Al llegar a la habitación, Mary me ayuda a quitarme la ropa. Entro al baño y me doy una ducha completa. Al salir, me pongo una pijama y me recuesto. Unos diez minutos después, escucho suaves golpes en la puerta. —Adelante —digo con voz apagada. Veo que se trata de Mary, quien trae una bandeja en sus manos. —Señora, le he traído su cena —dice amablemente. —Muchas gracias, Mary, pero no tengo nada de hambre —respondo desanimada. —No diga eso, debe comer o se enfermará. Sin ganas de discutir, hago lo que me pide y empiezo a comer. Veinte minutos después, termino, y Mary se lleva la bandeja, cerrando la puerta tras de sí. Me quedo mirando un punto fijo hasta que escucho unos pasos firmes acercarse a mi habitación. Segundos después, la puerta se abre abruptamente, y en mi campo de visión aparece el rostro frío de Alexander. De inmediato, me incorporo y retrocedo hasta un rincón de la cama. —¿Qué es lo que quieres ahora? —le digo, sintiendo cómo la ira crece dentro de mí. —Te ad
A la mañana siguiente despierto por unas llamadas en mi teléfono. Lo tomo y veo que se trata de Filiz. Un nudo se forma en mi garganta, así que solo dejo que suene hasta que la pantalla deja de parpadear, indicando que la llamada ha terminado. Hoy debía llamar a Erick y decirle que ya no iría a trabajar. Sentía mucha vergüenza, pues él había confiado en mí para este empleo y no sabía cómo lo tomaría. Pero sin duda era peor permitir que Alexander destruyera su empresa. Si eso sucedía, jamás podría con la culpa. Bajo directamente al comedor y encuentro a Mary recogiendo los platos. —Señora, pensé que ya no bajaría a desayunar, por eso decidí levantar la mesa —dice amablemente. —Oh, no, Mary, tranquila. Lo comprendo, la verdad ya es muy tarde —respondo con una pequeña sonrisa. —No se preocupe, ahora mismo le traeré su desayuno —me asegura antes de desaparecer por las puertas que dan a la cocina. Cinco minutos después, regresa con la bandeja. Como rápidamente y vuelvo a subir a mi ha
— Alexander, amigo, creo que deberías controlar a tu esposa. Se me ofreció como si fuera una prostituta. Mírala, casi desnuda — dijo el miserable, poniéndose a la defensiva. — Alexander, no es verdad, este maldito está mintiendo, trató de violarme, tienes que creerme — le supliqué, con lágrimas en los ojos. Tenía la esperanza de que él me creyera, al menos una vez. Pero lo que dijo a continuación me destrozó el corazón. — Lo comprendo, Leonardo. Por favor, discúlpame por el comportamiento de mi esposa — le respondió, y el hombre de inmediato sonrió con satisfacción antes de salir por la puerta. Al quedar solos en el baño, Alexander se acercó a mí, como un monstruo enfurecido, y me agarró con fuerza del brazo. — Eres una maldita zorra descarada. No pudiste aguantar y te lanzaste como cualquiera a uno de mis socios. Eres una perra desvergonzada. No sé cómo pude ser tan tonto de haberme casado contigo — me gritó, furioso. A esas alturas, mi cuerpo temblaba como una hoja. No importab
Sintiéndome aburrida por las constantes muestras de amor de Alexander y Arlette, decido levantarme de la mesa e ir a mi habitación. —Hermanita, ya estás satisfecha, pero si ni siquiera has tocado tu plato —me dice Arlette, dándome una sonrisa burlona sin que nadie lo notara. Le dedico una rápida mirada y decido ignorarla. —Déjala, querida, no te preocupes por ella, sabes que tu hermana es una ingrata —escucho decir a mi padre, y aprieto mis manos en puños, sintiendo cómo las uñas se clavaban en mi palma. No presto atención y subo rápidamente las escaleras hasta mi habitación, cerrando la puerta tras de mí. Pero esta se abre de inmediato y Arlette entra en mi habitación. —¿Qué haces? Lárgate. Lo menos que quiero es tener que lidiar contigo en estos momentos —le digo furiosa. —Pues lo siento mucho, perra, tendrás que escucharme aunque no quieras —me responde, mientras su rostro pierde toda la dulzura. —¿Qué pasó? ¿No me digas que al fin decides sacar las garras? ¿Qué pasó con el ro
