Nos integramos al juego por un rato, riendo también olvidados de todo. Al final Tomasa se puso de pie ella sola, dejando a todos asombrados con su agilidad. Los chicos se empeñaban en que Aurelio los cargara a todos al mismo tiempo, cosa que hizo, el más pequeño en los hombros sujeto de su cabeza, los otros en los brazos y los pies y salió tambaleándose cómicamente mientras los niños gritaban y reían con gran aspaviento. Y al sentir la casa llena de energía positiva, ante la inocencia y felicidad que los niños nos regalaban, otra vez la idea de hacer el lugar, un orfanato surgió en mi memoria.—Vamos, vamos —vociferaba Tomasa. —Es hora de almorzar. Y allá nos fuimos todas luego de ayudar a lavar a los pequeños. La alegría siguió toda la hora del almuerzo en que Tomasa contaba las cosas que hacía Dolores de niña y que nos hacían reír mucho. No recordaba cuando era la última vez que me había divertido tanto, creo que en el colegio antes de que mi vida se complicara de la manera que
Ya habíamos llegado al aula y aunque les parezca imposible, delante de mis ojos volvió a ser el anciano Tata Julián. No dije nada, lo observé adentrarse en el aula con sus pasos cortos y cansados, apoyado en su enorme bastón, y yo dirigí mis pasos al salón de juego, incorporando al juego y charla del padre y los niños. La noche avanzaba y seguíamos escuchando las hermosas historias que nos relataba de su trabajo en la villa con todos los niños y habitantes del lugar. La clase hacía mucho que había terminado y las hermanas habían venido a escuchar al padre. Sor Caridad sentía nostalgia del colegio y sor Inés estaba impaciente, porque no había recibido respuesta de la madre superiora a su petición de acogida de los chicos.—Con el río subido es imposible que pase el cartero, hermana, debe de tener paciencia. —Le aconsejaba el padre Bartolomé.—Lo peor es que Julián me ha dicho que va a seguir subiendo—¿No me diga eso? ¡Se inundará todo! —exclamó el padre.—¿Usted cree?—Sí, todo me
No pregunto más, cada día me doy cuenta de que no existen explicaciones para lo que sucede aquí, por lo que retomo mi lectura. … El chico que conocimos en nuestro viaje, lleva junto a nosotros más de tres semanas, son inseparables. Me parece que esto va a terminar en compromiso, he averiguado de su familia. Es hijo de un noble que emigrara hace unos cuantos años, goza de una buena fortuna y ve con muy buenos ojos la relación de Magdalena con su hijo Francisco. El joven estudia para abogado en la capital y le va muy bien. Ambos tienen pasión por los caballos, se la pasan encima de ellos paseando por todos los lugares, no sé como tienen tanta resistencia… —Es verdad, corrían sin parar por toda la finca. Temía que tuvieran un accidente provocado por quién tú sabes.—¿A quién te refieres, a la primera Ángel o el monstruo?—Al segundo, la primera Ángel solo aparece con las otras.—Ya veo. Espera, ¿no me dijiste que debía de leer esto sola?—Sí, eso fue antes de lo que aseguraste.—¿Qué q
—Está bien, pero iremos muy despacio y yo tampoco quiero que nadie lo sepa por el momento. ¿De acuerdo?—Sí, te cuidaré.—Voy a leer, es tarde, ¿escuchaste el reloj? Son más de las doce de la noche. ¿Te quedarás conmigo?—¿No quieres?—Sí, sí quiero. Deseo que a partir de hoy vengas todos los días sin que nadie te vea, ¿de acuerdo? Me sentiré más segura contigo a mi lado.—Lo haré, lo haré. … No sé cuando van a acabar con esto de la esclavitud, es una vergüenza lo que hacen con las pobres personas, solamente por el color de su piel, total si al menos ellos tienen color, nosotros somos los que estamos descoloridos… … Anoche apenas pude pegar los ojos, los ruidos y las pesadillas junto con las visiones han regresado peor que nunca. En un momento que me he quedado dormido sentí como tiraban de mí por los pies y me arrastraban con tremenda violencia por las escaleras. Mi cabeza golpeaba cada escalón produciéndome un aturdimiento grandísimo, alguien desgarraba mis ropas y me entraban a l
