Capítulo 27
Yaritza se tambaleó al salir de La Mesa Dorada, donde el viento frío la golpeó inmediatamente. Con el pelo y la parte delantera de su ropa empapados pegándose a su piel, el viento la hizo temblar incontrolablemente.

Mientras caminaba apresuradamente hacia la acera para tomar un taxi, con la cabeza gacha sin atreverse a mirar a nadie, chocó contra un pecho firme.

—¿Yaritza?

Al oír la voz, Yaritza levantó la mirada para encontrarse con el rostro fruncido de Thiago. Su expresión no mostraba más que ese ceño fruncido, su alto cuerpo proyectando una sombra sobre ella que la protegía del viento frío. Allí de pie frente a ella, sus manos sosteniéndola, era como un puerto seguro en medio de una tormenta. El calor de sus palmas parecía transmitirse a través de sus brazos hacia ella.

Al verlo, Yaritza levantó la cabeza y sus lágrimas comenzaron a fluir con más fuerza. No podía pronunciar palabra, solo llorar.

—Sube al auto —dijo Thiago después de un momento de silencio.

Una vez en el vehículo, Y
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