Regina
Después de que los sonidos de la patrulla se desvanecieron en la distancia, él se separó de mí rápidamente, desapareciendo entre las sombras del parque con una agilidad inquietante. Al llegar a la casa del padre Matías, me regañó severamente por estar sola en la calle a altas horas de la noche. —Regina, no deberías andar sola por lugares peligrosos a esta hora. Es muy imprudente —me dijo con preocupación en su voz, mientras me acompañaba hacia mi carro después de recibir el dinero. —Lo siento, padre Matías. Fue una situación difícil, pero estoy bien —respondí, tratando de tranquilizarlo. Después de dejarlo en la iglesia, conduje de regreso a casa con la mente llena de pensamientos sobre el Alacrán. Si realmente era un ladrón, no entendía por qué no se había robado mi dinero y por qué me había besado. Todo eso me parecía completamente irracional y confuso. Al ser sábado y temprano, decidí dirigirme a desayunar con mis padres en la hacienda familiar. Estábamos tranquilamente desayunando, mi madre, mi padre y yo, ya que Ryan estaba fuera por un viaje de negocios. —Mi amor, tu esposo no pudo acompañarnos esta tarde —comentó mi madre con su tono habitualmente crítico. —No, está ocupado con sus asuntos —respondí, intentando evitar cualquier confrontación. —Regina, siempre has sido tan inútil. Creí que al casarte con Michael podrías controlarlo mejor. Él se está metiendo demasiado en la empresa —replicó mi padre, con su habitual severidad. —Pues él invirtió su dinero allí, y Michael no es el tipo de hombre que se deja gobernar por una mujer —contesté, sintiendo un nudo en la garganta ante sus palabras hirientes. —No te justifiques. Eres tan inútil como tu madre. Deberías ser más como tu hermana Romina —añadió mi padre, con una mirada de desaprobación. —¿Cómo la mujer que se metió con mi prometido? —respondí con amargura, cansada de sus comparaciones constantes. —Por favor, no discutan —intervino mi madre, tratando de calmar los ánimos. Sus palabras resonaron en mi cabeza mientras observaba el paisaje tranquilo de la hacienda, preguntándome cómo había llegado a este punto en mi vida y qué futuro me deparaba con Michael y su creciente distancia emocional. No los soporté más y me dirigí al establo para cabalgar. Deseaba ver a Princesa, la yegua que me regaló mi hermano Ryan por mi cumpleaños número dieciocho. La amo con todo mi corazón; es hermosa y posee un pelaje blanco que resplandece bajo el sol matutino. Antes de llegar al establo, noté que una camioneta se acercaba. Era Diego. A diferencia de Michael, Diego tiene el cabello castaño y unos ojos azules más claros. Se acercó a mí y me dio un abrazo. —Mi amor, te he extrañado muchísimo —me dijo con una sonrisa. Sin pensarlo, le pegué una bofetada. —Eres un miserable, Diego. Me dejaste plantada en el altar. Te largaste con mi hermana y ahora te atreves a abrazarme —le espeté, sintiendo una mezcla de ira y dolor. Diego bajó la mirada, visiblemente afectado por mis palabras. —Regina, escúchame. Todo fue una trampa de Michael —intentó explicar, su voz cargada de arrepentimiento. Diego miró hacia los lados antes de hablar, como si estuviera asegurándose de que nadie más escuchara. — Mi hermano me amenazó. Me advirtió que si yo me casaba contigo me quitaría todo. Regi tú sabes que papá le heredo absolutamente todo a él y él maneja las finanzas de los Foster.— Me explica Diego — Nena yo no podía perder el legado de mi familia. Las palabras de Diego resonaron en mis oídos mientras intentaba asimilar lo que decía. La traición de Michael parecía extenderse más allá de lo que había imaginado, manipulando incluso a Diego con amenazas tan serias. Es un miserable, lo planeo absolutamente todo. —Diego, esto es demasiado... No puedo creer que Michael haya sido capaz de hacer algo así —dije, sintiendo un nudo en la garganta por la complejidad de la situación. Diego asintió con tristeza, sus ojos buscando los míos con desesperación. —Lo siento tanto, Regina. No quería lastimarte, pero no vi otra salida en ese momento. Me quedé atrapado entre mis miedos y las amenazas de Michael —explicó, con temblor en su voz. Me acerqué un paso hacia él, sintiendo la necesidad de entender más profundamente lo que había pasado. —¿Por qué no me lo dijiste antes? —pregunté, con una mezcla de frustración y comprensión. Diego suspiró, su expresión