POV : Tercera PersonaLa finca se alzaba en medio de la niebla como un recuerdo que se niega a morir. Antiguo, imponente, el caserón se escondía entre árboles torcidos y caminos cubiertos de hojas secas, como si la propia naturaleza intentara olvidar su existencia. Las verjas de hierro forjado se abrieron sin que Demon dijera una sola palabra, como si reconocieran su presencia. El auto avanzó lento por el camino de piedra, las ruedas crujían sobre la grava como si los huesos del pasado se quejaran bajo su peso.Al llegar a la entrada principal, las puertas se abrieron con un chirrido gutural. Como siempre, la oscuridad fue lo primero en recibirlo. Esa oscuridad espesa, casi viva, que parecía abrazar los muros de la mansión con dedos largos y fríos. Demon dio unos pasos dentro, ya acostumbrado al peso del aire, a esa atmósfera cargada de algo que no podía explicarse con palabras.Un leve carraspeo rompió el silencio.—Bienvenido, señor Demon —dijo una voz rasposa, con la gravedad que s
Aslin caminaba descalza por un pasillo interminable. Las paredes eran de piedra antigua, cubiertas de tapices rojos y dorados, como si estuviera dentro de un castillo sacado de otro tiempo, de otro mundo. Su vestido rosa, de tela suave y ligera, se movía con ella mientras reía a carcajadas, con una felicidad tan pura que parecía infantil. El cabello suelto le caía en ondas por la espalda, y el sonido de su risa rebotaba en las paredes de mármol como una melodía olvidada.—¡Carttal! —llamó entre risas—. ¿Dónde estás? No te encuentro... sal de donde estés. Me estás asustando.Su voz, aunque alegre al principio, comenzó a llenarse de una ligera inquietud. Las sombras del castillo crecían a su alrededor, alargándose, como si el lugar comenzara a darse cuenta de su presencia. Ella echó a correr, sus pies golpeando el suelo con eco, el vestido flotando tras ella como un velo de esperanza. Miraba en cada rincon , abría puertas vacías, cruzaba salones en penumbra... pero no lo encontraba.Has
Aslin se cambió lentamente, como si cada prenda que se ponía la ayudara a recuperar un poco de control sobre sí misma. Eligió un vestido azul oscuro, de tela suave, que le cubría los brazos y le caía justo por debajo de las rodillas. Se recogió el cabello en una trenza suelta y se puso un poco de rubor en las mejillas para disimular la palidez. Aun así, sus ojos seguían delatándola.Se miró una última vez al espejo antes de salir de la habitación.Bajó las escaleras con pasos silenciosos, sujetándose del barandal como si el equilibrio aún le costara. A medida que se acercaba al comedor, las voces de su familia comenzaron a llegarle en murmullos. Voces cálidas, mezcladas con risas, el tintinear de cubiertos y el sonido lejano de una copa al chocar con otra.Al doblar por el pasillo y cruzar el umbral del comedor, fue recibida por un estallido de alegría.—¡Mami! —gritó Isabella, saltando de su silla para correr hacia ella—. ¡Viniste!—¡Mamá! —la siguió Noah con una sonrisa que le ilum
POV : Aslin Ventura Justo cuando comenzaba a sentirme un poco más estable, más presente en esa cena rodeada de quienes me amaban —o al menos de quienes fingían hacerlo—, se escucharon unos golpes secos en la puerta principal. Unos toques firmes, seguros, pero breves. Nadie en la mesa se movió al principio, hasta que una de las sirvientas —Marina, creo— se apresuró por el pasillo en dirección al vestíbulo.No le di importancia. Pensé que sería un mensajero o algún encargo olvidado. Pero entonces, la vi volver… con algo entre sus brazos.Un ramo.Un ramo de rosas blancas.Marina lo traía como si fuera algo frágil, aunque en su rostro se le notaba la confusión. Se detenía a cada paso, mirando a su alrededor, como si esperara que alguien apareciera de pronto para reclamar lo que llevaba. Cuando entró al comedor, el aroma de las flores la precedió. Su perfume era suave, dulce, casi anestesiante. Todos nos giramos hacia ella.—¿Y eso? —preguntó Soraya con su tono firme, cruzando los brazos
