Muy nerviosa lo hice, tenía un mundo de papeles que no entendía y se lo di a Sor Caridad, a mi solo me llamó la atención una foto de ellos, y un sobre. Lo abrí nervioso para encontrarme con una hermosa carta de mis padres, donde me decían lo mucho que me amaban y que confiara en las monjas que ellas sabrían qué hacer.
—No tienes de qué preocuparte —dijo el padre— aunque no abrí ni leí esos papeles. Ellos me dijeron que se trataban, ahí está arreglado todo para que permanezcas en el colegio hasta la mayoría de edad. Todo está pagado hasta entonces.—¿De veras?—Sí, también sé que te dejaron una pequeña fortuna para cuando salgas del colegio puedas hacer frente a la vida que elijas vivir.Mientras él hablaba, yo solo miraba la carta de mis padres abiertas en mis manos. Las monjas revisaban todos los papeles y se sorprendieron al ver la suma que dejaron en donación junto al pago para el colegio y comenzaron a alabarlos. Los escuchaba en silencio sin comprender bien todavía lo que explicaba. Porque mi mente solo estaba detenida en el hecho de que estaba sola en el mundo, no tenía familia a no ser los del colegio. Ni siquiera después de muertos me dejaron dicho si poseía alguno, por ello levanté la cabeza y le pregunté al padre casi con un hilo de voz.—Disculpe que interrumpa hermanas. Necesito hacerle una pregunta al padre. ¿Puedo?—Sí, sí hija, claro que sí. ¿Dime que quieres saber? Si está en mi posibilidad te ayudaré.—Padre, ¿sabe usted si tengo otro familiar?—pregunté con timidez, bajando la cabeza, para escuchar lo que me contestó.—Lo siento mucho, querida. Conocía solamente a tus padres. Jamás me hablaron de otro familiar que no fueras tú. Eras el único tema de conversación que teníamos entre nosotros. ¿Nunca te hablaron de ellos? —preguntó atrás él.—No nunca. Al parecer no tengo. —dije entendiendo de que en verdad estaba sola en este vasto mundo sin saber qué hacer. —Muchas gracias.—De nada, pequeña, quisiera poder ayudarte más, pero no sé nada. A lo mejor eran huérfanos.—Puede ser, mamá me dijo que ella había estudiado en el colegio que estoy que es para huérfanos.—¿De veras? —Saltó Sor Inés— ¿Por qué nunca lo dijiste? La buscaremos en los registros, si es verdad daremos con ella.—No la ilusiones Sor Inés, sí estudió con nosotras eso quiere decir que no tenía a nadie más. ¿Y tu papá te dijo que también estudió con nosotras?—No, él no dijo eso ni mamá tampoco. Ya veo, estoy sola en el mundo como todos los niños del colegio, ahora soy igual que ellos, sin padres. Soy una huérfana. — Y me eché a llorar desconsoladamente.—No estás sola querida, somos una gran familia, puedes quedarte con nosotras si quieres la vida entera. —Hablaba Sor Caridad, mientras me estrechaba en sus brazos.Después de este día, me encerré por mucho tiempo en mi dolor, la perdida de mis dos seres queridos me causó un profundo trauma del cual me era imposible salir, solo la lectura era capaz de ayudarme a escapar de esa realidad. Podía pasarme el día y la noche leyendo sin parar. Las monjitas no me dejaban, me obligaban a participar de las actividades, a acompañarlas a donde quiera que iba. Yo tenía un talento natural de poder aprender con gran facilidad todos los dialectos e idiomas, y eso se convirtió en mi nueva pasión, aprender idiomas junto a ellas.Por ese tiempo viajaba mucho con ellas, que lo hacían por casi todo el país, en su lucha por obtener donaciones para el colegio. Se habían percatado que yo con mi gran facilidad, las ayudaba a entenderse con todos y las personas al verme eran propensos a abrir sus bolsillos con mayor facilidad, así que de a poco el ritmo de mi vida me fue sacando de mi depresión.Con el paso del tiempo, mis heridas comenzaron a cicatrizar lentamente con la ayuda de mis maestras y amigas. Su paciencia, amor y comprensión lograron que me fuera habituando a la idea que esta era ahora mi vida, mi familia, todo lo que me quedaba en el mundo, lo cual acepté con