llena de pesar. —Tuve miedo, Regina. Miedo de que Michael cumpliera sus amenazas, miedo de perderlo todo. Pero ya no puedo seguir escondiendo la verdad. Necesito que sepas lo que realmente ocurrió entre nosotros. Que yo te amo. —respondió, sus palabras cargadas de un peso que parecía haber llevado por mucho tiempo. —Gracias por decírmelo ahora, Diego. Pero esto cambia muchas cosas... —musité, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar mis sentimientos encontrados. Diego tomó mi mano con delicadeza, buscando mi mirada. —Regina, lo siento tanto. No puedo cambiar el pasado, pero quiero estar contigo y enfrentar juntos lo que sea que venga —dijo, con determinación en su voz. — Tu hermano me escuchará. — Espeté molesta.ReginaFuriosa, me dirigí al despacho de Michael. No podía creer que ese miserable me hubiera obligado a casarme con él. Me manipuló todo el tiempo, saboteó mi boda con Diego, y no entiendo por qué lo hizo.Cuando llegué a la oficina, me di cuenta de que él se estaba besando con una mujer a quien reconocí como su secretaria. Completamente molesta, cerré la puerta con todas mis fuerzas y ambos saltaron del susto.—¿Qué mierda te pasa, Regina?—Señora...— Murmuro la secretaria.—Tú, lárgate si no quieres que te despida. Y antes de abrirle las piernas a este tipo, te sugiero protegerte. Mi esposo se revuelca con todo lo que tiene falda.— Exclamé molesta.Él sonrió arrogantemente.—¿Acaso estás celosa?No me contuve y le pegué una bofetada con todas mis fuerzas. Michael hizo una expresión de imbécil, como si nunca en la vida lo hubieran golpeado. Es un estúpido.Michael se quedó en silencio por un momento, con una mano en la mejilla donde lo había golpeado. La secretaria salió apresuradame
Michael Foster Me encuentro tranquilamente en mi oficina. Regina se acaba de marchar. No la soportaba ni un segundo más. A veces tiene unas actitudes tan infantiles. En ocasiones olvido que me he casado con una niña seis años menor. Con lo hermosa que es, es una pena que sea tan insufrible. Pero por supuesto, jamás le diría que la considero una de las mujeres más hermosas que he visto en mi vida. Jamás me mostraré débil ante ella. Salí de mis pensamientos cuando una pelirroja de ojos verdes entró en mi oficina. Me di cuenta que se trataba de Romina, quien traía un vestido demasiado corto. —Michael, cariño, acabo de regresar —dijo Romina, con una sonrisa coqueta mientras cerraba la puerta detrás de ella. —Sí, ya te he visto. Estoy trabajando —respondí, sin levantar la vista de mis papeles. Romina se acercó a mi escritorio y se inclinó, dejando entrever más de lo necesario. Sus ojos verdes brillaban con determinación. —Recuerdas nuestro acuerdo, ¿verdad? Tú me prometiste
Regina BalmacedaMi madre prácticamente me obligó a regresar a casa para charlar con mi padre. No tengo ganas de hablar con ese señor que me ha insultado toda la vida, pero quiero mucho a mi madre y no puedo negarle un favor.No olvido que él me insultó. Yo no sé qué está haciendo Michael en la empresa, sin embargo, no debe ser nada bueno porque papá está molesto y, como no puede desquitarse con mi esposo, se desquita conmigo.Siempre he sabido que él me odia. A la única persona que ama es a mi hermana Romina. A Ryan y a mí nos odia.—Al fin te dignaste a regresar —me dice Luca Balmaceda, mi padre.Rodé los ojos—. Buenos días, papá. He venido a almorzar. Michael está estacionando el carro.—Luca, Regina aceptó venir en buen plan, podrías cambiar tu actitud —intervino mi madre, intentando calmar la situación.—Ella es quien debe cambiar su actitud —se centró en mí—. Eres una desagradecida que no le importa dejar a su padre sin nada. Eres una egoísta.Reí fuerte—. ¿Egoísta yo? Tú eres
En pocos minutos llegó el veterinario y le administró un sedante a Princesa para el dolor. También curó sus heridas y nos explicó cómo debíamos cuidarla. Nos dijo que no podría montarla por unos días debido a que necesita recuperarse.—Ves, niña drama, estará perfecta. Tú sigues llorando y ella está tranquila durmiendo —dijo Michael, con una sonrisa burlona.—Me hablas como a una niña —protesté.—Te comportas como una —respondió, encogiéndose de hombros.Me acerqué a Princesa y noté que estaba tranquila, recostada. Me arrodillé a su lado y comencé a acariciarla.—Esa loca nunca más te lastimará, Princesa. Tú y yo nos iremos.—Ya me imagino la cara de Noe cuando vea a tu yegua en casa —comentó Michael.—Él lo entenderá. No puedo dejarla aquí; esa mujer es capaz de volver a lastimarla.—Tengo una hacienda y un establo, por si no recuerdas. Puedo cuidarla y tendría todo lo que necesita, incluyendo la compañía del guapo de mi Diablo y otros caballos. A cambio de un precio, claro.Me volte
