El camino de regreso a casa fue silencioso. Los niños, cansados por la corrida y aún confundidos por la repentina salida del parque, dormitaban en el asiento trasero mientras el sol descendía lentamente, tiñendo el cielo con tonos anaranjados. Aslin no dijo una palabra. Sus manos apretaban el volante con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos, y sus ojos no dejaban de mirar por los espejos, como si esperara ver aquella figura de nuevo, agazapada entre los árboles o caminando por la acera con esa misma sonrisa cruel.Al llegar, ni siquiera entró por la cocina como solía hacerlo. No saludó a las niñeras, no respondió a los niños que preguntaban si podían ver caricaturas. Subió las escaleras como una sombra y se encerró en la habitación principal. Cerró la puerta con cuidado, pero la cerradura hizo un clic que retumbó en sus oídos como un disparo. Se quitó los zapatos, las gafas de sol, y sin cambiarse de ropa, se recostó sobre la colcha clara de lino, mirando el techo sin
Carttal la abrazó por un largo momento, con fuerza, como si intentara contener el temblor que recorría su cuerpo solo con el calor de su pecho. La habitación estaba sumida en penumbras, apenas iluminada por la tenue luz del pasillo. Desde la planta baja, las voces y risas de los niños llegaban como un eco distante, casi ajeno.Aslin tenía el rostro hundido en el pecho de su esposo. Escuchaba los latidos de su corazón, firmes, constantes, tan distintos al suyo, que retumbaba desbocado. Carttal le acariciaba la espalda con suavidad, tratando de reconfortarla.—Fue solo una ilusión, Aslin —dijo en voz baja, casi como si temiera romperla—. Un recuerdo... nada más. Alexander está muerto. Arlettet le disparó. En el cementerio. Tú estabas allí. Lo viste.Aslin cerró los ojos con fuerza. Sí, ella había estado allí. Había visto a Arlettet disparar sin dudar, había sentido la sangre de Alexander salpicarle las manos mientras él caía al suelo. Recordaba el peso de su cuerpo inerte, la mirada per
POV : Carttal Azacel Últimamente, ver a Aslin así me destroza por dentro.No dice nada, claro. Siempre ha sido fuerte. Siempre ha sido de esas mujeres que sonríen incluso cuando el mundo se le cae encima. Pero yo la conozco. Puedo sentir su silencio. Lo noto en la forma en que evita mis ojos, en cómo se queda quieta por largos minutos, como si estuviera escuchando algo que solo ella puede oír. Y en las noches... en las noches es peor. Se despierta sobresaltada, susurra nombres que no quiere repetir al día siguiente, y vuelve a dormir como si no quisiera recordar.Me duele. Me frustra. Porque pensé que todo eso había quedado atrás.Pensé que, por fin, podíamos vivir en paz.Alexander está muerto. Lo vimos morir. Yo lo vi morir. Y sin embargo, algo la persigue. Algo que no me cuenta. ¿Por qué ahora? ¿Por qué de nuevo?La mañana en la oficina no ayudó mucho. Apenas puse un pie en el edificio, Ana —mi secretaria— ya estaba en modo conquista. Un vestido que le marcaba cada curva, perfume
POV : Tercera PersonaLa finca se alzaba en medio de la niebla como un recuerdo que se niega a morir. Antiguo, imponente, el caserón se escondía entre árboles torcidos y caminos cubiertos de hojas secas, como si la propia naturaleza intentara olvidar su existencia. Las verjas de hierro forjado se abrieron sin que Demon dijera una sola palabra, como si reconocieran su presencia. El auto avanzó lento por el camino de piedra, las ruedas crujían sobre la grava como si los huesos del pasado se quejaran bajo su peso.Al llegar a la entrada principal, las puertas se abrieron con un chirrido gutural. Como siempre, la oscuridad fue lo primero en recibirlo. Esa oscuridad espesa, casi viva, que parecía abrazar los muros de la mansión con dedos largos y fríos. Demon dio unos pasos dentro, ya acostumbrado al peso del aire, a esa atmósfera cargada de algo que no podía explicarse con palabras.Un leve carraspeo rompió el silencio.—Bienvenido, señor Demon —dijo una voz rasposa, con la gravedad que s
