Capítulo 30
Thiago, sin decir palabra, hizo que José encontrara un lugar para estacionarse y llevó a Aitana a la calle de puestos.

La calle estaba llena de pequeños restaurantes que, quizás por estar cerca de la Universidad Nacional, mantenían una apariencia limpia. A ambos lados había puestos de comida con ceviche, tamales, arepas, arroz chaufa, tallarines saltados, anticuchos, chicharrones y más. También había restaurantes de comida criolla, picantería y fondas de caldos.

En la estrecha calle, la gente caminaba hombro con hombro.

Thiago, con su costoso traje y rostro severo, su figura alta y su imponente presencia, parecía fuera de lugar en esta calle de comida, aunque destacaba notablemente.

A su lado, Aitana, con su figura esbelta y elegante, y su rostro hermoso y radiante, atraía constantemente las miradas de los transeúntes.

Afortunadamente, todos asumían que eran pareja, así que nadie se atrevía a acercarse para pedir contactos, dejándolos en paz.

En contraste, José, que había estacionado y
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