Regina BalmacedaNo he dejado de llorar en toda la noche ni de temblar. Las pesadillas de ese horrible momento persisten; quisiera olvidarlo para siempre, pero parece imposible.—¿Cómo amaneciste? —me pregunta Alaska al llegar.Anoche no quería hablar con nadie y le pedí hospedaje. Necesitaba desahogarme con alguien, y quién mejor que mi mejor amiga, la única que conoce mi dolor. Ella también es la única, aparte de Michael, que sabe que fui violada, ella me entiende porque le pasó lo mismo.Hace años un miserable la abuso y mato a su prometido, mi primo Alfredo. Ella jamás habla de esa noche.—Mejor —respondo.—Insisto en que deberías decirme el nombre y denunciarlo —insiste.—No quiero, sería revivirlo.—Él debe pagar, Regi. ¿No has pensado que puede hacerlo de nuevo?—No quiero pensar en eso —contengo mis lágrimas.—Ya no llores, si no quieres no puedo obligarte —me abraza.En ese momento, los mellizos se acercan a mí. Remo y Rubí, mis ahijados favoritos e hijos de Alaska, tienen ap
Regina Balmaceda Había investigado absolutamente todo sobre aquel delincuente. Leí varias noticias en internet sobre él, y había aparecido hace aproximadamente un año. Las noticias eran contradictorias. Algunos decían que era un narcotraficante y que trabajaba con el Zar, otro narcotraficante muy poderoso de Estados Unidos.Otros decían que era su enemigo y que, en realidad, no era ningún narcotraficante, sino que se dedicaba a salvar a muchachitas que eran vendidas en redes de trata.Se decía que luchaba contra el narcotráfico, robaba a las familias adineradas y ayudaba a las personas humildes. Algunos lo consideraban un ladrón; otros, un hombre adinerado que ocultaba su identidad. No estaba segura de quién era el Alacrán ni por qué me lo había encontrado más de dos veces. Sin embargo, no creía en las casualidades y sabía que ese tipo quería algo de mí. Tal vez deseaba usarme por el poder de mi familia.Pero no quería pensar en él. Estaba en una reunión organizada por mi hermano Rya
Regina Balmaceda Han sido las peores horas de mi vida. Mi hermana y mi padre no querían que llamáramos a la policía por el escándalo, o intentaron aparentar un asalto del alacrán, pero no dejaré que lo perjudiquen cuando solo me defendió. Acusé a Lucio de intento de violación y de violación cuando tenía trece años, lo cual será difícil de probar porque han transcurrido siete años y ni siquiera lo recuerdo bien. He declarado varias cosas que ocurrieron, también me revisó la doctora mis golpes en el rostro y mi zona íntima. Me sentí tan humillada y no sirvió como prueba porque esta vez no llegó a violarme. Supongo que el resto de mi familia, especialmente Romina, quien adora a Lucio, debe estar muy enojada conmigo; pero no me importa, yo me siento liberada porque al fin confesé la verdad. Lucio aún sigue en intervención, el alacrán lo lastimó mucho, el miembro está perdido y no saben si sobreviva debido a la hemorragia que sufrió. En este momento estoy en la clínica, mi madre está
El Alacrán Mis puños aún palpitaban con la ira mientras recorría la noche, consumido por la furia que me embargaba. No podía creer que ese miserable se hubiera atrevido a lastimar a Regina. Cada pensamiento en mi cabeza resonaba con la imagen de su rostro desfigurado por el miedo y el dolor. No me contuve; mis acciones eran un reflejo directo de la violencia que había infligido sobre ella. No sentía ni un ápice de arrepentimiento. Lo que había hecho, lo haría mil veces más si fuese necesario para protegerla. Después de la fiesta, escapé tan rápido como mis piernas me permitieron. Llegué a casa en un torbellino de emociones, mi mente aún aturdida por la necesidad urgente de hacer justicia. Sin detenerme, me dirigí directamente a la ducha, dejando que el agua caliente corriera sobre mi piel mientras me despojaba de la ropa manchada de sangre y tierra. El vapor envolvía mi figura mientras mi mente seguía repasando cada momento de la confrontación, cada golpe que había lanzado al desg