141. ACOMPAÑADA

—Padre, no sabe usted cuánto le agradezco que me haya contado su historia, pues para serle franca, cuando me fue a buscar al colegio de monjas por la muerte de mi abuela, no me causó gran impresión, más bien me cayó algo mal, pues no habló conmigo mucho en todo el trayecto. —Les conté sin dejar de admirar al abogado Edmundo. —Después pasó esa imagen, pero nunca me imaginé que hubiese pasado por tan duras pruebas. Es una buena persona digna de confianza en verdad.

—Sí, es muy honorable y honrado. ¿No les parece que llueve muy fuerte ahora?

—Deberíamos poder tener noticias de lo que está pasando con el tiempo, miramos la lluvia caer, los rayos y el viento acabando sin poder hacer nada.—Dijo sor Inés.

—Ángel, yo recuerdo que cuando vivía tu abuela, ella tenía una radio para escuchar las noticias —me informó el padre Bartolomé.

—¿Una radio? ¿Y eso qué es? —preguntamos intrigadas, ya que nosotras vivíamos aisladas del mundo tecnológico en nuestro colegio. Teníamos nulo conocimientos de
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