309.PÉRDIDA

—Así es, soy la esposa de Abdoulayé Agoyán

Cuando terminé de decir eso, se hizo un gran silencio y me rodearon todos los habitantes de aquel lugar girando a mi alrededor, no sabría decir si me estudiaban o con mirada amenazante.

—¡Imposible! — dijo el anciano. — ¡Él desapareció hace miles de años con toda su gente!

Abrí mis brazos en el centro del círculo que ellos me habían hecho llenándome completamente de luz, pedí que mi esposo apareciera ante mí y al momento Julián apareció en todo su esplendor.

—¡Mi rey! —exclamaron y se arrodillaron haciendo tres inclinaciones ante él.

—¿Cómo sabemos que es él? —preguntó la misma anciana.

Julián golpeó con el bastón en el piso y hizo que aparecieran todos los demás delante de sus ancestros y familiares, así como el altar. Y otra vez todos volvieron arrodillarse y hacer tres enormes reverencia para luego acostarse con los brazos en cruz y hacer un saludo. Después a un signo de Julián se pusieron todos de pie y comenzaron a mirarse entre ell
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