Roxana, al ver que se trataba de Erick, palideció de inmediato y adoptó una actitud de sumisión. —Señor Erick… —dijo, temblando como una hoja. —Dime, ¿cómo te atreves a causar este tipo de escándalo en mi empresa? Y no solo eso, sino también a esparcir falsos rumores sobre la señorita Ventura y sobre mí —le gritó Erick, visiblemente enojado. —Señor Erick, perdóneme, por favor… Le pido disculpas. Es solo que me molestó que no me avisara antes de que me iba a destituir de mi puesto —dijo tímidamente. —¿Disculpa? ¿Acaso debía pedirte permiso? Quiero que te quede claro que esta es mi empresa y yo hago lo que se me venga en gana. Si decidí despedirte es porque tus diseños son una porquería. Mientras has estado al frente del departamento de diseño, hemos perdido muchos contratos —le gritó Erick, y ella de inmediato empezó a derramar lágrimas. —Ahora, Roxana, quiero que recojas tus cosas y te vayas de mi empresa. Estás despedida —sentenció Erick. Roxana, desesperada, se arrodilló a sus
Lo veo sentarse elegantemente frente a mí, tan imponente como un rey. Desde el momento en que llegó, un silencio perturbador se instaló en la sala de conferencias. Su asistente comenzó de inmediato a plantearnos los términos del contrato y en qué se basaba. Durante toda la conversación, Alexander no pronunció ni una sola palabra. Después de una hora, me extendió el contrato, y lo firmé rápidamente, pues solo quería terminar y salir de allí cuanto antes. No soportaba permanecer en su presencia ni un minuto más. Al terminar de firmar el documento, se lo pasé al asistente, quien se lo entregó a Alexander para que lo firmara de inmediato. Minutos después, unas cinco secretarias entraron en la sala arrastrando carritos con comida. —Bien, ya que hemos firmado el contrato, ahora disfrutaremos de un aperitivo para celebrar —anunció el asistente educadamente. Aprovechando que todos estaban almorzando, me escabullí al baño. Al salir de la oficina de Alexander, pregunté a una de las secreta
Al llegar a la habitación, Mary me ayuda a quitarme la ropa. Entro al baño y me doy una ducha completa. Al salir, me pongo una pijama y me recuesto. Unos diez minutos después, escucho suaves golpes en la puerta. —Adelante —digo con voz apagada. Veo que se trata de Mary, quien trae una bandeja en sus manos. —Señora, le he traído su cena —dice amablemente. —Muchas gracias, Mary, pero no tengo nada de hambre —respondo desanimada. —No diga eso, debe comer o se enfermará. Sin ganas de discutir, hago lo que me pide y empiezo a comer. Veinte minutos después, termino, y Mary se lleva la bandeja, cerrando la puerta tras de sí. Me quedo mirando un punto fijo hasta que escucho unos pasos firmes acercarse a mi habitación. Segundos después, la puerta se abre abruptamente, y en mi campo de visión aparece el rostro frío de Alexander. De inmediato, me incorporo y retrocedo hasta un rincón de la cama. —¿Qué es lo que quieres ahora? —le digo, sintiendo cómo la ira crece dentro de mí. —Te ad
A la mañana siguiente despierto por unas llamadas en mi teléfono. Lo tomo y veo que se trata de Filiz. Un nudo se forma en mi garganta, así que solo dejo que suene hasta que la pantalla deja de parpadear, indicando que la llamada ha terminado. Hoy debía llamar a Erick y decirle que ya no iría a trabajar. Sentía mucha vergüenza, pues él había confiado en mí para este empleo y no sabía cómo lo tomaría. Pero sin duda era peor permitir que Alexander destruyera su empresa. Si eso sucedía, jamás podría con la culpa. Bajo directamente al comedor y encuentro a Mary recogiendo los platos. —Señora, pensé que ya no bajaría a desayunar, por eso decidí levantar la mesa —dice amablemente. —Oh, no, Mary, tranquila. Lo comprendo, la verdad ya es muy tarde —respondo con una pequeña sonrisa. —No se preocupe, ahora mismo le traeré su desayuno —me asegura antes de desaparecer por las puertas que dan a la cocina. Cinco minutos después, regresa con la bandeja. Como rápidamente y vuelvo a subir a mi ha
