132. SEGUIMOS

Me sorprendió la respuesta y abrí el ropero dando de lleno con una gran colección de ropas de bebé, todas blancas, el olor a lilas estaba presente, a pesar de saber que había sido destinada a mí, no sentí ninguna conexión con la misma.

—Dolores, sabes que no siento especial conexión como la que sentí en la de mis padres.

—Es lógico, niña, la única semana que permaneciste aquí, su padre no dejó que la acostaran acá, le ponían en el medio de los dos en su cama. —Me explicó.

—Se ve que eras su primer hijo. —Dijo la hermana Inés. —Pasa eso mucho con los padres primerizos, aunque es muy peligroso.

—¿Me amaban mucho, verdad Dolores?

—Le adoraban, señorita, por eso mismo se marcharon escondiéndola del mundo.

Continuando dimos con la doce de color Pardo, con una cama personal sin almohadas, una cortina en frente de la ventana, una chimenea en la esquina y un sillón, nada más existía allí.

—¿Quién habitaba aquí? —preguntó la hermana Inés.

—Esta habitación fue de Diego, el hijo de Ángel
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