resignación y paz con el transcurso de los años.Era realmente feliz, me sentía segura en aquel lugar que me protegía del mundo cruel. Según fui creciendo ya no era solo una huérfana más del colegio, me trasladaron para una de las pequeñas habitaciones en que habitaban las monjas. Convirtiéndome en una trabajadora más, las ayudaba en todo sin dejar de estudiar yo. Porque no sentía que tuviera la vocación de convertirme en una monja como en ocasiones me lo insinuaba la madre superiora.Después de mi mayoría de edad, debía decidir qué hacer. Por horas deseaba complacerlas y convertirme en monja, en otras tenía ansias de salir a recorrer el mundo, y así me encontraba en esta batalla, cuando un hecho cambiaría para siempre lo que sería mi vida a partir de ahí.Recién había cumplido mis veintitrés años, hacía cuatro que había terminado mis estudios para ser maestra, pero todavía no me decidía a dejar el colegio. No conocía nada del mundo exterior, tampoco poseía vocación para ser monja, me encantaba enseñar a los niños, motivo por el cual me encontraba aún en el colegio. Impartía clases a los más pequeños de arte, literatura e idiomas.En aquel entonces solía todavía pasarme interminables horas en la pequeña biblioteca, puedo decir sin exagerar, que prácticamente me había leído todos los libros, algunos de ellos varias veces. A través de ellos disfrutaba las aventuras del mundo. Me imaginaba viviéndolas personalmente y creo que era uno de los motivos por lo que nunca me decidí a tomar los votos y convertirme en una monja. Ansiaba salir a ese mundo extraño a vivir todas experiencias que ellos contaban. Allí me encontraba una tarde de otoño cuando tocaron a la puerta.—Señorita Ángel, la solicita la madre superiora. —Vino corriendo una de las niñas que estaba en el colegio.—¿A mí? —pregunté intrigada. ¿Qué querría a esa hora de la noche la madre superiora conmigo?—Sí, debe presentarse con urgencia en el despacho de la madre superiora —contestó y agregó. —Eso fue lo que me mandó a decirle sor Inés.—Está bien, muchas gracias, linda.Intrigada dirigí mis pasos allá tocando la puerta al llegar, escuchando su amable voz invitándome a entrar. Estaba acompañada de una misteriosa persona, que por estar la habitación en penumbras me causó algo de temor. Al verme se puso de pie, apreciando que se trataba de un hombre muy delgado con una joroba en su espalda que lo hacía permanecer inclinado, apenas se podía divisar su rostro por el enorme sombrero que llevaba. Estaba completamente vestido de negro, que le daba aún más un aspecto tenebroso.—Buenas tardes, señorita Ángel.—Buenas noches, señor…—Es el abogado de tu familia, querida —me explicó la madre superiora.—Es un placer, al fin conocerla señorita Ángel. Y como bien le dijo la madre superiora, soy el abogado Edmundo que representa a su familia.Explicó y saludó con una profunda voz de barítono que desentonaba con la delgadez de su figura. Al avanzar a mi encuentro ofreciéndome su huesuda mano, la pálida luz de las velas dio de lleno en él. Y fue entonces que pude apreciar su afilada y prominente nariz; que contrastaba con unos grandes ojos negros muy brillantes; una fuerte mandíbula daba a entender un carácter firme y decidido; sus labios muy finos me sonrieron amablemente dejando apenas al descubierto una hilera de dientes muy blancos, demostrándome respeto al tiempo que tomaba mi mano dándome un suave apretón, para luego dejarla sentarse e invitándome a mi hacerlo a su lado.Todavía no podía comprender qué querría un abogado, a tantos años después de la muerte de mis padres. Que recordara, todo lo habían dejado debidamente arreglado, jamás tuve que hacer ningún procedimiento para arreglar nada. Los cheques del banco llegaban puntualmente cada mes sin que tuviera que hacer nada. ¿Qué querría este señor aquí ahora? ¡Me quedé de una pieza! Lo observaba incrédula ante esa revelación. De seguro debe de estar equivocado.—¡¿Una abuela yo?!