Michael Foster
Me encuentro tranquilamente en mi oficina. Regina se acaba de marchar. No la soportaba ni un segundo más. A veces tiene unas actitudes tan infantiles. En ocasiones olvido que me he casado con una niña seis años menor. Con lo hermosa que es, es una pena que sea tan insufrible. Pero por supuesto, jamás le diría que la considero una de las mujeres más hermosas que he visto en mi vida. Jamás me mostraré débil ante ella. Salí de mis pensamientos cuando una pelirroja de ojos verdes entró en mi oficina. Me di cuenta que se trataba de Romina, quien traía un vestido demasiado corto. —Michael, cariño, acabo de regresar —dijo Romina, con una sonrisa coqueta mientras cerraba la puerta detrás de ella. —Sí, ya te he visto. Estoy trabajando —respondí, sin levantar la vista de mis papeles. Romina se acercó a mi escritorio y se inclinó, dejando entrever más de lo necesario. Sus ojos verdes brillaban con determinación. —Recuerdas nuestro acuerdo, ¿verdad? Tú me prometiste que formalizaríamos lo nuestro si te ayudaba a separar a Diego y Regina —dijo en un susurro casi venenoso. Levanté la mirada y me encontré con su expresión expectante. Sabía que no iba a dejar este asunto sin resolver. —No olvidé nuestro acuerdo, Romina —respondí con frialdad—. Pero las cosas no siempre salen como planeamos. Necesitamos ser pacientes. Ella frunció el ceño, claramente insatisfecha con mi respuesta. —Michael, no estoy dispuesta a esperar más —dijo, acercándose más, sus labios a centímetros de los míos—. Quiero lo que me prometiste. Suspiré, sintiendo la presión de la situación. Romina siempre había sido persistente, y ahora no era la excepción. Sabía que tenía que manejar esto con cuidado. Romina siempre ha sido una mujer fácil. Ella prácticamente se me insinuó desde hace años, y nos acostamos un par de veces; sin embargo, jamás la consideraría para ser mi esposa. Aproveché la situación y que a Diego siempre le ha gustado para separar a mi hermano de Regina. Además, Romina siempre ha odiado a Regina y haría cualquier cosa para lastimarla. —Si quieres dinero, lo tendrás, Romina, pero estoy ocupado —dije, volviendo a mirar mis papeles. Ella se cruzó de brazos, su expresión se volvió más oscura. —No quiero tu maldito dinero, Michael. Quiero lo que me prometiste —insistió.— Me hubiera encantado estar allí cuando Regina fue plantada. Debió llorar muchísimo esa insípida, siempre creyéndose perfecta, y su novio la dejó. Romina soltó una risa sarcástica. —Regina sí se casó —dije, disfrutando del impacto de mis palabras. Levanta la vista, sorprendida. —¿Cómo que se casó? —pregunta, frunciendo el ceño. —Se casó conmigo —dije con una sonrisa de satisfacción. Romina quedó boquiabierta, su rostro lleno de incredulidad y furia. —¿Qué has hecho, Michael? —exclamó, su voz temblando de ira. Me incliné hacia atrás en mi silla, disfrutando de su reacción. —Lo que tenía que hacer, Romina. Ahora, si no tienes nada más que decir, tengo trabajo que hacer. —No pudiste casarte con mi hermana. Me utilizaste para quedarte con ella. Tú y yo nos amamos —exclamó Romina, con la voz quebrada por la rabia y la decepción. La miré con frialdad, cada palabra cortante como una navaja. —Yo no te amo ni jamás te amé, Romina. Únicamente te utilicé, tal como tú planeabas utilizarme por mi dinero. Ahora lárgate antes de que pierda la paciencia —le dije, mi tono firme e implacable. Romina se quedó sin palabras por un momento, su rostro reflejando una mezcla de furia y dolor. Luego, sin decir más, se dio la vuelta y salió de mi oficina, cerrando la puerta de un portazo. Cuando ella se marchó, continué trabajando en mi computadora. Todo está saliendo de acuerdo a mis planes. Ya soy socio capitalista de la familia Balmaceda y me estoy acercando cada vez más a Luca. Muy pronto, acabaré con ese miserable. Luca y Ryan me pagarán todo lo que me han hecho. Mi boda con Regina solo fue el inicio de mi venganza. Los destruiré uno a uno. Nunca verán de dónde ha venido el golpe. Solamente me da pena Regina