Gritó en medio de aquella locura, yo temblaba en el centro del círculo de luz, comencé a llorar ante la imposibilidad de hacer lo que se me pedía. Cuando de pronto vi a mis padres que me tomaban mis manos sonrientes, infundiéndome tranquilidad, y me ayudaron a realizarlo. Al tiempo que me iluminaba aún más y conmigo toda la habitación se iluminó, dejando que viera las criaturas demoníacas más horribles que se pudiesen ver.—¡No las mires! —me pidió Julián que a pesar de estar dirigiendo todo, no me perdía de vista. Y todo se volvió muy confuso de pronto. Las extrañas criaturas avanzaban hacía mí y era como si se tragaran la luz convirtiendo todo en oscuridad. Todos conjuraban, gritaban o rezaban, pero podía ver que el mal estaba ganando y me asusté .—No mi Ángel, confía en mí, en nosotros. Me pidió Julián por encima de todo aquella algarabía, dirigí mis ojos y los conecté con los suyos, una fuerza muy grande nos unió, y me iluminé aún más haciendo que la oscuridad comenzara a
Me hablaba Tomaza al tiempo que terminaba de arreglarme el vestido, mientras Dolores me cepillaba el cabello, las miraba con dulzura y salí al encuentro del padre.—Pero mírate, si pareces que no estuviste enferma, Dios es grande. — ¿Y cómo fue eso que le dio por visitarme padre?—Nada, estaba yo en mi parroquia arreglando unos candelabros, cuando escuché una voz que me decía que debía venir a verte. Como me quedé preocupado después de tú confesión y de todo lo que me dijiste que iban a hacer ese día, temía que algo malo te hubiese pasado, me monté en mi mulo y aquí me tienes.— ¿Quien le abrió la puerta?— Eso fue otro misterio, cuando toqué estaba cerrada, pero después de esperar un rato empujé un poco y se abrió, como no te encontré subí a tú cuarto donde estabas dormida profundamente. Busqué a todos los sirvientes y no los encontré, mandé a mi monaguillo que me había acompañado a decirle al señor Edmundo lo que pasaba, y se apareció hace un rato con esa señora y unos cuantos obre
—Así es, soy la esposa de Abdoulayé Agoyán Cuando terminé de decir eso, se hizo un gran silencio y me rodearon todos los habitantes de aquel lugar girando a mi alrededor, no sabría decir si me estudiaban o con mirada amenazante.—¡Imposible! — dijo el anciano. — ¡Él desapareció hace miles de años con toda su gente!Abrí mis brazos en el centro del círculo que ellos me habían hecho llenándome completamente de luz, pedí que mi esposo apareciera ante mí y al momento Julián apareció en todo su esplendor.—¡Mi rey! —exclamaron y se arrodillaron haciendo tres inclinaciones ante él.—¿Cómo sabemos que es él? —preguntó la misma anciana.Julián golpeó con el bastón en el piso y hizo que aparecieran todos los demás delante de sus ancestros y familiares, así como el altar. Y otra vez todos volvieron arrodillarse y hacer tres enormes reverencia para luego acostarse con los brazos en cruz y hacer un saludo. Después a un signo de Julián se pusieron todos de pie y comenzaron a mirarse entre ell
Los años pasaron y mi Julián, no aparecía. Sin embargo, había algo que llamaba mucho mi atención, pues era lo último que me había regalado antes de partir, y había tomado el trabajo de colocarlo el mismo. Un hermoso ramo de nomeolvides lo había colocado en un búcaro muy precioso. Se mantenía fresco como el primer día que me lo había regalado, y eso hacía que mi corazón guardara la esperanza de que él regresara un día a mi lado. La hacienda la había convertido, la planta baja en un refugio para los necesitados. La planta alta la transformé en una acogedora vivienda, donde todas las temporadas de verano recibía a mis queridas amigas Sor Inés y Sor Caridad, que con los años decidieron dejar el colegio y quedarse a ayudarme en mi hermosa labor. El padre Bartolomé murió como un santo en su sueño, a la edad de noventa años. Los niños huérfanos más grandes, cuando cumplieron la mayoría de edad y terminaron sus estudios, regresaron a sus propiedades encargándose de los menores, y vien
