Regina
Furiosa, me dirigí al despacho de Michael. No podía creer que ese miserable me hubiera obligado a casarme con él. Me manipuló todo el tiempo, saboteó mi boda con Diego, y no entiendo por qué lo hizo. Cuando llegué a la oficina, me di cuenta de que él se estaba besando con una mujer a quien reconocí como su secretaria. Completamente molesta, cerré la puerta con todas mis fuerzas y ambos saltaron del susto. —¿Qué m****a te pasa, Regina? —Señora...— Murmuro la secretaria. —Tú, lárgate si no quieres que te despida. Y antes de abrirle las piernas a este tipo, te sugiero protegerte. Mi esposo se revuelca con todo lo que tiene falda.— Exclamé molesta. Él sonrió arrogantemente.—¿Acaso estás celosa? No me contuve y le pegué una bofetada con todas mis fuerzas. Michael hizo una expresión de imbécil, como si nunca en la vida lo hubieran golpeado. Es un estúpido. Michael se quedó en silencio por un momento, con una mano en la mejilla donde lo había golpeado. La secretaria salió apresuradamente de la oficina, visiblemente aterrada. —¿Te sientes mejor ahora? —preguntó Michael con voz contenida, sin dejar de mirarme con esos ojos fríos y calculadores. —¿Mejor? —repetí, apenas conteniendo las lágrimas de rabia—. ¡Eres un monstruo, Michael! Arruinaste mi vida, saboteaste mi boda con Diego. ¿Por qué? ¿Qué querías lograr? Él se encogió de hombros con una indiferencia que me enfureció aún más. — Al parecer el niñito de mi hermano ya te fue a llorar.Lo que quiero no es asunto tuyo —respondió con una sonrisa irónica—. Te dije desde el principio que te adaptarías o sufrirías las consecuencias. Parece que prefieres lo segundo. —¿Adaptarme? —espeté, sintiendo cómo la indignación ardía en mi pecho—. No soy tu juguete. Y no me quedaré callada mientras destruyes todo lo que me importa. Michael dio un paso hacia mí, y por un momento, su expresión cambió. Hubo algo en sus ojos, un destello de algo que no pude identificar. Pero tan rápido como apareció, desapareció, reemplazado por su habitual máscara de superioridad. —Haces las cosas mucho más difíciles de lo que deberían ser, Regina —dijo, su voz más baja, casi susurrante—. Quizás deberíamos hablar de esto en otro lugar, con más... privacidad. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda ante sus palabras. Su cercanía, su tono, todo en él me ponía nerviosa, pero no iba a mostrar debilidad. —No hay nada que discutir, Michael —respondí, dando un paso atrás—. Solo quiero una cosa de ti: el divorcio. Michael soltó una carcajada seca, como si lo que hubiera dicho fuera el chiste más divertido del mundo. —¿Divorcio? —repitió, todavía riendo—. Oh, querida Regina, parece que aún no entiendes en qué te has metido. Me quedé mirándolo, sin poder creer la frialdad con la que hablaba. ¿Cómo podía ser tan cruel? —Si piensas que voy a dejarte ir tan fácilmente, estás muy equivocada —continuó, acercándose de nuevo—. Eres mía, Regina. Y harás lo que yo diga. Mi corazón latía con fuerza, y supe en ese momento que tendría que encontrar otra manera de salir de esta pesadilla. Porque claramente, Michael no iba a dejarme libre por las buenas. —¿Por qué m****a me hiciste esto? —grité—. ¿Por qué me manipulaste para casarme contigo? ¿Querías dinero o demostrarle a Diego que eres mejor? Michael alzó una ceja, como si mi reacción fuera simplemente una molestia menor. —Siempre has sido tan arrogante, Regina —respondió con frialdad—. Desde que eras pequeñita, siempre sintiéndote superior. Crees que no conozco el pequeño juego de tu padre de casarte con mi hermano para manipularlo y quitarle su herencia. Diego es manipulable, pero yo no. —Eres un imbécil —espeté, sintiendo el veneno en cada palabra —Jamás obtendrás un peso de mi familia, así que tú y tu ambiciosa familia se pueden morir de hambre. Ni siquiera has sido capaz de abrirme las piernas. No he obtenido nada de este matrimonio.— Rodea los ojos. —Ni jamás lo haré. Yo te juro que jamás seré tuya. Antes muerta.— Afirmé molesta. Michael sonrió, un gesto frío y sin rastro de verdadero humor.