Paso toda la tarde viendo series en N*****x hasta que noto la hora en mi reloj, viendo que eran las 7 de la noche. Así que, perezosamente, me levanto de la cama y me dirijo directamente al baño. Me doy una ducha rápida y, al salir, voy directo hacia mi armario. La verdad es que no sabía qué usar para ir a un club nocturno, nunca había tenido la oportunidad de ir a uno. Sin más, me decido por un vestido celeste con un estampado de flores en el centro y unas zapatillas blancas. Mi cabello rubio lo dejo suelto y me hago un sencillo maquillaje en el rostro. Unos 40 minutos después, ya estaba lista. Tomo mi bolso y mi teléfono, y salgo de la mansión. Veo el auto de Verónica estacionado a un lado de la carretera. Camino rápidamente y entro al auto. —¡Al fin sales, cariño! Ya iba a llamarte. Ahora quiero preguntarte algo —me dice Verónica con una expresión asombrada en su rostro. —¿Qué sucede? —le pregunto intrigada. —Amiga, ¿qué rayos es ese atuendo que llevas puesto? —me dice mientras
"La esposa del magnate multimillonario, Alexander Líbano, estuvo anoche en el Encanto Nocturno compartiendo románticamente con el CEO de la constructora Colleman." —Decía el periódico, acompañado de unas fotos en las que aparecía junto a Erick, tomada de la mano, sentada en su regazo y besándonos. Incluso en una de ellas, él me abrazaba. Pero desde el ángulo en que fueron tomadas las fotos, parecía que fui yo quien inició el abrazo. Se notaba que quien las había capturado quería inculparme. Salgo de mis pensamientos cuando siento que me arrebatan el periódico y una bofetada cae en mi rostro. —Eres una maldita prostituta. ¡Por tu culpa nos vamos a ir a la ruina! Si eso pasa, juro que me las vas a pagar, Aslin —me grita mi padre, rabioso, mostrando los dientes. —Y no solo eso, papá. Mira cómo está vestida, parece una ramera de barrio bajo. Ya sé, hermana, que eres muy libertina, pero al menos trata de moderar tu comportamiento. ¡Mira lo que has hecho! Has avergonzado a las dos famili
Abro mis ojos y la claridad de la habitación me obliga a cerrarlos de inmediato. Luego de adaptarme mejor, noto que estoy en una habitación blanca. En mi mano tengo insertada una intravenosa. Al observar a mi alrededor, mi mirada se detiene en el hombre sentado elegantemente en un asiento de cuero negro, mientras tecleaba con velocidad en un computador que tenía sobre su regazo. —Veo que ya has despertado —me dice sin levantar la mirada del computador, desconcertándome, ya que no esperaba que me hablara. —¿Qué le hiciste a Erick? —le pregunto, y de repente noto cómo su ceño se frunce y clava sus ojos furiosos en mí. —No ha pasado ni un minuto desde que despertaste y ya estás preguntando por ese hombre. ¿Tanto te interesa, Aslin? —me dice, haciendo énfasis en esto último. —No es que me interese, es solo que no deseo que personas que no están involucradas paguen por mi culpa —le respondo, encarándolo. —Sabes muy bien que siempre cumplo mis promesas. Si hubieras hecho caso a mis pa
En una carretera oscura y desolada, los gritos de un hombre se mezclaban con el sonido seco de los golpes. Tres guardias lo golpeaban sin piedad. —¿Acaso sabes de quién es esposa la mujer que besabas en ese club nocturno? —preguntó uno de los guardias con una sonrisa burlona. —No lo sé, ni me interesa. Todo lo que sé es que la amo profundamente —respondía el hombre entre jadeos, su voz reducida a un susurro. El guardia soltó una carcajada cruel antes de soltar otro golpe certero. —Pues debería interesarte, porque la mujer que besabas es la esposa de Alexander Líbano. Erick palideció al escuchar ese nombre. De inmediato, comprendió la magnitud de su error. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando el hombre sentado en la parte trasera de un lujoso BMW bajó el cristal. Con un simple chasquido de sus dedos, los guardias se detuvieron al instante. —No quiero verte cerca de mi mujer nunca más —dijo Alexander con frialdad—. Esta ofensa tendrá consecuencias. Me aseguraré de que, para maña