El interminable día terminaba sin que hubiese decidido que haría, el sol comenzaba a ocultarse tras la vereda, las aves revoloteaban en busca de sus nidos, el silencio y las sombras se iban apoderando de todo a mi alrededor. Un sentimiento de inseguridad me embargaba mientras trataba de pensar en mis próximos pasos. Las campanadas de un reloj, me anunciaban que la jornada llegaba a su fin. Jamás imaginé que estuviera pasando por esta cantidad de hechos inesperados. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué fue lo que quiso decir mi abuela con esa sentencia?Esas preguntas revoloteaban en mi cabeza sin cesar, entre otras tantas, que todavía no sabía si iba a poder darles respuestas, todo era tan excitante, extraño, misterioso y emocionante para mí que no comprendía todavía lo que me estaba pasando, y mucho menos cómo asumir eso que tenía encima de mis hombros, es decir lo que había dejado mi desconocida abuela.Todavía parada en la escalinata, observaba a los últimos invitados perderse en la lejani
—Muy bien, Sor Inés —contesté intrigada y asustada, me incorporé para seguirla.Mientras nos dirigimos a la dirección del colegio, ella me tomaba de la mano con cariño sin mencionar una sola palabra, mientras movía la cabeza y hacía un gran esfuerzo para no llorar. Al llegar se encontraban todas las hermanas allí con lágrimas en los ojos, me hicieron sentar con mucha delicadeza.—Hija —comenzó a hablar la madre superiora— siento mucho tener que darte esta noticia. Pero tus padres han fallecido en un accidente y debes prepararte para ir al entierro de tus padres—¡No, no madre, eso no debe ser cierto! —Grité retrocediendo asustada.—Lo siento mucho, hija, lo siento— dijo Sor Inés y me abrazó muy fuerte llorando a la par conmigo.—Debes de calmarte Ángel —me pedía la madre Superiora, pero por mucho que lo intentaba no podía.Luego de un buen rato que me dejaron desahogarme, y que me sentaran, trajeron un vaso de agua obligándome a beberlo. Me llené de valor y pregunté.—¿Cómo pasó?
Muy nerviosa lo hice, tenía un mundo de papeles que no entendía y se lo di a Sor Caridad, a mi solo me llamó la atención una foto de ellos, y un sobre. Lo abrí nervioso para encontrarme con una hermosa carta de mis padres, donde me decían lo mucho que me amaban y que confiara en las monjas que ellas sabrían qué hacer.—No tienes de qué preocuparte —dijo el padre— aunque no abrí ni leí esos papeles. Ellos me dijeron que se trataban, ahí está arreglado todo para que permanezcas en el colegio hasta la mayoría de edad. Todo está pagado hasta entonces.—¿De veras?—Sí, también sé que te dejaron una pequeña fortuna para cuando salgas del colegio puedas hacer frente a la vida que elijas vivir.Mientras él hablaba, yo solo miraba la carta de mis padres abiertas en mis manos. Las monjas revisaban todos los papeles y se sorprendieron al ver la suma que dejaron en donación junto al pago para el colegio y comenzaron a alabarlos. Los escuchaba en silencio sin comprender bien todavía lo que explic
—¡¿Una abuela yo?!—exclamé sorprendida—, ¿cómo es posible que nunca tuve conocimiento de ella en toda mi vida? Mi padre jamás me habló de ella. Debe de ser una equivocación, señor.—No lo es, señorita —dice extendiendo los papeles que había sacado, y que la madre superiora tomó, en lo que seguí yo preguntando.—¿Cómo no apareció cuando su muerte? ¿Por qué nunca me visitó? Y ahora sale de la nada pidiendo que la visite. ¿Quién me asegura que es cierto? —Concluí mirando interrogativamente a la madre superiora.—Hija, los papeles que me acaba de presentar el señor abogado —comenzó a hablar y me los extendió— demuestran realmente que tienes una abuela.—Tengo una abuela, tengo una abuela —repetía sin darse cuenta en lo que observaba las pruebas que lo demostraban, mis padres en una foto abrazados a ella.—Sí, señorita, tiene una abuela —dijo el señor abogado.—¡No! ¡No es mi abuela! Si lo fuera, me habría buscado antes. Así que no tengo ninguna obligación que cumplir con ella —dij