— Alexander, amigo, creo que deberías controlar a tu esposa. Se me ofreció como si fuera una prostituta. Mírala, casi desnuda — dijo el miserable, poniéndose a la defensiva. — Alexander, no es verdad, este maldito está mintiendo, trató de violarme, tienes que creerme — le supliqué, con lágrimas en los ojos. Tenía la esperanza de que él me creyera, al menos una vez. Pero lo que dijo a continuación me destrozó el corazón. — Lo comprendo, Leonardo. Por favor, discúlpame por el comportamiento de mi esposa — le respondió, y el hombre de inmediato sonrió con satisfacción antes de salir por la puerta. Al quedar solos en el baño, Alexander se acercó a mí, como un monstruo enfurecido, y me agarró con fuerza del brazo. — Eres una maldita zorra descarada. No pudiste aguantar y te lanzaste como cualquiera a uno de mis socios. Eres una perra desvergonzada. No sé cómo pude ser tan tonto de haberme casado contigo — me gritó, furioso. A esas alturas, mi cuerpo temblaba como una hoja. No importab
Sintiéndome aburrida por las constantes muestras de amor de Alexander y Arlette, decido levantarme de la mesa e ir a mi habitación. —Hermanita, ya estás satisfecha, pero si ni siquiera has tocado tu plato —me dice Arlette, dándome una sonrisa burlona sin que nadie lo notara. Le dedico una rápida mirada y decido ignorarla. —Déjala, querida, no te preocupes por ella, sabes que tu hermana es una ingrata —escucho decir a mi padre, y aprieto mis manos en puños, sintiendo cómo las uñas se clavaban en mi palma. No presto atención y subo rápidamente las escaleras hasta mi habitación, cerrando la puerta tras de mí. Pero esta se abre de inmediato y Arlette entra en mi habitación. —¿Qué haces? Lárgate. Lo menos que quiero es tener que lidiar contigo en estos momentos —le digo furiosa. —Pues lo siento mucho, perra, tendrás que escucharme aunque no quieras —me responde, mientras su rostro pierde toda la dulzura. —¿Qué pasó? ¿No me digas que al fin decides sacar las garras? ¿Qué pasó con el ro
Paso toda la tarde viendo series en N*****x hasta que noto la hora en mi reloj, viendo que eran las 7 de la noche. Así que, perezosamente, me levanto de la cama y me dirijo directamente al baño. Me doy una ducha rápida y, al salir, voy directo hacia mi armario. La verdad es que no sabía qué usar para ir a un club nocturno, nunca había tenido la oportunidad de ir a uno. Sin más, me decido por un vestido celeste con un estampado de flores en el centro y unas zapatillas blancas. Mi cabello rubio lo dejo suelto y me hago un sencillo maquillaje en el rostro. Unos 40 minutos después, ya estaba lista. Tomo mi bolso y mi teléfono, y salgo de la mansión. Veo el auto de Verónica estacionado a un lado de la carretera. Camino rápidamente y entro al auto. —¡Al fin sales, cariño! Ya iba a llamarte. Ahora quiero preguntarte algo —me dice Verónica con una expresión asombrada en su rostro. —¿Qué sucede? —le pregunto intrigada. —Amiga, ¿qué rayos es ese atuendo que llevas puesto? —me dice mientras
"La esposa del magnate multimillonario, Alexander Líbano, estuvo anoche en el Encanto Nocturno compartiendo románticamente con el CEO de la constructora Colleman." —Decía el periódico, acompañado de unas fotos en las que aparecía junto a Erick, tomada de la mano, sentada en su regazo y besándonos. Incluso en una de ellas, él me abrazaba. Pero desde el ángulo en que fueron tomadas las fotos, parecía que fui yo quien inició el abrazo. Se notaba que quien las había capturado quería inculparme. Salgo de mis pensamientos cuando siento que me arrebatan el periódico y una bofetada cae en mi rostro. —Eres una maldita prostituta. ¡Por tu culpa nos vamos a ir a la ruina! Si eso pasa, juro que me las vas a pagar, Aslin —me grita mi padre, rabioso, mostrando los dientes. —Y no solo eso, papá. Mira cómo está vestida, parece una ramera de barrio bajo. Ya sé, hermana, que eres muy libertina, pero al menos trata de moderar tu comportamiento. ¡Mira lo que has hecho! Has avergonzado a las dos famili