149. ÁNGEL

No sé qué pasaba conmigo, pero me sentía eufórica, y sin importarme las señoras que se dedicaban ha hacerme cualquier cosa que fuera aquello que me hacían, estreché muy fuerte a Julián, que mantenía su figura de anciano y sin más lo besé. Todas se quedaron mirándonos en silencio, y de pronto ante mis ojos desaparecieron. Para mi asombro, ni me asusté ni les di importancia, recosté mi cabeza en su pecho y cerré mis ojos, me sentía feliz y segura.

Unos suaves toques en la puerta me hicieron levantar la cabeza, y junto a Julián avanzamos para encontrarnos con una trabajador que nos avisaba que se marchaban. Me adelanté para alcanzarlos fuera de la estancia y los felicité de todo corazón, estaban radiantes, sudados y cansados, pero felices.

—¡Mis queridos amigos ha sido espectacular, increíblemente excelente! No se marchen, vengan por favor al salón, queremos hablarles.

Por un momento dudaron, pero a una señal de Tata Julián, me siguieron sin protestar, los chicos corrieron al encuentr
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