POV : Tercera persona Aslin forcejeó con todas sus fuerzas, cada músculo de su cuerpo tensándose con desesperación mientras sus dedos intentaban arrancar la mano que le cubría la boca. Pero Alexander era más fuerte. Su brazo la rodeaba con firmeza, inmovilizándola contra su pecho. El pánico le nublaba la razón. Pataleaba, se sacudía, pero sus esfuerzos eran inútiles. Su captor ni se inmutaba.Y entonces, él la giró con un solo movimiento, rápido, violento. Aslin quedó de frente a él. La oscuridad reinante en la habitación apenas permitía distinguir su rostro, pero sus ojos... sus ojos brillaban. Un resplandor enfermizo, casi sobrenatural, reflejaba una locura contenida por demasiado tiempo.Antes de que pudiera gritar, de que pudiera recuperar siquiera el aliento, Alexander se inclinó y capturó sus labios con los suyos.El beso fue una invasión, una condena. No tenía dulzura, no tenía amor. Era una posesión marcada por la rabia, por la obsesión. Aslin trató de apartarlo, de empujarlo
Carttal regresó a la habitacion con el corazón aún galopando en el pecho. Había recorrido cada rincón de la propiedad con sus hombres, gritado órdenes, revisado hasta el más mínimo detalle, pero no encontró nada. Solo el silencio… y esa maldita cuerda colgando como una sombra de lo que había sucedido.Al cruzar el umbral de la habitación, sus ojos buscaron con desesperación a Aslin. Y entonces la vio, encogida en un rincón, temblando, pero esta vez no estaba sola.Soraya se había arrodillado junto a ella. La sostenía con ternura, una mano acariciando su cabello mientras la otra envolvía sus hombros. Aslin lloraba desconsoladamente, y Soraya, con el rostro serio y una fuerza serena en sus ojos, murmuraba palabras suaves, casi como un rezo.—Shh… tranquila… ya pasó —le decía con voz dulce—. Estoy aquí, Aslin. Te creo. Yo sé que no estás loca… Yo sé que fue real. Él está vivo, y lo vamos a encontrar.Carttal se detuvo en seco al ver la escena. Su rabia se disipó por un momento, sustituid
POV : Aslin Ventura Desperté con un sobresalto. El primer rayo de luz apenas se colaba por las cortinas, pero mi pecho ya sentía el peso de la angustia. Me tomó un segundo ubicarme, reconocer la habitación, la manta sobre mí… y entonces, como una bofetada fría en la cara , la imagen de los ojos frios de Alexander regresó. El , estuvo aquí. En esta misma habitación. A centimetros de mí. Me beso .Tragué en seco. No podía permitirme caer otra vez. No ahora. Tenía que dejar eso de lado, aunque por dentro me carcomiera el miedo. Me levanté de un salto y corrí por el pasillo, descalza, con el corazón latiendo como un tambor en mis oídos. Necesitaba ver a mis bebes . Necesitaba sentir que estaban bien .Abrí la puerta de su habitación con rapidez, y ahí estaban. Mis tres pequeños, aún medio dormidos, con sus caritas suaves y sus ojitos entrecerrados. Corrí hacia ellos y los abracé fuerte, tan fuerte como si con eso pudiera protegerlos de todo el mal del mundo.—Mamá… estabamos preocupado
—¡Alexander! —grité de nuevo, con el pecho ardiendo, los ojos llenos de lágrimas y la garganta hecha un nudo—. ¡Maldito cobarde, da la cara!Pero no hubo respuesta.Solo el viento.Solo el maldito sonido del viento meciéndose entre las hojas, como una burla suave, como si la misma naturaleza quisiera recordarme que él siempre se escondía tras las sombras, dejando migajas de miedo a su paso.Me quedé allí, en medio de los árboles, respirando con dificultad, sintiendo cómo la rabia se mezclaba con el cansancio. No podía más. Estaba harta. Agotada. Cansada de correr, de temer, de fingir que estaba bien cuando por dentro me encontraba deshecha .Me di la vuelta y regresé a la mansión sin mirar atrás. Las puertas se cerraron tras de mí con un golpe seco. Subí las escaleras sin detenerme, sin pensar. Mi cuerpo se movía solo, como si conociera el camino hacia mi refugio de tristeza.Entré a mi habitación y cerré la puerta con fuerza.Me acerqué al buró con pasos rápidos y desesperados, abrí