—exclamé sorprendida—, ¿cómo es posible que nunca tuve conocimiento de ella en toda mi vida? Mi padre jamás me habló de ella. Debe de ser una equivocación, señor.—No lo es, señorita —dice extendiendo los papeles que había sacado, y que la madre superiora tomó, en lo que seguí yo preguntando.—¿Cómo no apareció cuando su muerte? ¿Por qué nunca me visitó? Y ahora sale de la nada pidiendo que la visite. ¿Quién me asegura que es cierto? —Concluí mirando interrogativamente a la madre superiora.—Hija, los papeles que me acaba de presentar el señor abogado —comenzó a hablar y me los extendió— demuestran realmente que tienes una abuela.—Tengo una abuela, tengo una abuela —repetía sin darse cuenta en lo que observaba las pruebas que lo demostraban, mis padres en una foto abrazados a ella.—Sí, señorita, tiene una abuela —dijo el señor abogado.—¡No! ¡No es mi abuela! Si lo fuera, me habría buscado antes. Así que no tengo ninguna obligación que cumplir con ella —dij
Giré mi cabeza buscando la presencia que sentía infructuosamente, el aire era realmente helado. Al no ver nada, me decidí a seguir adentrándome en la casa, convenciéndome de que era todo producto de mi imaginación. Debía ser el cansancio, el entierro y todo lo que me había sucedido en las últimas horas, lo cual todavía mi cerebro abarrotado por tantas nuevas informaciones no procesaba.La sala de espera se encontraba inmediatamente después; en contraste con el recibidor, casi en penumbras, estaba muy iluminada por bombillas de luz blanca, que hacían que los espesos cortinajes del mismo color, que cubrían todas las paredes de la habitación soltaran destellos, por un momento me quedé algo atontada y sin saber qué sentir o pensar. ¡Era realmente tan blanca, sin una mancha, sin nada que entorpeciera dicha blancura que por un momento pensé que así de pulcro debía ser el paraíso!Bajé mi cabeza para observar mis zapatos, temerosa de que pudieran ensuciar tan hermosa alfombra, hasta tuv
Abrí de golpe la puerta del baño, introduciéndome con presteza y cerrándola a mis espaldas, quedando recostada a la misma con los ojos cerrados, respirando agitadamente como si hubiese acabado de efectuar una larga carrera. Cuando por fin mi corazón se calmó, abrí mis ojos y pensé que me encontraba en el paraíso, todo de un tenue color azul. La bañera despedía humos y olores que me hicieron calmar al momento, tuve que aguantarme para contener la tentación de sumergirme en ella y así olvidarme de todo lo sucedido en estos últimos tres días. Me lavé de prisa, me vestí y salí disparada hacia el comedor donde ya me esperaba bandeja en mano mi querida ama de llaves. Sin decir una palabra, me sirvió una excelente sopa de vegetales, seguida de un agradable jugo de frutas, pues no apetecía otra cosa, acostumbrada a la frugal comida del colegio. El día había transcurrido muy rápido, me sentía extenuada, ¡todo era tan nuevo para mí y tan extraño! Terminé de tomar mi jugo
Por mucho que trataba de averiguar las respuestas, pronto me di cuenta de que no llegaría a ningún lugar imaginándolas. Levantándome de la mesa, salí dispuesta hacer un recorrido por toda la propiedad, a esta hora se veía tan hermosa y majestuosa que todos mis temores se desvanecieron, el cantar de los pájaros desde los árboles que rodeaban la casa e incluso en los del patio interior, llenaron de cierto regocijo mi alma. Respiré el aire limpio del amanecer, llenando por completo mis pulmones, repetí la operación varias veces.Cuando al fin me sentí satisfecha y que había llenado a mis pulmones del limpio oxígeno, me concentré en lo que me rodeaba. Pude percatarme que la casa era cuadricular, con portales que la rodeaban en la parte exterior e interior, de color blanco sus paredes, con puertas y ventanas de color negro, le daban cierto aire contrastante algo peculiar, pero como ya les había dicho, soy una amante del arte, no quise juzgar a la ligera. Observaría todo detalladam