—Me parece perfecto, niña, porque amantes puedo tener muchas y mucho más experimentadas que una mujer frígida e insípida como tú. —Puedes tener a quien quieras —repliqué, avanzando hacia la puerta—. Pero yo te juro que tú jamás me tendrás a mí. Mientras salía del despacho, cerrando la puerta con un golpe que resonó por el pasillo, sabía que no sería fácil escapar de esta situación. Michael podía tener amantes, podía tener su arrogancia y su manipulación, pero nunca tendría mi espíritu. Y eso era algo que no estaba dispuesto a permitir. No sabía cómo ni cuando, pero ese miserable me pagaría todas las humillaciones a las que me había sometido. Él podía tener amantes entonces yo también podía. Cada golpe que me diera se lo regresaría al doble o al triple. La guerra está declarada.Michael Foster Me encuentro tranquilamente en mi oficina. Regina se acaba de marchar. No la soportaba ni un segundo más. A veces tiene unas actitudes tan infantiles. En ocasiones olvido que me he casado con una niña seis años menor. Con lo hermosa que es, es una pena que sea tan insufrible. Pero por supuesto, jamás le diría que la considero una de las mujeres más hermosas que he visto en mi vida. Jamás me mostraré débil ante ella. Salí de mis pensamientos cuando una pelirroja de ojos verdes entró en mi oficina. Me di cuenta que se trataba de Romina, quien traía un vestido demasiado corto. —Michael, cariño, acabo de regresar —dijo Romina, con una sonrisa coqueta mientras cerraba la puerta detrás de ella. —Sí, ya te he visto. Estoy trabajando —respondí, sin levantar la vista de mis papeles. Romina se acercó a mi escritorio y se inclinó, dejando entrever más de lo necesario. Sus ojos verdes brillaban con determinación. —Recuerdas nuestro acuerdo, ¿verdad? Tú me prometiste
Regina BalmacedaMi madre prácticamente me obligó a regresar a casa para charlar con mi padre. No tengo ganas de hablar con ese señor que me ha insultado toda la vida, pero quiero mucho a mi madre y no puedo negarle un favor.No olvido que él me insultó. Yo no sé qué está haciendo Michael en la empresa, sin embargo, no debe ser nada bueno porque papá está molesto y, como no puede desquitarse con mi esposo, se desquita conmigo.Siempre he sabido que él me odia. A la única persona que ama es a mi hermana Romina. A Ryan y a mí nos odia.—Al fin te dignaste a regresar —me dice Luca Balmaceda, mi padre.Rodé los ojos—. Buenos días, papá. He venido a almorzar. Michael está estacionando el carro.—Luca, Regina aceptó venir en buen plan, podrías cambiar tu actitud —intervino mi madre, intentando calmar la situación.—Ella es quien debe cambiar su actitud —se centró en mí—. Eres una desagradecida que no le importa dejar a su padre sin nada. Eres una egoísta.Reí fuerte—. ¿Egoísta yo? Tú eres
En pocos minutos llegó el veterinario y le administró un sedante a Princesa para el dolor. También curó sus heridas y nos explicó cómo debíamos cuidarla. Nos dijo que no podría montarla por unos días debido a que necesita recuperarse.—Ves, niña drama, estará perfecta. Tú sigues llorando y ella está tranquila durmiendo —dijo Michael, con una sonrisa burlona.—Me hablas como a una niña —protesté.—Te comportas como una —respondió, encogiéndose de hombros.Me acerqué a Princesa y noté que estaba tranquila, recostada. Me arrodillé a su lado y comencé a acariciarla.—Esa loca nunca más te lastimará, Princesa. Tú y yo nos iremos.—Ya me imagino la cara de Noe cuando vea a tu yegua en casa —comentó Michael.—Él lo entenderá. No puedo dejarla aquí; esa mujer es capaz de volver a lastimarla.—Tengo una hacienda y un establo, por si no recuerdas. Puedo cuidarla y tendría todo lo que necesita, incluyendo la compañía del guapo de mi Diablo y otros caballos. A cambio de un precio, claro.Me volte
Regina BalmacedaNo he dejado de llorar en toda la noche ni de temblar. Las pesadillas de ese horrible momento persisten; quisiera olvidarlo para siempre, pero parece imposible.—¿Cómo amaneciste? —me pregunta Alaska al llegar.Anoche no quería hablar con nadie y le pedí hospedaje. Necesitaba desahogarme con alguien, y quién mejor que mi mejor amiga, la única que conoce mi dolor. Ella también es la única, aparte de Michael, que sabe que fui violada, ella me entiende porque le pasó lo mismo.Hace años un miserable la abuso y mato a su prometido, mi primo Alfredo. Ella jamás habla de esa noche.—Mejor —respondo.—Insisto en que deberías decirme el nombre y denunciarlo —insiste.—No quiero, sería revivirlo.—Él debe pagar, Regi. ¿No has pensado que puede hacerlo de nuevo?—No quiero pensar en eso —contengo mis lágrimas.—Ya no llores, si no quieres no puedo obligarte —me abraza.En ese momento, los mellizos se acercan a mí. Remo y Rubí, mis ahijados favoritos e hijos de Alaska, tienen ap
