142. FELICIDAD

Esta vez se quedó mirándome muy fijo, y había lágrimas en los ojos de Tata Julián mientras me miraba con mucho amor.

—Mi Ángel, no se puede negar que usted es la hija de Lucecita, siempre tan amorosa con todos nosotros y hasta me dijo esas mismas palabras que usted acaba de pronunciar. —Dijo tratando de desviar la conversación, porque en realidad quería decirle a las hermanas que lo amaba. Pero recordé lo que me había pedido, por lo que le seguí la conversación.

—¡Ay Tata Julián! Yo crecí en un colegio que me quisieron mucho, pero siempre sentí que me faltaba algo. Desde que llegué aquí, a pesar de todas las cosas raras que me han pasado, me siento con una familia y a usted lo siento de veras como si fuera mi propio padre o abuelo, no sabría explicarle bien, pero yo le quiero y le respeto mucho.—Al decirlo mis manos apretaban las suyas que me miraba con profundo amor. —Aunque podía notar que no le había gustado lo de padre o abuelo, por eso le sonreí encantadoramente.

—Gracias, niña,
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