Movida por la curiosidad de conocer cómo era el lugar donde mi padre había pasado gran parte de su vida, la seguí pidiéndole, me enseñara bien las llaves de ambas habitaciones, pues quería regresar a revisar entre las cosas de ellos. Me embargaba unas enormes ansias de saber, debido a los cortos años que pasé junto a ellos por la separación y luego por su repentina muerte, no alcancé a conocer mucho de sus cosas. El dormitorio de mi padre era de un azul verde suave que refrescaba la vista. Daba la sensación de encontrarte muy cerca del mar. Una enorme pecera llena de diminutos y coloridos pececitos que deambulaban de un lado a otro, ocupaba una pared completa.—Esto es maravilloso — dijo sor Inés y lo era. —Qué lástima que los niños se fueran de seguro, les gustaría. No puedo decir cuántas especies existían, pero doy fe que era una preciosa colección, el cristal iba desde casi el techo hasta el piso, tengo la impresión que de alguna manera la luz solar entraba en ella, pues estaba c
—¡No niña, si le cuento la verdad! —Dijo muy seria. —Cuando ya faltaban tres días para regresar y separarnos de ella, él se negaba a comer y lloraba en silencio sin decir nada a nadie. —¿De veras?—Sí, el niño Lorencito se enamoró de Luz, desde que la vio en la playa. Cuando se enteró lo que pasaron a los abuelos de usted, padres de su mamá; corrió a donde estaba su abuela y prácticamente la obligó hacerse cargo de la niña Luz. Y desde entonces solamente se separó de ella, cuando era estrictamente necesario. La de veces que yo me los encontraba extasiados en cualquier lugar de la casa o la finca, leyéndole historias o poemas de amor a la niña Lucecita. —¿Lucecita?—Así le decíamos aquí en la casa, pues como era tan blanca, rubia y con aquellos ojazos enormes que parecían dos diamantes que iluminaban a su paso y su nombre era Luz, de cariño le decíamos así, a ella le hacía mucha gracia, pero sabía que era una demostración de lo mucho que la queríamos. Ella se ganó a todos en la casa
Nos integramos al juego por un rato, riendo también olvidados de todo. Al final Tomasa se puso de pie ella sola, dejando a todos asombrados con su agilidad. Los chicos se empeñaban en que Aurelio los cargara a todos al mismo tiempo, cosa que hizo, el más pequeño en los hombros sujeto de su cabeza, los otros en los brazos y los pies y salió tambaleándose cómicamente mientras los niños gritaban y reían con gran aspaviento. Y al sentir la casa llena de energía positiva, ante la inocencia y felicidad que los niños nos regalaban, otra vez la idea de hacer el lugar, un orfanato surgió en mi memoria.—Vamos, vamos —vociferaba Tomasa. —Es hora de almorzar. Y allá nos fuimos todas luego de ayudar a lavar a los pequeños. La alegría siguió toda la hora del almuerzo en que Tomasa contaba las cosas que hacía Dolores de niña y que nos hacían reír mucho. No recordaba cuando era la última vez que me había divertido tanto, creo que en el colegio antes de que mi vida se complicara de la manera que
Ya habíamos llegado al aula y aunque les parezca imposible, delante de mis ojos volvió a ser el anciano Tata Julián. No dije nada, lo observé adentrarse en el aula con sus pasos cortos y cansados, apoyado en su enorme bastón, y yo dirigí mis pasos al salón de juego, incorporando al juego y charla del padre y los niños. La noche avanzaba y seguíamos escuchando las hermosas historias que nos relataba de su trabajo en la villa con todos los niños y habitantes del lugar. La clase hacía mucho que había terminado y las hermanas habían venido a escuchar al padre. Sor Caridad sentía nostalgia del colegio y sor Inés estaba impaciente, porque no había recibido respuesta de la madre superiora a su petición de acogida de los chicos.—Con el río subido es imposible que pase el cartero, hermana, debe de tener paciencia. —Le aconsejaba el padre Bartolomé.—Lo peor es que Julián me ha dicho que va a seguir subiendo—¿No me diga eso? ¡Se inundará todo! —exclamó el padre.—¿Usted cree?—Sí, todo me
