135. JULIÁN

Nos integramos al juego por un rato, riendo también olvidados de todo. Al final Tomasa se puso de pie ella sola, dejando a todos asombrados con su agilidad. Los chicos se empeñaban en que Aurelio los cargara a todos al mismo tiempo, cosa que hizo, el más pequeño en los hombros sujeto de su cabeza, los otros en los brazos y los pies y salió tambaleándose cómicamente mientras los niños gritaban y reían con gran aspaviento.

Y al sentir la casa llena de energía positiva, ante la inocencia y felicidad que los niños nos regalaban, otra vez la idea de hacer el lugar, un orfanato surgió en mi memoria.

—Vamos, vamos —vociferaba Tomasa. —Es hora de almorzar.

Y allá nos fuimos todas luego de ayudar a lavar a los pequeños. La alegría siguió toda la hora del almuerzo en que Tomasa contaba las cosas que hacía Dolores de niña y que nos hacían reír mucho. No recordaba cuando era la última vez que me había divertido tanto, creo que en el colegio antes de que mi vida se complicara de la manera que
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