Me pregunté, cada vez las cosas de esta vivienda me estaban resultando más extrañas. Dicha estancia era completamente negra y despojada de muebles, únicamente existían algunos extraños cojines ubicados paralelamente por toda la habitación. Tenía además, una lápida adosada a la pared con escrituras que no pude entender, debieran ser de un idioma que no estaba dentro de los que dominaba, que no eran pocos, dado mi gusto por las lenguas extranjeras.La iluminación era muy pobre, dos bujías colocadas en la pared a cada lado de la lápida. Tuve la impresión de haber entrado a una bóveda de un cementerio. El ambiente era muy frío, al punto, que llegué a estremecerme con una gélida corriente de aire. Sacando un poco de valor, y aunque dudando si era correcto entrar en este lugar, avancé unos pasos temerosamente, sintiendo como la puerta se cerraba detrás de un tirón, haciendo que saltara asustada.Había avanzado hasta quedar justo en el centro, de frente a los diferentes cojin
Y otra vez ese número, me llamaba la atención que todo tuviera esa cifra. Esta casa debió ser en verdad de una numerosa familia. ¿Dónde estarían todos sus descendientes? ¿Por qué mi abuela solo me buscó a mí? Más adelante intentaría contactar con ellos, no era justo que yo heredara sola toda aquella inmensa fortuna, además la idea de conocer a miembros de mi misma sangre, me ilusionaba.Ante la frustración de entrar en todas ellas, solo me quedó la alternativa de ponerme a observar la amplia baranda. La misma era muy hermosa. Su piso de madera formaba interesantes adornos naturales, habían tomado el suficiente cuidado de combinar cada una de las líneas en las tablas, para formar interesantes paisajes que daban la impresión de encontrarte en los lugares donde se puede delinear con mucha exactitud el cromatismo de la tierra, como en las grandes grietas de la tierra o pendientes.Entre la puerta de mi habitación y la de mi abuela, existía un amplio espacio, en el mismo se
Quedé observando las flores a mis pies sin entender quién las había dejado en el piso. Estaba segura de que no estaban allí cuando llegué. Por un momento pensé en tomarlas, pero el miedo se apoderó de mí. Por lo que volví a girar y las dejé en su lugar y avancé en dirección contraria. Había acelerado mis pasos, pero algo me hizo detener.De repente comencé de nuevo a sentir que alguien se encontraba justo detrás de mí, era la misma percepción que tuve cuando me encontraba en el closet en la habitación. Aquella respiración muy fría que podía percibir claramente en mi nuca se hizo presente, esta vez hasta sentía que un cuerpo se pegaba al mío de una manera muy sensual, no sé como, pero sabía que era un hombre.Me quedé inmóvil unos segundos, sin que desapareciera, respirando profundamente y sacando valor no sé de donde, me giré muy despacio, ¡nadie se encontraba detrás de mí! Con asombro vi de nuevo el precioso ramo de rosas rojas en el piso justo a mis pies, ¿de dónde
Volvió a preguntar mirándolas con terror, por lo que me mantuve al otro lado de la mesa que ella había interpuesto entre las dos. ¿Quién le tiene miedo a las rosas rojas? Me pregunta al ver como ella las miraba realmente aterrorizada. —¿Qué dónde las encontré? Bueno, en realidad no sé bien de donde salieron —¿No sabe? ¿No sintió a nadie? Preguntó e hizo que yo la mirara fijamente. ¿Qué significaba esa pregunta? ¿Es que acaso ella también siente eso que siento yo? ¿No es producto de mi imaginación? —¿Sentir…? —Traté de hacerla hablar para comprobar si también lo hacía. —Qui…, quiero decir, ¿si no vio a nadie? —Tartamudeó bajando la vista. ¿Qué rayos pasaba? ¿Por qué no me hablaba claro? Por un momento pensé contarle todas las raras cosas que me estaban sucediendo desde que había llegado, pero me contuve. No quería que me considerara una niñita miedosa, llena de miedos y de una fértil imaginación. Por lo que decidí concentrar la conversación en el hermoso ramo de rosas que tenía e