140. EL AMOR

—Sígame al despacho, por favor

Le pedí y salí a caminar, seguida por él, ante las miradas de todos, al entrar y cerrar la puerta, cuando giré, ahí estaba mi Julián joven

—Solo quería hacer esto —me dijo mientras me estrechaba en sus brazos —y decirte que debo ir, no te separes de las monjas y el padre, y no vayas a subir sola a ninguna de las habitaciones. ¿De acuerdo?

—Ja, ja, ja…, todavía no entiendo esto que haces ni cómo lo haces. Estaré bien, cuídate tú, me aterra eso que dicen de la corriente del agua.

—No entraré en el agua, estaré en la montaña por allá detrás de la casa, te lo digo para que no estés asustada, ahora… —titubeó otra vez.

—Puedes, deja de pedirme permiso, puedes besarme cada vez que quieras.

No había terminado de decirlo y mis labios fueron envueltos por los suyos en un increíble y demandante beso que me hizo apretarlo con fuerzas, queriendo que jamás se separara de mí.

—Volveré lo más rápido que pueda, acuérdate de no estar nunca sola.

—No lo estaré con tant
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