Aslin caminaba descalza por un pasillo interminable. Las paredes eran de piedra antigua, cubiertas de tapices rojos y dorados, como si estuviera dentro de un castillo sacado de otro tiempo, de otro mundo. Su vestido rosa, de tela suave y ligera, se movía con ella mientras reía a carcajadas, con una felicidad tan pura que parecía infantil. El cabello suelto le caía en ondas por la espalda, y el sonido de su risa rebotaba en las paredes de mármol como una melodía olvidada.—¡Carttal! —llamó entre risas—. ¿Dónde estás? No te encuentro... sal de donde estés. Me estás asustando.Su voz, aunque alegre al principio, comenzó a llenarse de una ligera inquietud. Las sombras del castillo crecían a su alrededor, alargándose, como si el lugar comenzara a darse cuenta de su presencia. Ella echó a correr, sus pies golpeando el suelo con eco, el vestido flotando tras ella como un velo de esperanza. Miraba en cada rincon , abría puertas vacías, cruzaba salones en penumbra... pero no lo encontraba.Has
Escuchaba la música sonar y los aplausos resonar en el gran salón mientras mi padre me tomaba con fuerza del brazo sin ninguna delicadeza , mientras emprendíamos la marcha nupcial , al llegar al altar mi padre me entrega a quien será mi futuro marido Alexander Líbano . - Alexander te pido que cuides de mi hija ella es mi más grande tesoro en este mundo - escuchaba decir a mi padre hipócritamente pues sabía que solo lo decía para aparentar , desde que nací jamás me a dado ni la más mínima muestra de cariño siempre me a odiado pues me acusa que por culpa mía mi madre murió al darme la luz . Tomo la mano de Alexander y unos momentos después escucho las tan ansiadas palabras del juez. Mirando a la bulliciosa multitud del auditorio, siento una mezcla de expectación e inquietud. Anhelo el nuevo comienzo que supondrá mi matrimonio con Alexander, Pero la mirada fría de mi padre y la sonrisa hipócrita de mi madrastra me provocan una vaga sensación de inquietud. ¿Es ésta la felicid
Observarlo actuar como si nada me consumía por dentro. Una rabia ardiente recorría mi cuerpo mientras veía a mi padre tomar de la mano a mi hermana y a mi madrastra para marcharse juntos, dejándonos a solas a Alexander y a mí. Él me recorrió con la mirada de arriba abajo, como si fuera un simple insecto, una presencia insignificante. Su frialdad hacía que el dolor dentro de mí se intensificara aún más. Sin pensarlo, lo seguí al interior de la mansión, sintiendo mi pecho arder de indignación. —Eres un desgraciado —le solté, la voz quebrada por la furia—. ¿Cómo pudiste acostarte con mi hermana el mismo día de nuestra boda? ¿Es que no tienes vergüenza, Alexander? Se detuvo en seco. Cuando se giró hacia mí, su mirada me atravesó como un puñal, haciéndome temblar. Con una expresión imperturbable, metió las manos en los bolsillos de su pantalón y me habló con una calma que solo hacía mi dolor más insoportable. —No quería que te enteraras de esta manera, pero ahora que nos has visto junto
—Hermana, lo siento mucho. Sé que tuviste que pasar tu primera noche de bodas sola, pero tranquila, yo cuidé muy bien de Alexander —me dice con descaro. Siento la ira recorrer mis venas, y sin pensarlo, arremeto contra ella. Me acerco y le propino una fuerte bofetada. —¡Eres una descarada, una maldita zorra! Durante años te enredaste con mi prometido frente a mis narices —le grito, furiosa. Ella deja caer falsas lágrimas de inmediato. —Hermana, ¿cómo puedes ser tan cruel conmigo? De verdad no quería meterme con Alexander, pero él y yo nos amamos tanto… Yo lo amo tanto que no pude resistirme a esto que sentía. Intenté un millón de veces alejarme, pero el amor fue más fuerte. Créeme, lo último que hubiera querido era que te enteraras de esta manera —dice con cinismo. No me sorprende en lo absoluto. Fingir siempre se le ha dado muy bien. De repente, siento un empujón que me hace caer al suelo. Al levantar la mirada, veo el hermoso rostro de Alexander mirándome con una ira asesina.