Regina Balmaceda Había investigado absolutamente todo sobre aquel delincuente. Leí varias noticias en internet sobre él, y había aparecido hace aproximadamente un año. Las noticias eran contradictorias. Algunos decían que era un narcotraficante y que trabajaba con el Zar, otro narcotraficante muy poderoso de Estados Unidos.Otros decían que era su enemigo y que, en realidad, no era ningún narcotraficante, sino que se dedicaba a salvar a muchachitas que eran vendidas en redes de trata.Se decía que luchaba contra el narcotráfico, robaba a las familias adineradas y ayudaba a las personas humildes. Algunos lo consideraban un ladrón; otros, un hombre adinerado que ocultaba su identidad. No estaba segura de quién era el Alacrán ni por qué me lo había encontrado más de dos veces. Sin embargo, no creía en las casualidades y sabía que ese tipo quería algo de mí. Tal vez deseaba usarme por el poder de mi familia.Pero no quería pensar en él. Estaba en una reunión organizada por mi hermano Rya
Regina Balmaceda Han sido las peores horas de mi vida. Mi hermana y mi padre no querían que llamáramos a la policía por el escándalo, o intentaron aparentar un asalto del alacrán, pero no dejaré que lo perjudiquen cuando solo me defendió. Acusé a Lucio de intento de violación y de violación cuando tenía trece años, lo cual será difícil de probar porque han transcurrido siete años y ni siquiera lo recuerdo bien. He declarado varias cosas que ocurrieron, también me revisó la doctora mis golpes en el rostro y mi zona íntima. Me sentí tan humillada y no sirvió como prueba porque esta vez no llegó a violarme. Supongo que el resto de mi familia, especialmente Romina, quien adora a Lucio, debe estar muy enojada conmigo; pero no me importa, yo me siento liberada porque al fin confesé la verdad. Lucio aún sigue en intervención, el alacrán lo lastimó mucho, el miembro está perdido y no saben si sobreviva debido a la hemorragia que sufrió. En este momento estoy en la clínica, mi madre está
El Alacrán Mis puños aún palpitaban con la ira mientras recorría la noche, consumido por la furia que me embargaba. No podía creer que ese miserable se hubiera atrevido a lastimar a Regina. Cada pensamiento en mi cabeza resonaba con la imagen de su rostro desfigurado por el miedo y el dolor. No me contuve; mis acciones eran un reflejo directo de la violencia que había infligido sobre ella. No sentía ni un ápice de arrepentimiento. Lo que había hecho, lo haría mil veces más si fuese necesario para protegerla. Después de la fiesta, escapé tan rápido como mis piernas me permitieron. Llegué a casa en un torbellino de emociones, mi mente aún aturdida por la necesidad urgente de hacer justicia. Sin detenerme, me dirigí directamente a la ducha, dejando que el agua caliente corriera sobre mi piel mientras me despojaba de la ropa manchada de sangre y tierra. El vapor envolvía mi figura mientras mi mente seguía repasando cada momento de la confrontación, cada golpe que había lanzado al desg
Regina Balmaceda Me encontraba en mi casa al lado de Alaska. Ella había decidido visitarme. Estaba tranquilamente vestida con un vestido en tono azul;era hermosa. Tez bronceada, cabello castaño y largo a la altura de su cintura y unos ojos verde agua preciosos.Me daba cuenta de que Ryan no dejaba de mirarla. Estaban sentados a mis lados los mellizos. Rubí, una niña de cabello castaño y ojos verde agua como su madre, y Remo, de cabello oscuro y ojos grises. Remo no se parecía a su padre; yo lo veía idéntico a mi hermano Ryan... Pensaría que es su hijo, pero Alaska era la mujer más decente que conocía y jamás le hubiera sido infiel a mi primo. Aunque era evidente que Ryan la amaba, ella no le correspondía. —Tía Regina, ¿cuándo iremos a ver a Princesa? —preguntó Rubí. —Muy pronto, Rubí. Solo a mi sobrina le permito cabalgar a Princesa. —Regi, sabes que siempre contarás con nosotros —dijo Alaska. —Gracias, Alaska —respondí, apreciando su apoyo incondicional. Alaska me dedi