Después de pronunciar esas palabras, invitándolos a traer a todos, y ver como me observaban incrédulos cosa que no comprendía los animé.—¡Vamos! ¿Qué esperan? Vayan por los demás. Se quedaron con la boca abierta, sin saber qué decirme, hasta que el padre Bartolomé, que había escuchado la última parte de la conversación, los mandó a realizar la tarea, incluso cuando bajaban las escaleras se giraban como si no lo comprendieran. No tuve tiempo de analizar su comportamiento, corrí a mi habitación a cambiar mis ropas, pues a pesar de que Julián me hizo abrigar sentía frío.Al entrar existía una extraña sensación de que alguien más se encontraba allí, por lo que giré dispuesta a salir.—¡Detente! —escuché una tenebrosa voz. —Tienes que escucharme.Giré despacio para encontrarme con la horripilante figura del monstruo que me perseguía, pero esta vez se mantenía alejado de mí. Su actitud era calmada, y ya no tenía toda su dentadura afuera, se veía más humano. En sus manos tenía un amarillen
—Sígame al despacho, por favor Le pedí y salí a caminar, seguida por él, ante las miradas de todos, al entrar y cerrar la puerta, cuando giré, ahí estaba mi Julián joven—Solo quería hacer esto —me dijo mientras me estrechaba en sus brazos —y decirte que debo ir, no te separes de las monjas y el padre, y no vayas a subir sola a ninguna de las habitaciones. ¿De acuerdo?—Ja, ja, ja…, todavía no entiendo esto que haces ni cómo lo haces. Estaré bien, cuídate tú, me aterra eso que dicen de la corriente del agua.—No entraré en el agua, estaré en la montaña por allá detrás de la casa, te lo digo para que no estés asustada, ahora… —titubeó otra vez.—Puedes, deja de pedirme permiso, puedes besarme cada vez que quieras. No había terminado de decirlo y mis labios fueron envueltos por los suyos en un increíble y demandante beso que me hizo apretarlo con fuerzas, queriendo que jamás se separara de mí.—Volveré lo más rápido que pueda, acuérdate de no estar nunca sola.—No lo estaré con tant
—Padre, no sabe usted cuánto le agradezco que me haya contado su historia, pues para serle franca, cuando me fue a buscar al colegio de monjas por la muerte de mi abuela, no me causó gran impresión, más bien me cayó algo mal, pues no habló conmigo mucho en todo el trayecto. —Les conté sin dejar de admirar al abogado Edmundo. —Después pasó esa imagen, pero nunca me imaginé que hubiese pasado por tan duras pruebas. Es una buena persona digna de confianza en verdad. —Sí, es muy honorable y honrado. ¿No les parece que llueve muy fuerte ahora? —Deberíamos poder tener noticias de lo que está pasando con el tiempo, miramos la lluvia caer, los rayos y el viento acabando sin poder hacer nada.—Dijo sor Inés.—Ángel, yo recuerdo que cuando vivía tu abuela, ella tenía una radio para escuchar las noticias —me informó el padre Bartolomé. —¿Una radio? ¿Y eso qué es? —preguntamos intrigadas, ya que nosotras vivíamos aisladas del mundo tecnológico en nuestro colegio. Teníamos nulo conocimientos de
Esta vez se quedó mirándome muy fijo, y había lágrimas en los ojos de Tata Julián mientras me miraba con mucho amor.—Mi Ángel, no se puede negar que usted es la hija de Lucecita, siempre tan amorosa con todos nosotros y hasta me dijo esas mismas palabras que usted acaba de pronunciar. —Dijo tratando de desviar la conversación, porque en realidad quería decirle a las hermanas que lo amaba. Pero recordé lo que me había pedido, por lo que le seguí la conversación.—¡Ay Tata Julián! Yo crecí en un colegio que me quisieron mucho, pero siempre sentí que me faltaba algo. Desde que llegué aquí, a pesar de todas las cosas raras que me han pasado, me siento con una familia y a usted lo siento de veras como si fuera mi propio padre o abuelo, no sabría explicarle bien, pero yo le quiero y le respeto mucho.—Al decirlo mis manos apretaban las suyas que me miraba con profundo amor. —Aunque podía notar que no le había gustado lo de padre o abuelo, por eso le sonreí encantadoramente. —Gracias, niña,