porque es la única inocente de esa m*****a familia; sin embargo, es un daño colateral.Regina BalmacedaMi madre prácticamente me obligó a regresar a casa para charlar con mi padre. No tengo ganas de hablar con ese señor que me ha insultado toda la vida, pero quiero mucho a mi madre y no puedo negarle un favor.No olvido que él me insultó. Yo no sé qué está haciendo Michael en la empresa, sin embargo, no debe ser nada bueno porque papá está molesto y, como no puede desquitarse con mi esposo, se desquita conmigo.Siempre he sabido que él me odia. A la única persona que ama es a mi hermana Romina. A Ryan y a mí nos odia.—Al fin te dignaste a regresar —me dice Luca Balmaceda, mi padre.Rodé los ojos—. Buenos días, papá. He venido a almorzar. Michael está estacionando el carro.—Luca, Regina aceptó venir en buen plan, podrías cambiar tu actitud —intervino mi madre, intentando calmar la situación.—Ella es quien debe cambiar su actitud —se centró en mí—. Eres una desagradecida que no le importa dejar a su padre sin nada. Eres una egoísta.Reí fuerte—. ¿Egoísta yo? Tú eres
En pocos minutos llegó el veterinario y le administró un sedante a Princesa para el dolor. También curó sus heridas y nos explicó cómo debíamos cuidarla. Nos dijo que no podría montarla por unos días debido a que necesita recuperarse.—Ves, niña drama, estará perfecta. Tú sigues llorando y ella está tranquila durmiendo —dijo Michael, con una sonrisa burlona.—Me hablas como a una niña —protesté.—Te comportas como una —respondió, encogiéndose de hombros.Me acerqué a Princesa y noté que estaba tranquila, recostada. Me arrodillé a su lado y comencé a acariciarla.—Esa loca nunca más te lastimará, Princesa. Tú y yo nos iremos.—Ya me imagino la cara de Noe cuando vea a tu yegua en casa —comentó Michael.—Él lo entenderá. No puedo dejarla aquí; esa mujer es capaz de volver a lastimarla.—Tengo una hacienda y un establo, por si no recuerdas. Puedo cuidarla y tendría todo lo que necesita, incluyendo la compañía del guapo de mi Diablo y otros caballos. A cambio de un precio, claro.Me volte
Regina BalmacedaNo he dejado de llorar en toda la noche ni de temblar. Las pesadillas de ese horrible momento persisten; quisiera olvidarlo para siempre, pero parece imposible.—¿Cómo amaneciste? —me pregunta Alaska al llegar.Anoche no quería hablar con nadie y le pedí hospedaje. Necesitaba desahogarme con alguien, y quién mejor que mi mejor amiga, la única que conoce mi dolor. Ella también es la única, aparte de Michael, que sabe que fui violada, ella me entiende porque le pasó lo mismo.Hace años un miserable la abuso y mato a su prometido, mi primo Alfredo. Ella jamás habla de esa noche.—Mejor —respondo.—Insisto en que deberías decirme el nombre y denunciarlo —insiste.—No quiero, sería revivirlo.—Él debe pagar, Regi. ¿No has pensado que puede hacerlo de nuevo?—No quiero pensar en eso —contengo mis lágrimas.—Ya no llores, si no quieres no puedo obligarte —me abraza.En ese momento, los mellizos se acercan a mí. Remo y Rubí, mis ahijados favoritos e hijos de Alaska, tienen ap
Regina Balmaceda Había investigado absolutamente todo sobre aquel delincuente. Leí varias noticias en internet sobre él, y había aparecido hace aproximadamente un año. Las noticias eran contradictorias. Algunos decían que era un narcotraficante y que trabajaba con el Zar, otro narcotraficante muy poderoso de Estados Unidos.Otros decían que era su enemigo y que, en realidad, no era ningún narcotraficante, sino que se dedicaba a salvar a muchachitas que eran vendidas en redes de trata.Se decía que luchaba contra el narcotráfico, robaba a las familias adineradas y ayudaba a las personas humildes. Algunos lo consideraban un ladrón; otros, un hombre adinerado que ocultaba su identidad. No estaba segura de quién era el Alacrán ni por qué me lo había encontrado más de dos veces. Sin embargo, no creía en las casualidades y sabía que ese tipo quería algo de mí. Tal vez deseaba usarme por el poder de mi familia.Pero no quería pensar en él. Estaba en una reunión organizada por mi hermano Rya