No pregunto más, cada día me doy cuenta de que no existen explicaciones para lo que sucede aquí, por lo que retomo mi lectura. … El chico que conocimos en nuestro viaje, lleva junto a nosotros más de tres semanas, son inseparables. Me parece que esto va a terminar en compromiso, he averiguado de su familia. Es hijo de un noble que emigrara hace unos cuantos años, goza de una buena fortuna y ve con muy buenos ojos la relación de Magdalena con su hijo Francisco. El joven estudia para abogado en la capital y le va muy bien. Ambos tienen pasión por los caballos, se la pasan encima de ellos paseando por todos los lugares, no sé como tienen tanta resistencia… —Es verdad, corrían sin parar por toda la finca. Temía que tuvieran un accidente provocado por quién tú sabes.—¿A quién te refieres, a la primera Ángel o el monstruo?—Al segundo, la primera Ángel solo aparece con las otras.—Ya veo. Espera, ¿no me dijiste que debía de leer esto sola?—Sí, eso fue antes de lo que aseguraste.—¿Qué q
—Está bien, pero iremos muy despacio y yo tampoco quiero que nadie lo sepa por el momento. ¿De acuerdo?—Sí, te cuidaré.—Voy a leer, es tarde, ¿escuchaste el reloj? Son más de las doce de la noche. ¿Te quedarás conmigo?—¿No quieres?—Sí, sí quiero. Deseo que a partir de hoy vengas todos los días sin que nadie te vea, ¿de acuerdo? Me sentiré más segura contigo a mi lado.—Lo haré, lo haré. … No sé cuando van a acabar con esto de la esclavitud, es una vergüenza lo que hacen con las pobres personas, solamente por el color de su piel, total si al menos ellos tienen color, nosotros somos los que estamos descoloridos… … Anoche apenas pude pegar los ojos, los ruidos y las pesadillas junto con las visiones han regresado peor que nunca. En un momento que me he quedado dormido sentí como tiraban de mí por los pies y me arrastraban con tremenda violencia por las escaleras. Mi cabeza golpeaba cada escalón produciéndome un aturdimiento grandísimo, alguien desgarraba mis ropas y me entraban a l
Después de pronunciar esas palabras, invitándolos a traer a todos, y ver como me observaban incrédulos cosa que no comprendía los animé.—¡Vamos! ¿Qué esperan? Vayan por los demás. Se quedaron con la boca abierta, sin saber qué decirme, hasta que el padre Bartolomé, que había escuchado la última parte de la conversación, los mandó a realizar la tarea, incluso cuando bajaban las escaleras se giraban como si no lo comprendieran. No tuve tiempo de analizar su comportamiento, corrí a mi habitación a cambiar mis ropas, pues a pesar de que Julián me hizo abrigar sentía frío.Al entrar existía una extraña sensación de que alguien más se encontraba allí, por lo que giré dispuesta a salir.—¡Detente! —escuché una tenebrosa voz. —Tienes que escucharme.Giré despacio para encontrarme con la horripilante figura del monstruo que me perseguía, pero esta vez se mantenía alejado de mí. Su actitud era calmada, y ya no tenía toda su dentadura afuera, se veía más humano. En sus manos tenía un amarillen
—Sígame al despacho, por favor Le pedí y salí a caminar, seguida por él, ante las miradas de todos, al entrar y cerrar la puerta, cuando giré, ahí estaba mi Julián joven—Solo quería hacer esto —me dijo mientras me estrechaba en sus brazos —y decirte que debo ir, no te separes de las monjas y el padre, y no vayas a subir sola a ninguna de las habitaciones. ¿De acuerdo?—Ja, ja, ja…, todavía no entiendo esto que haces ni cómo lo haces. Estaré bien, cuídate tú, me aterra eso que dicen de la corriente del agua.—No entraré en el agua, estaré en la montaña por allá detrás de la casa, te lo digo para que no estés asustada, ahora… —titubeó otra vez.—Puedes, deja de pedirme permiso, puedes besarme cada vez que quieras. No había terminado de decirlo y mis labios fueron envueltos por los suyos en un increíble y demandante beso que me hizo apretarlo con fuerzas, queriendo que jamás se separara de mí.—Volveré lo más rápido que pueda, acuérdate de no estar nunca sola.—No lo estaré con tant