. Roxana, desesperada, se arrodilló a sus