Regina Balmaceda Han sido las peores horas de mi vida. Mi hermana y mi padre no querían que llamáramos a la policía por el escándalo, o intentaron aparentar un asalto del alacrán, pero no dejaré que lo perjudiquen cuando solo me defendió. Acusé a Lucio de intento de violación y de violación cuando tenía trece años, lo cual será difícil de probar porque han transcurrido siete años y ni siquiera lo recuerdo bien. He declarado varias cosas que ocurrieron, también me revisó la doctora mis golpes en el rostro y mi zona íntima. Me sentí tan humillada y no sirvió como prueba porque esta vez no llegó a violarme. Supongo que el resto de mi familia, especialmente Romina, quien adora a Lucio, debe estar muy enojada conmigo; pero no me importa, yo me siento liberada porque al fin confesé la verdad. Lucio aún sigue en intervención, el alacrán lo lastimó mucho, el miembro está perdido y no saben si sobreviva debido a la hemorragia que sufrió. En este momento estoy en la clínica, mi madre está
El Alacrán Mis puños aún palpitaban con la ira mientras recorría la noche, consumido por la furia que me embargaba. No podía creer que ese miserable se hubiera atrevido a lastimar a Regina. Cada pensamiento en mi cabeza resonaba con la imagen de su rostro desfigurado por el miedo y el dolor. No me contuve; mis acciones eran un reflejo directo de la violencia que había infligido sobre ella. No sentía ni un ápice de arrepentimiento. Lo que había hecho, lo haría mil veces más si fuese necesario para protegerla. Después de la fiesta, escapé tan rápido como mis piernas me permitieron. Llegué a casa en un torbellino de emociones, mi mente aún aturdida por la necesidad urgente de hacer justicia. Sin detenerme, me dirigí directamente a la ducha, dejando que el agua caliente corriera sobre mi piel mientras me despojaba de la ropa manchada de sangre y tierra. El vapor envolvía mi figura mientras mi mente seguía repasando cada momento de la confrontación, cada golpe que había lanzado al desg
Regina Balmaceda Me encontraba en mi casa al lado de Alaska. Ella había decidido visitarme. Estaba tranquilamente vestida con un vestido en tono azul;era hermosa. Tez bronceada, cabello castaño y largo a la altura de su cintura y unos ojos verde agua preciosos.Me daba cuenta de que Ryan no dejaba de mirarla. Estaban sentados a mis lados los mellizos. Rubí, una niña de cabello castaño y ojos verde agua como su madre, y Remo, de cabello oscuro y ojos grises. Remo no se parecía a su padre; yo lo veía idéntico a mi hermano Ryan... Pensaría que es su hijo, pero Alaska era la mujer más decente que conocía y jamás le hubiera sido infiel a mi primo. Aunque era evidente que Ryan la amaba, ella no le correspondía. —Tía Regina, ¿cuándo iremos a ver a Princesa? —preguntó Rubí. —Muy pronto, Rubí. Solo a mi sobrina le permito cabalgar a Princesa. —Regi, sabes que siempre contarás con nosotros —dijo Alaska. —Gracias, Alaska —respondí, apreciando su apoyo incondicional. Alaska me dedi
No dejaba de temblar, impresionada por la fuerza de la tormenta. Los rayos me aturdían, y el sonido del agua golpeando el techo era ensordecedor. Parecía que en cualquier momento la casa podría derrumbarse. No entendía cómo las personas podían sobrevivir aquí, especialmente niños pequeños, mujeres y ancianos en tales condiciones. Me sentía culpable porque, a pesar de todo, yo tenía un hogar, comida y ropa para abrigarme, y aun así, me quejaba constantemente de mi vida. El Alacrán se quitó la sudadera y luego la playera. Yo miré hacia otro lado cuando lo hizo, pero él rió fuerte. —No te quitarás esa montaña de ropa mojada, morirás de frío. —Voltéate —le pedí. Él se acercó a la ventana y cerró la cortina, dejando la habitación en completa oscuridad, iluminada solo por el fuego de la chimenea. Me quité los zapatos, la campera, luego la sudadera, que estaban empapadas, y después me bajé el jean. Retorcí mi ropa y la coloqué al lado del fuego para que se secara rápido. Durante el via