Besos en el establo

En pocos minutos llegó el veterinario y le administró un sedante a Princesa para el dolor. También curó sus heridas y nos explicó cómo debíamos cuidarla. Nos dijo que no podría montarla por unos días debido a que necesita recuperarse.

—Ves, niña drama, estará perfecta. Tú sigues llorando y ella está tranquila durmiendo —dijo Michael, con una sonrisa burlona.

—Me hablas como a una niña —protesté.

—Te comportas como una —respondió, encogiéndose de hombros.

Me acerqué a Princesa y noté que estaba tranquila, recostada. Me arrodillé a su lado y comencé a acariciarla.

—Esa loca nunca más te lastimará, Princesa. Tú y yo nos iremos.

—Ya me imagino la cara de Noe cuando vea a tu yegua en casa —comentó Michael.

—Él lo entenderá. No puedo dejarla aquí; esa mujer es capaz de volver a lastimarla.

—Tengo una hacienda y un establo, por si no recuerdas. Puedo cuidarla y tendría todo lo que necesita, incluyendo la compañía del guapo de mi Diablo y otros caballos. A cambio de un precio, claro.

Me volte
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